En la guerra y en el amor, todo se vale. "Candy Bomber", se quedó con la última parte de esa frase para hacer el bien. El piloto de EEUU que bombardeaba con dulces a los niños alemanes, ha dicho ¡misión cumplida! a sus 101 años.
En tiempos de guerra las historias positivas entregan paz. Este es, precisamente, el espíritu de la que protagoniza “Candy Bomber”, el piloto de EEUU que, en lugar de lanzar bombas a los niños alemanes, los bombardeaba con dulces en una Berlín occidental bloqueada por los soviéticos.
A los 101 años, el coronel retirado, Gail S Halvorsen, dejó de existir físicamente el pasado 16 de febrero. Una breve pero letal enfermedad fue la causante. No obstante, su legado queda vivo y representado en los relatos de la postguerra. Esos que entregan esperanza cuando las decisiones políticas han acabado con casi todo.
“Descanse tranquilo, patrón: ahora tomaremos los controles durante una temporada y llevaremos el avión a salvo a casa… como siempre lo hizo, brindando luz y alegría a todos en nuestra ruta de vuelo”. Fue la frase que le dedicó la Fundación de Educación de Aviación Gail S. Halvorsen, tras anunciar su muerte en Facebook.
Candy Bomber: cómo y por qué bombardeaba con dulces a niños alemanes
La historia del “Candy Bomber” se remonta a entre 1948 y 1949, según publicó el sitio especializado Force.net.
Se trataba de un joven piloto de EEUU, miembro de la Royal Air Force. Formaba parte de los aviadores de los países aliados que ayudaban a la Alemania de la postguerra. Los vuelos humanitarios sustituían a los bombarderos que se defendieron de la amenaza nazi.
En uno de esos aviones es que Gail S Halvorsen sobrevolaba Berlín. Su misión era entregar suministros a los alemanes que habían visto desvanecer la presencia de Hitler, pero no así las crecientes necesidades que enfrentan los sobrevivientes de la Segunda Guerra mundial, fuera cual fuera el bando en el que estaban obligados a formar.
El Puente Aéreo de Berlín fue la ruta. Durante 11 meses consistió en misiones angloamericanas, transportando alimentos y combustible desde la base aérea alemana RAF Fassberg. Partían a Berlín Occidental donde la Unión Soviética bloqueó todos los viajes por ferrocarril y carretera hacia y desde la ciudad. La comida escaseaba y los hambrientos sobraban.
Ante eso, el “Berlin Candy Bomber” y “Uncle Wiggly Wings”, como también era conocido, abrió no sólo sus alas para tratar de mitigarla. También, sus sentidos. Escuchó de algunos niños una reflexión desde sus cortas pero complicadas existencias en la capital alemana.
Tras una entrega de suministros con su avión, Halvorsen se acercó a un grupo de infantes que estaban pegados a una alambrada. Cuando relató en 2020 ese episodio, aseguró que los niños no pedían mucho, pero sí lo suficiente para sobrevivir, analizando la situación que atravesaban.
“Algún día tendremos suficiente para comer”, le dijo uno de estos. “Pero, si perdemos nuestra libertad, nunca la recuperaremos”, remató.
Lo único que tenía el piloto de EEUU, preparado en la Escuela Británica de Entrenamiento de Vuelo Número 3 en Oklahoma, eran chicles. Se los entregó a unos agradecidos infantes que con poco quedaron felices.
Sin embargo, esa frase suscitada en el breve encuentro, fue clave para que “Candy Bomber” saliera a una misión especial con una nueva carga. Esta vez, constaría, desde su primer entrega, en pañuelos que envolvían chocolates y otras golosinas, arrojadas con paracaídas miniaturas desde su avión de carga C-54. La lluvia de alegría, por fin, sustituía a las arrasadoras bombas.
La operación fue bautizada como Little Vittles (Pequeñas provisiones).
Las donaciones para seguir bombardeando dulzura
La hazaña de “Candy Bomber” pronto fue conocida en su país.
En Estados Unidos, las compañías fabricantes de dulces comenzaron a donar grandes cantidades de golosinas para colaborar con la causa del piloto aliado.
No sólo las industrias pusieron su granito de azúcar. Los niños estadounidenses también se enteraron de la situación y, por medio de sus padres, hacían llegar los suministros para que Gail S Halvorsen siguiera arrojando esos paracaídas en miniatura, con la feliz carga para los niños de Berlin occidental.
No pasaría mucho tiempo para que Australia y Reino Unido, se sumaran al concierto de donaciones.
La guerra en Ucrania, sorprendió al mundo en los últimos días. El horror de los ataques, replicados en las redes sociales, estremecieron a propios y extraños, por un conflicto que tiene sufriendo también a los más inocentes y vulnerables.
Historias como la del “Candy Bomber”, el piloto estadounidense que bombardeó a los niños alemanes con dulces, en un periodo de un año, resultan esperanzadoras, en medio de la consternación.
El Museo de la RAF (Royal Air Force) aseguró que al término de las operaciones del puente aéreo de Berlín en mayo de 1949, con la iniciativa y buen corazón de Halvorsen, se habían arrojado 23 toneladas de dulces a los niños alemanes.
Las alas del piloto responsable, se cerraron hace menos de un mes. Aún así, su legado sobrevolará los cielos de la historia que trata de enmendar, aunque sea un poco, el sufrimiento que las guerras y sus impulsores llevan al mundo.
Vuela alto, “Candy Bomber”.