Aquel 24 de agosto del año 79 D.C., el Vesubio, el coloso de 1.300 metros de altura, dejó de contenerse y manifestó su ira en una nube ardiente de gases y materiales sólidos que se dejó caer sobre Pompeya para dejarla detenida en el tiempo.

Casi 2 mil años después, las impactantes imágenes del volcán Kilauea, en actividad desde hace una semana en Hawai, pueden hacernos recordar aquella historia, una que nos rememora el poder de la naturaleza, pero también los avances de la ciencia.

Pompeya durmió enterrada durante casi 17 siglos hasta que en 1748 comenzaran las excavaciones que la descubrirían. Bajo las capas de ceniza volcánica se hallaba la ciudad completa resguardada del paso del tiempo. Como recuenta la National Geographic de España, las obras fueron encargadas al ingeniero militar Roque Joaquín de Alcubierre por el entonces rey de Nápoles, el futuro rey Carlos III de España. Así fueron apareciendo la villa de Cicerón, la finca de Julia Félix y el templo de Isis, entre otras construcciones que hoy siguen siendo analizadas e investigadas.

Morn the Gorn (CC) Wikipedia
Morn the Gorn (CC) Wikipedia

La tragedia que acabó con la población de Pompeya, y con la de localidades aledañas como Herculano y Estabia, dio paso a uno de los descubrimientos más apasionantes de la arqueología, y se convirtió en un documento histórico que permitió desentrañar los secretos del estilo de los habitantes del Imperio Romano.

Jardín de los fugitivos  | Lancevortex (CC) Wikipedia
Jardín de los fugitivos | Lancevortex (CC) Wikipedia

El último niño

Pero aún quedan secretos por revelar. En abril, según reportó Newsweek, un equipo arqueológico desenterró el esqueleto de un niño de siete u ocho años. Al momento de la erupción, el menor habría corrido a ocultarse en los baños centrales de la ciudad, pero eso no sería suficiente para protegerlo del flujo piroclástico, esa mezcla ardiente y mortal de gases y materia volcánica.

Los restos se hallaban enterrados en el sector de los baños a sólo diez centímetros de la superficie.

Parco Archeologico Di Pompei
Parco Archeologico Di Pompei

De acuerdo con Massimo Osanna, director del Parque Arquelógico de Pompeya, la ciudad está en medio de un período de grandes avances de investigación arqueológica. Actualmente, antropólogos, vulcanólogos, arqueólogos y otros especialistas se encuentran trabajando con tecnología de punta para profundizar aun más en la comprensión de la ciudad y de su destrucción.

El esqueleto fue trasladado al laboratorio para realizar pruebas de ADN que permitirán determinar su sexo y posibles enfermedades que haya sufrido, detalló el Telegraph. “Gracias a la nueva tecnología, el último niño de Pompeya ha emergido desde un rincón sin excavar” declaró Osanna.
Estos nuevos hallazgos en conjunto con los avances científicos permiten confiar en que entenderemos cada vez mejor lo que ocurrió ese día.

24 de agosto al mediodía

Según el sitio Livescience.com, el monte Vesubio ya venía anunciando lo que iba a ocurrir en los días previos, con una serie de temblores menores. Pero, acostumbrados a la actividad sísmica, los habitantes de Pompeya no prestaron mayor atención. La ciudad ya se había recuperado de un terremoto que lo había asolado en el año 62. Sus habitantes habían aprendido a convivir con ese vecino temperamental e inamovible, ubicado a solo diez kilómetros.

Un recuento de los hechos hora a hora publicado por Forbes relata que, luego de la erupción al mediodía, a la una de la tarde una nube de cenizas ya flotaba en el ambiente. Una hora después, la piedra pómez blanca ya caía sobre la ciudad acumulándose a un ritmo de entre 10 y 15 centímetros por ahora, hasta alcanzar una altura de casi tres metros.

A las 17:00, el sol está totalmente cubierto por las cenizas. La ciudad está a oscuras. Comienzan a caer rocas incandescentes del tamaño de un puño a una velocidad de 50 metros por segundo. La gente comienza a huir hacia la costa.

Benparedes (CC) Wikipedia
Benparedes (CC) Wikipedia

Pero ya era tarde. Muchos quedaron atrapados. La primera oleada de lava llegó a las ciudades cercanas de Herculano, Boscoreale y Oplontis. A la medianoche la columna de humo alcanzó los 33 kilómetros, y durante la noche seis oleadas de lava arrasaron el resto de las ciudades alrededor del Vesubio. La que termina de cubrir a Pompeya llega a las 6:45 del 25 de agosto.

En menos de 24 horas se calcula que murieron aproximadamente 13 mil personas.

Con solo 18 años, Plinio el Joven fue uno de los refugiados que alcanzó a escapar a la ciudad de Misenum, a 21 kilómetros de lo que había sido Pompeya. Había huido con su madre al comenzar los temblores. Desde allí observó el macabro espectáculo y registró que el mar se contraía “como si fuera empujado por los terremotos”, probablemente a causa del tsunami provocado por las erupciones. El prohombre romano describe “horribles nubes negras rotas por las formas sinuosas del viento en llamas”.

Destrucción de Pompeya y Herculano (1822), de John Martin
Destrucción de Pompeya y Herculano (1822), de John Martin

Muerte piadosa

Durante mucho tiempo se pensó que la mayoría de los habitantes de Pompeya habían muerto por asfixia, pero una investigación de 2010 lo desmintió, comprobando que el fin había sido algo más piadoso: una muerte instantánea por la exposición a temperaturas de entre 300 y 600 °C.

Giuseppe Mastrolorenzo, investigador del Observatorio Vesubiano que lideró los estudios, explicó a National Geographic que “los moldes de los cuerpos presentan lo que se conoce como cadaveric spasm, una postura adoptada únicamente cuando la muerte es instantánea”.

Posteriores análisis de ADN permitieron detectar cambios causados por las altísimas temperaturas que se compararon con los resultados de pruebas realizadas en laboratorio. De esta manera, se llegó a la conclusión de que en Pompeya llegó a 300 °C, y en Herculano, a 600 °C.

Así, las posturas de los famosos moldes de los habitantes de Pompeya, el símbolo más conocido de la tragedia, podrían dejar de ser interpretadas como contorsiones de una terrible agonía, como durante tanto tiempo se hizo. En realidad se trata de los espasmos que vienen con una muerte instantánea.

Amor eterno

Fue en 1863 que llegó el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli se hizo cargo de las exploraciones. Luego de realizar grandes avances en las excavaciones y aplicar nuevos métodos de trabajo, tuvo la inspirada ocurrencia de crear moldes de las víctimas de la erupción.

Para ello inyectó yeso en los huecos que los cuerpos habían dejado bajo la capa de cenizas volcánicas al descomponerse. El resultado es uno de los hitos de la arqueología que más repercusión ha tenido en la cultura popular.

Tanto así, que para la película de 2014 Pompeya, inspirada en el cataclismo que asoló la ciudad, el director Paul W. S. Anderson encontró inspiración para la escena final en uno de los más famosos moldes: el de los amantes de Pompeya.

La icónica imagen corresponde a dos cuerpos entrelazados en un abrazo inmortal que el Vesubio se encargó de fijar para la eternidad. Aunque también se manejaba la hipótesis de que se trataba de una madre y su hija, primaba la idea de que sus protagonistas eran un hombre y una mujer que en un gesto final de amor se abrazaron para enfrentar juntos su destino aciago.

Pero en abril del año pasado, estudios de ADN arrojaron que ambos cuerpos eran masculinos. Massimo Osanna explicó que esto no comprueba que se trate de amantes, pero que dada la posición de los cuerpos no es una hipótesis que se pueda descartar. Lo que sí es seguro es que no hay una relación de parentesco entre ambos.

Telegraph
Telegraph

Este descubrimiento, sumado al del esqueleto del niño y otros que van apareciendo semana a semana prueban que aún queda mucho por descubrir en Pompeya, y que con frecuencia la realidad es más fascinante que la ficción, representada en este caso por una película que no fue del gusto del público ni de los críticos, y que probablemente tampoco lo habría sido de los habitantes de la ciudad desenterrada.

O, como asevera Osanna, “Pompeya nunca deja de sorprender”.