Ahora enfrenta la deportación a El Salvador, donde temen que vuelva a ser encarcelado, tras tomar la justicia por su propia mano.
Un niño llegó a Estados Unidos, entendiendo que el sueño americano le cambiaría la vida. Así fue, pero los planes no salieron como todos esperaban. Fue violado por su niñero y, pocos años después, uno de sus seres queridos correría el mismo destino.
Marco Flores tiene una historia complicada, de principio a fin. Emigrar formó parte de su camino, pero el destino fue más incierto de lo que pensó.
Arremeter contra su verdugo, salvó a su pequeño sobrino. Pero el precio a pagar todavía es grande. Tras cumplir más de una década en la cárcel, aún sigue pagando por su decisión.
La historia se desarrolla con un probable final infeliz. La libertad para Flores, no necesariamente significa ver la luz, según los hechos detallados por New York Times.
El camino hacia su abusador
Un niño partió desde El Salvador, rumbo a Estados Unidos. Con apenas seis años, los sueños comenzaban a materializarse en su cabeza.
Era la década de los 90, cuando su país trataba de levantarse de un sangriento conflicto armado; las pandillas comenzaban a fortalecerse para hacer una nueva guerra a la sociedad.
Marco Flores y su familia consiguieron huir de esa realidad, sin saber que enfrentarían otra dolorosa prueba. Cuando tenía 9 años, en su casa contrataron a uno de sus vecinos, Jaime Galdamez (23 años), para que fuera su niñero. Vivían en Boston (Massachusetts).
El supuesto cuidador, no obstante, era un verdugo disfrazado de buen vecino y comenzó a abusar sexualmente de Marco, extendiendo el calvario del menor de edad hasta sus 14 años.
La vida de un niño que buscó un mejor futuro quedó marcada por un pedófilo que lo hizo guardar silencio para evitar la cárcel, sin saber que su víctima, años más tarde, tomaría la justicia por sus manos para evitar el abuso de otro niño en su familia.
La fotografía de su sobrino en el sótano de su violador
Los abusos de Galdamez, contra Marco, llegaron a su fin cuando éste último tenía 14 años. 5 largos años habían pasado para un adolescente que llevaba cuesta arriba los recuerdos de los vejámenes a los que fue sometido.
Sin embargo, cuando el joven cumplió 17 años, su madre le dio la peor noticia: contratarían de nuevo al sujeto para que cuidara de su sobrino de 6 años. No sólo eso, se mudaría a vivir con ellos.
Cegado por el horror de lo vivido, en mayo de 2011, Marco Flores ingresó a la casa de su verdugo. No se sabe cuánto tiempo exactamente estuvo en el lugar y con qué excusa ingresó, pero consiguió llegar al sótano.
En dicho lugar, encontró la foto del niño, confirmando las intenciones de su abusador contra su pequeño sobrino. Fue ese día en que se reportó el asesinato de Jaime Galdamez, de entonces 31 años.
El hombre fue estrangulado y su cuerpo sin vida reducido a cenizas. Los abogados de Marco, quien fue capturado por el crimen, dijeron que, siendo un adolescente, fue la única forma en que su cliente pensó en evitar que su sobrino fuera víctima de Galdamez.
Cuando la policía llegó al lugar de los hechos, encontraron videos y fotos de niños pequeños. Estaban en un disco duro del asesinado hombre. También hallaron conversaciones en línea sobre cómo abusar de menores sin ser atrapado.
Libre por buena conducta, pero camino a la deportación
Marco Flores se declaró culpable en 2013 por el cargo de homicidio voluntario. Fue la estrategia de la defensa para evitar que su cliente no fuera condenado a cadena perpetua. El joven, de entonces 19 años, hizo caso a sus abogados.
Meses después fue condenado a 15 años de prisión. Por buena conducta, cumplió 13 años tras las rejas, pero otra mala noticia se avecinaba: una eventual deportación.
En Estados Unidos los delitos violentos, como el que cometió Marco, se pagan con la deportación si se es inmigrante. El joven no tenía estatus migratorio cuando fue apresado. De ahí que salir de la prisión le signifique un triunfo agridulce.
Su esposa, Diana Flores, contrajo matrimonio con éste cuando aún estaba preso. La mujer describe la situación y se rehusa a regresar a El Salvador, con la esperanza de que, como en otros casos de delitos mayores, los tribunales le den la oportunidad a su pareja de quedarse en Estados Unidos, ya que sólo actuó en defensa de un niño.
“Viviríamos toda nuestra vida cuidándonos las espaldas”, asegura, ya que temen represalia de los familiares de Galdamez. Se suma a la situación que, en su país de origen, las autoridades pondrían enviar a prisión a Marco, como a otros, sin el debido proceso.
La fecha del juicio de deportación contra el joven salvadoreño aún es incierta.