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En vísperas del Golpe de Estado de 1973, Chile envió a 93 jóvenes campesinos a la Unión Soviética para capacitarse en maquinaria agrícola, un viaje que se extendió por décadas debido a la dictadura militar. El gobierno de Salvador Allende buscó beneficiar a miles de familias campesinas, priorizando la modernización del campo y la profesionalización de sus labores. A pesar de la incertidumbre generada por el Golpe, la URSS decidió continuar con la formación de los jóvenes, quienes enfrentaron dificultades de comunicación, miedo y desconfianza al retornar a Chile. Tras años de estudio y adaptación, algunos lograron aplicar sus conocimientos en su país natal, mientras otros se establecieron en distintas ciudades rusas y países vecinos. La historia de estos campesinos, plasmada en el libro "Viaje a las Estepas", revela sus luchas, sacrificios y reencuentros, destacando la importancia de la solidaridad y el apoyo mutuo durante tiempos turbulentos.
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Apenas un par de días antes del Golpe de Estado de 1973, Chile envió a 93 jóvenes a la Unión Soviética para capacitarse en maquinaria agrícola. Sin embargo, tras la irrupción de la dictadura militar, lo que iba a ser un viaje de tres años, se transformó en décadas de incertidumbre.
Una desconocida historia llena de angustia protagonizada por casi un centenar de campesinos nacionales que viajaron a cumplir un sueño y debieron quedarse alejados de sus familias sin saber el idioma, sin comunicación y completamente a la deriva.
La modernización agraria de Allende y un viaje sin retorno
En el gobierno de Salvador Allende, más de 70 mil familias campesinas fueron beneficiadas por las medidas implementadas gracias a la reforma agraria. Y es que, además de las expropiaciones y compras de terrenos, se levantaron asentamientos para agricultores, mejoraron sus viviendas y las condiciones de vida de las personas que dedicaban su vida al campo, ya sea a niños como adultos, a quienes se les entregó herramientas para profesionalizar su trabajo.
En ese marco, el Estado lleva a cabo el intercambio de 93 campesinos, entre 15 y 22 años, y con la presencia de cuatro mujeres entre ellos, a la Unión Soviética. ¿El objetivo? Que pudieran capacitarse como mecánicos tractoristas y otros aspectos técnicos propios del trabajo agrícola. Un viaje que se llevó a cabo el 4 de septiembre de 1973 y que se enmarcaba en la colaboración y hermandad que, en esa época, existía entre ambas naciones.
Otro propósito de esta beca entregada por el gobierno soviético era poder modernizar la vida y la capacidad laboral de estos jóvenes, quienes formaban parte de un mundo rural que albergaba a familias conservadoras y completamente alejadas de los nuevos avances tecnológicos y de la sociedad. Además, es importante consignar que muchos ni siquiera habían completado su educación media, por lo que la oportunidad era un sueño para los protagonistas de esta historia.
Fue así como el avión Ilyushin los trasladó de Santiago a Moscú, donde continuaron su viaje en tren, no sin antes hacer un pequeño tour por el Kremlin y la Plaza Roja. Luego de recorrer varios kilómetros y tras largas horas de cansancio y agotamiento, los chilenos habían llegado a su destino; la ciudad petrolera de Akhtyrskiy, donde iban a pasar los siguientes tres años estudiando y perfeccionándose como agricultores.
La ciudad no tenía más de 20.000 habitantes, por lo que la llegada de estos jóvenes ‘chascones’ fue todo un hito para los lugareños, quienes los recibieron con música y aplausos. Sin embargo, no pasaron ni tres días del arribo de los campesinos nacionales a este pequeño pueblo, cuando la camaradería de los pobladores se transformó en angustia y tristeza por lo que estaba ocurriendo en el país de sus visitantes. El episodio más oscuro en la historia de Chile, el Golpe de Estado y la muerte de Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Sin hablar el idioma, sin comunicación hacia Chile y sin noticias
Los jóvenes habían llegado hace sólo días a Akhtyrskiy y aún no sabían decir ni una sola palabra en ruso, por lo que la lamentable noticia no les llegó de forma inmediata. Una vez que llegaron las imágenes de La Moneda bombardeada por los militares comandados por Augusto Pinochet a la televisión y diarios soviéticos, la angustia, la tristeza, la preocupación y el miedo se instaló entre los campesinos.
Según la propia versión de los protagonistas, los rusos sólo se limitaban a decirles “Allende, pum, pum” entre lágrimas, por lo que en un principio no entendían lo que estaba sucediendo y por qué habían tantas caras largas aquel 11 de septiembre.
Pese a la incertidumbre y el obvio quiebre de relaciones con Chile, la URSS decidió no dar por finalizadas las becas de los campesinos y continuar con sus estudios técnicos, entendiendo que, sin pasaportes, sin consulado y sin una embajada chilena, iban a quedar más a la deriva aún.
Cabe consignar que en 1976, tres años después del Golpe de Estado y del viaje de los 93 chilenos hacia la Unión Soviética, un diario chileno hizo el intento por cubrir el caso de estos jóvenes, aunque sosteniendo que se trataba de ‘200 niños presos’ en tierras rusas. En ese entonces, los agricultores ya debían haber concluido sus estudios técnicos, pero el interés de la Cancillería nacional -controlada por militares- fue nulo.
¿Qué sucedió con los 93 campesinos?
La incertidumbre y angustia de los campesinos chilenos en la Unión Soviética se prolongó por décadas y, gracias a una exhausta investigación realizada por el escritor Cristián Pérez, se pudo saber qué pasó con estos jóvenes durante esos años. Un relato construido por los propios protagonistas en el libro ‘Viaje a las Estepas’, publicado en 2018.
En este texto presentado en el Museo Histórico Gabriel González Videla, se cuenta cómo los agricultores pudieron intercambiar escuetas informaciones con sus familiares a través de cartas, aunque muchas se perdían en el trayecto, ya que no podían cruzar la ‘cortina de hierro’ en plena época de Guerra Fría.
Como los estudios técnicos sobre maquinaria agrícola tenían una duración de tres años, con 45 campesinos que lograron graduarse en Akhtyrskiy y sin respuestas sobre su repatriación, muchos de ellos comenzaron a emigrar a otras ciudades rusas, como Moscú, Rostov, Ivánovo, e incluso a otros países vecinos -que en ese tiempo eran parte de la URSS- como Moldavia, Azerbaiyán, Bulgaria y Ucrania. Mientras algunos se convirtieron en militares comunistas, más de una veintena decidió cursar estudios universitarios. Por su parte, se dio a conocer que el primer fallecido fue Segundo Serrano, quien murió nadando en el río Volga.
La primera en iniciar el retorno a Chile fue Myriam Martínez, recién en 1984, y quien pudo dedicarse a la agricultura, siendo una de las pocas que pudo aplicar lo aprendido en Rusia en beneficio de las tierras nacionales. Por su parte, en el mismo año, un grupo también volvió al país para unirse a lo que sería la ‘policía militar’ del Partido Comunista. Una idea que comienza a fracasar en 1986 y que se marchita definitivamente en 1990, con la llegada de Patricio Aylwin al poder tras 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet.
Augusto Pinochet le entrega la piocha de O'Higgins al Presidente Patricio Aylwin durante el cambio de mando en Valparaíso el 11 de marzo de 1990. pic.twitter.com/I0TZx1bmYw
Años después, comenzaron a retornar más campesinos desde tierras rusas, sin embargo, su adaptación a su propio país no fue tarea sencilla. “El Estado de Chile no tuvo una política de acogida ni acompañamiento. Se les miró con desconfianza, ya que venían de un país que dejó de existir (Unión Soviética), donde habían estudiado marxismo-leninismo. Les pusieron trabas y mil dificultades”, recalcó Pérez en una entrevista con la BBC.
En total, el libro logró recopilar información de 74 de los 93 jóvenes que fueron enviados por Salvador Allende a la URSS y permitió sacar a la luz pública sus angustiantes y esforzadas historias de vida. En 2023, para el aniversario n°50 de su viaje al otro lado del mundo, los agricultores pudieron tener su reencuentro en la sede de la Confederación Nacional Sindical Campesina, del Agro y Pueblos Originarios, donde ya como veteranos, pudieron conversar, abrazarse, compartir y cantar junto al compositor italiano Enrico Paganelli.
“Los lazos con la patria se cortaron definitivamente, porque no había ninguna relación diplomática o de ningún tipo, y nos tocó madurar de un día para otro, tuvimos que crecer. Gracias al apoyo de familia que nos dio el pueblo soviético, pudimos salir adelante, sinceramente, fue un golpe caótico, tanto sentimentalmente como psicológico, romper todos los lazos con Chile, con nuestro país. Gracias a la Unión Soviética. Siendo hija de campesino, logré llegar a la universidad, cosa que en Chile jamás hubiese sido posible, por eso le doy gracias por todos los logros que tuvimos todos nosotros”, expresó en dicha reunión Verónica Cortés, una de las cuatro mujeres que emprendió vuelo el 4 de septiembre de 1973.
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