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Suecia, conocida por su histórica acogida a refugiados e inmigrantes, ha cambiado de rumbo en 2024 con políticas que desincentivan la permanencia de foráneos, generando un sentimiento nacionalista contrario a la inmigración. El Gobierno sueco celebró que por primera vez en 50 años las solicitudes de asilo han disminuido, pasando a un mínimo histórico, lo que ha llevado a restricciones y cambios en la política migratoria. La violencia, el desempleo y la segregación urbana se han vuelto problemas crecientes, lo que ha provocado un cambio de paradigma en Suecia, una nación que busca controlar la llegada de inmigrantes y mitigar los efectos negativos de una población indocumentada.

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Durante décadas era común escuchar en conversaciones que Suecia era un país que recibía a refugiados e inmigrantes con los brazos abiertos.

Ahora en 2024, las cosas han cambiando.

Suecia, que cuenta con dos millones de inmigrantes, equivalente a un 20% de su población, cambió su paradigma de acogida por uno que desincentiva la estadía de los inmigrantes.

Frente a esta situación, surgió un sentimiento nacionalista contra los extranjeros en el país escandinavo, que desde la década de los 70, acogió a chilenos, yugoslavos, y ahora a ucranianos, sirios, iraquíes o afganos.

Pero a diferencia de otras épocas, en que el Gobierno sueco apoyaba a los foráneos, ahora los refugiados provenientes de África y Oriente Medio, son objeto de criminalización, por parte de la sociedad, que mira con recelo a los inmigrantes.

¿Por qué Suecia cambió la política de acogida a los inmigrantes?

A principios de agosto, las autoridades suecas celebraron que más personas abandonaron Suecia de los que ingresaron. Así lo mencionó la ministra de Migración, Maria Malmer Stenergard.

De esta forma, por primera vez en 50 años, las solicitudes de asilo llegaron a un mínimo histórico, puesto que entre enero y mayo de 2024, los solicitantes del trámite llegaron a un 15%, mientras que la migración de los suecos aumentó un 60 %, según datos de la Oficina Central de Estadísticas de Suecia.

Inmigrantes que llegan desde Dinamarca a la estación de tren de Hyllie en Malmö, Suecia. Reuters

Asimismo, esta cifra se traduce en que en 2023, hubo 94.514 inmigrantes. Al contrario de los 163.000 inmigrantes que llegaron en el 2016. Sin embargo, a partir de 2016, Suecia endureció las leyes de asilo y el número de inmigrantes disminuyó.

Pero, ¿qué ocurrió con Suecia, un país que era conocido por abrir sus fronteras?

La crisis humanitaria por la guerra en Siria y África, desencadenó que los socialdemócratas en 2016, determinaran que la entrega de la residencia permanente, sería reemplazada por una estadía temporal a la población inmigrante, además de otras restricciones, como la prohibición de no traer a sus familias, si no tenían ingresos, consignó el diario español El País. Pese a ello, el Estado sueco continuó favoreciendo la integración mediante la obligación de aprender el idioma sueco, pero condicionando las ayudas estatales a una serie de requisitos restrictivos como limitar la entrega de visas.

No obstante, los centros de refugiados, no dieron abasto a los miles de inmigrantes, que empezaron a vivir en barrios marginales y que se vieron implicados en “la guerra de bandas”.

Suecia cierra la puerta a los inmigrantes

En 2000, Suecia era uno de los países más seguros en Europa, puesto que en los índices de criminalidad, el país estaba en el lugar 18 entre 22 países. Al respecto, en aquella época, había 2 muertes por millón de habitantes, cuando la media europea era de 3,8, según detalló el informe del Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Delito.

Mientras, en 2023, el Gobierno sueco incorporó al Ejército en las tareas de prevención para combatir a las bandas de narcotraficantes que protagonizan tiroteos y atentados, en ciudades como Malmö y Uppsala.

Por ejemplo, en abril de 2017, un inmigrante que iba a ser deportado atropelló a varias personas, matando a cuatro peatones en el lugar.

Ante este panorama de violencia, también hay otros factores, como el desempleo y la segregación urbana de los últimos 15 años.

Manne Gerell, profesor del Departamento de Criminología de la Universidad de Malmö, cree que estos eventos ocurren por múltiples causas. “El aumento de la segregación, alimentado por la inmigración y las políticas de desregulación, ha hecho que las redes delictivas de los barrios desfavorecidos se fortalezcan”, expresó a Infobae.

Suecia: La violencia sin control

En consecuencia, frente a la violencia protagonizada por extranjeros, la imagen actual es que la inmigración es un problema. Ya que en 2016, hubo un peak, pues llegaron 80.000 personas en el transcurso de dos meses.

“Vimos un gran número de personas llegando, lo que hizo pensar a un amplio grupo de la sociedad sueca que esto era un error. Al mismo tiempo, en Suecia hubo un incremento del crimen”, afirmó Christian Christensen, profesor de la Universidad de Estocolmo, a BBC Mundo.

Así las cosas, el Gobierno liderado por el primer ministro conservador Ulf Kristersson —que se encuentra apoyado por el partido nacionalista de extrema derecha Demócratas de Suecia— ha dicho que el país está “dividido” por la violencia.

Beeld Daniel Rosenthal / de Volkskrant

De hecho, el diagnóstico es compartido por la otrora coalición que gobernó el país entre 2014 y 2022, el Partido Socialdemócrata Sueco (SAP).

En el caso del ingreso de extranjeros, el partido acentúa que la ola migratoria provocó una segregación en todo el país. En concreto, afirman que distritos como Rinkeby en Estocolmo y ciudades grandes como Malmö, actualmente se convirtieron en guetos.

De manera similar, los socialdemócratas reconocen que estos sectores funcionan como verdaderas “sociedades paralelas”, caracterizadas por los crímenes y la radicalización religiosa, indicó una publicación de The Objetive que recogió un informe del SAP.

Según el informe, esta segregación provocó que “muchos tienen un dominio ineficiente del idioma sueco, lo que afianza aún más los sentimientos de aislamiento y falta de pertenencia”.

Una vida sin esperanza

En vista de la disminución de la calidad de vida, muchos acusaron que la falta de integración real, llevó a la población inmigrante a incorporarse al crimen organizado.

Por ello, en el distrito de Rinkeby, es común que los jóvenes sin trabajo, sean reclutados por las bandas criminales en su búsqueda de generar ingresos.

En una entrevista con el medio español La Vanguardia, Magnus Gustafsson, quien es trabajador social del distrito, explicó que la pobreza arrastra a los niños y adolescentes al tráfico de drogas. “La desigualdad es cada vez mayor, jóvenes frustrados sin otra cosa que hacer, se dedican a traficar, se apuntan a bandas criminales, lo mismo que en la banlieue de París o en el South Side de Chicago”.

Por otra parte, los integrantes de Demócratas, han creado una ofensiva legislativa que pretende restringir la incorporación de personas no europeas.

El país escandinavo, de 10,3 millones de habitantes, acusa que mitigará los efectos negativos de los extranjeros desempleados, limitando las prestaciones sociales, que hoy benefician mayormente a las mujeres. Entre otras medidas, anunciaron que quienes viajen al país, deberán tener un trabajo estable. Además de poner un tope a las prestaciones, de modo que no puedan recibir múltiples subsidios —por hijos, vivienda, desempleo, enfermedad, permiso parental, etc.—, recogió nuestro medio asociado DW.

“Debido a una política de integración que casi no plantea exigencias ni proporciona incentivos para integrarse en la sociedad, esta forma de inmigración ha creado una Suecia dividida”, sostuvo Kristersson en 2023, mientras hablaba sobre las nuevas medidas para “ordenar” a la nación de “la segregación, la exclusión social, el desempleo, los malos resultados escolares y la falta de valores suecos comunes”.