Puede parecer tétrico, pero escuchar sobre muertes en el Monte Everest (Nepal, Asia) no es algo raro. Sin ir más lejos, semanas atrás se daba el reporte de muertes que sufrieron alpinistas en la cima del Himalaya, debido a un atasco que se produjo en la zona…. nunca antes visto.
Un antecedente de esto es el desastre ocurrido con tres expediciones de montañistas a la cumbre, que se ubica a 8.848 metros de altura, en 1996. La tragedia se tradujo en la muerte de ocho escaladores, debido a una tormenta que se adelantó de día.
Según detalla la National Geographic, por aquellos años se comenzaban a comercializar las subidas hacia el monte por medio de tours guiados. Las exigencia físicas no eran muchas, por lo que numerosos aventureros se sentían atraídos por este desafío.
Fue así como el 10 de mayo de 1996 dos expediciones, comandadas por Scott Fisher y Rob Hall, intentaron hacer cumbre en el Everest, pero no contaban con que la tempestad de viento y nieve se adelantara en un día y sufrieran problemas en el lugar.
De acuerdo al citado medio, ambas expediciones contaron con un inconveniente desde el comienzo, ya que ninguno de sus clientes había escalado antes hasta los 8.000 metros de altura. A eso se sumaba que había algunos con problemas respiratorios e incluso sobrepeso.
De esta forma, sólo algunos de los miembros lograron hacer cumbre aquel día, mientras que otros debieron conformarse con quedarse ad portas de lograrlo. La tormenta había llegado y el desafío ahora era mantenerse con vida.
Entre los dos grupos sumaban 16 personas, sólo ocho de ellas lograron encontrar los campamentos ubicados a 8.000 metros de altura, otros perecieron en la montaña.
El propio Rob Hall murió luego de haber guiado a uno de sus clientes a la cumbre, antes de que el mal tiempo iniciara. A él se sumaron clientes provenientes de Estados Unidos, Japón, India y Nueva Zelanda.
Sin embargo, uno de los sobrevivientes de esta catástrofe pasó a la historia por su testimonio de vida. Su nombre es Beck Weathers (nacido en Estados Unidos), quien tenía 50 años cuando se puso como objetivo de vida ascender hasta la cumbre más alta del mundo.
Según detalla el diario español El País, Beck vivía en Texas por esos años junto a su esposa Peach Weathers. Era especialista en anatomía patológica y su situación económica era bastante estable.
No obstante, el hombre había sufrido de depresión desde los 20 años, por lo que constantemente necesitaba evadirse de la realidad, lo que ocasionaba constantes salidas fuera de la casa para estar solo, lo que hacía que existieran peleas con su cónyuge.
Fue así como en abril de 1996 Weathers vio en el Everest una oportunidad ideal para vivir una nueva aventura. Sabía que existían expediciones guiadas y quería probarse a sí mismo.
Según él mismo relata en su autobiografía Dado por muerto, su esposa no se opuso en ningún momento a que él se trasladara a Asia e intentara realizar esta acción, que podría haber terminado con su vida.
Beck fue uno de los miembros del grupo de Rob Hall y alcanzó la cumbre del pico más alto del mundo aquel 10 de mayo de 1996. Según sus propias palabras fue el día más feliz de su vida.
De acuerdo a un reportaje del diario inglés The Guardian, el hombre describió todo como una sensación única de libertad y felicidad. “En ese entonces el cielo estaba limpio y podía ver el mundo a mis pies, fue fabuloso”, describió en su autobiografía.
Pero no había mucho tiempo, ya que Hall y Fisher dieron la orden a sus clientes que debían abandonar lo antes posible el lugar, debido a que una tormenta pronosticada para el 11 se adelantaría para el décimo día del mes.
Cuando se desencadenó el evento, de los 16 montañistas sólo siete tuvieron fuerzas para volver hasta el campamento ubicado a 8.000 metros de altura, otros nueve quedaron a la deriva, Beck estaba entre ellos.
Según el relato de libros y medios, corroborado por el estadounidense, el hombre tuvo que pasar la noche del 10 de mayo cerca de una roca y en medio de la tempestad de nieve y viento; había otros ocho sujetos que habían quedado allí a la deriva. Sobrevivir era prácticamente imposible.
A la mañana siguiente, un grupo de montañistas volvió al lugar para buscar sobrevivientes, pero sólo lograron llevarse a tres personas hacia la parte más baja del monte. En ese momento, Beck fue dado por muerto por los demás, su suerte estaba sentenciada.
Según relata el citado medio inglés, Weathers sufrió un coma hipotérmico que se extendió por 22 horas. Al despertar, casi sin fuerzas, se encontró con el cadáver de una alpinista japonesa llamada Yasuko Namba. Casi sin sentido, el hombre comenzó a moverse en búsqueda del campamento.
En ese entonces sus manos y nariz estaban negras debido al congelamiento de la piel, pero el hombre fue claro en señalar que siguió adelante porque “deseaba despedirse de su familia antes de morir”.
Beck cayó tendido en la nieve tres veces y demoró otros dos días en encontrar el campamento ubicado a 8.000 mil metros. No había bebido agua ni comido algo en tres días y sus movimientos eran torpes, pero logró llegar hasta el lugar.
Cuando el resto de los alpinistas lo vio volver, congelado y con sus extremidades temblorosas, no lo podían creer. El simple retorno del hombre es considerado como un milagro hasta el día de hoy.
No obstante, sus posibilidades de vivir eran mínimas y lo más probable es que le tuvieran que amputar algunas partes de su cuerpo para que pudiera vivir por más años.
Fue así como un helicóptero sacó a Beck de la montaña y lo llevó hasta un centro asistencial. El hombre sobrevivió a todas las noches que vendrían, hasta el día de hoy.
Ya en Estados Unidos, los médicos le dijeron que para que tuviera un mejor futuro debían amputarle su brazo derecho, los dedos de su mano izquierda y hacer cirugías para reconstruir su nariz. El hombre aceptó todo eso.
En una entrevista dada al diario El País, Weather recalcó que toda esa experiencia le sirvió, efectivamente, para superar su depresión y recuperar a su familia. Sin ir más lejos, su esposa aseguró años más tarde que estaba redactada la demanda para pedirle el divorcio una vez que volviera de Nepal.
“Lo más duro cuando regresé a casa fue conservar mi matrimonio que, básicamente, se había deshecho. Siempre he querido a Peach, mi esposa, y la sigo queriendo (inmensamente) pero una de las grandes verdades es que simplemente querer a alguien no es suficiente”, indicó.
A lo que agregó: “Tienes que estar ahí cuando lo necesite, y eso es probablemente lo que peor se me daba, así que tuve que convencer a Peach de que, pasara lo que pasara en el resto de nuestras vidas, en el futuro estaría siempre ahí para ella y los niños y que serían mi prioridad número uno para el resto de mi vida. Tuve que asegurarme de que entendía que lo decía en serio para volver a conseguir su confianza. Eso fue lo más duro”.
Junto con eso, el estadounidense recalca que cuando estaba tirado en la montaña no le tuvo miedo a la muerte, debido a que había intentado suicidarse años antes.
“Pensé que por la depresión y por el hecho de haber pensado seriamente en el suicidio durante tantos años, no me importaría morir. ¿Sabes?, vivir una vida intensa, morir joven, dejar un cadáver atractivo”, sostuvo.
Añadiendo que: “Cuando verdaderamente llegó el momento de morir, me di cuenta de que no estaba preparado, y recordando ese momento veo la propia contradicción en mi actitud que tuve durante años sobre la muerte: que sería algo pacífico para mí. De hecho, luché como un loco para que no me pasase, así que supongo que mi caso encierra una gran ironía”.
Cabe señalar que esta tragedia del Everest fue ampliamente cubierta por la prensa de la época. En aquellos años, por primera vez se ponían en tela de juicio las expediciones comerciales hacia el monte más alto del mundo.
La travesía de Weather llevó a que en el año 2000 él mismo escribiera su biografía, la cual sirvió como base para la realización de la película Everest (2015), que narra lo vivido por el grupo de escaladores en 1996.