Entre los días 17, 18 y 19 de abril de 1998 se desarrolló en Santiago de Chile la denominada Cumbre de las Américas, la cual reunió a todos los mandatarios del continente en torno a una serie de actividades protocolares y búsqueda de acuerdos comerciales.
El presidente de Chile en ese entonces era Eduardo Frei Ruiz-Tagle y la primera dama era Marta Larraechea. Ambos estuvieron encargados de recibir a una serie de presidentes que llegaron hasta la capital con amplios dispositivos de seguridad.
No obstante, la gran expectación en ese entonces estaba marcada por la llegada del presidente de Estados Unidos Bill Clinton. Conocido en ese entonces por un gran carisma y por estar involucrado en un profundo escándalo en su país.
Desde enero de ese año los diarios estadounidenses como Newsweek y The Washington Post ya habían lanzado exclusivas contando sobre el romance que Clinton había tenido por varios años con su secretaria Mónica Lewinsky, una mujer que entró a trabajar en el servicio público con apenas 22 años.
Por esos años ambos negaban rotundamente los hechos, aunque las investigaciones de los medios, con grabaciones de por medio, aseguraban que ambos habían tenido encuentros de carácter sexual entre 1995 y 1997. Todo un escándalo para la época.
Por esos años se temía por la continuidad que tendría el matrimonio entre Bill y Hillary Clinton, además de los posibles cuestionamientos morales que podrían recaer sobre el presidente, los cuales finalmente quedaron de lado de forma rotunda.
Pues bien, con todos estos antecedentes llegaba Clinton hasta Santiago de Chile. En la Moneda fue recibido por el presidente chileno Frei, quien lo invitó a ser parte de las diversas actividades que mantendrían paralizado el centro de la capital.
Como era de esperarse, la comitiva de seguridad del mandatario estadounidense era una de las más aparatosas y grandes de todas las delegaciones. Todo estaba fríamente calculado y, a primera vista, absolutamente nada podía salir mal. No obstante, él decidió otra cosa.
Cuando Clinton conoció una verdadera picada
El 17 de abril de ese año, los mandatarios estuvieron invitados a una actividad protocolar en el Teatro Municipal de Santiago. Casi todos los presidentes que concurrieron, estuvieron en el lugar por cerca de dos horas y volvieron con sus comitivas a los hoteles respectivos para seguir con los itinerarios de la tarde.
Y cuando decimos “casi todos”, nos referimos a que hubo uno en particular que no respetó lo estipulado por su equipo de seguridad y, en un arranque de improvisación extrema, decidió conocer lo que era un boliche del centro de Santiago. El hombre al que aludimos es: Clinton.
Así fue como el presidente número 42 de los Estados Unidos no quiso subirse al auto que tenía preparado su equipo y desvió su camino. El temor de sus guardaespaldas era evidente, ya que nunca se está preparado para una salida de protocolo tan rauda.
Fue así como el propio Bill Clinton decidió cruzar la calle e ingresar a un boliche que estaba justo frente al Teatro Municipal de Santiago. Su nombre era tan simple como su menú: “San Remo”.
Archivos de Associated Press muestran que el mandatario estadounidense fue invitado por una de las meseras del recinto a ingresar. Una vez dentro estuvo allí descansando por un tiempo no mayor a 20 minutos.
Dentro de “San Remo”, Clinton pidió una botella de Coca Coca Light que tomó en un vaso. Se dice que le ofrecieron probar un completo chileno, pero que se habría negado. No obstante, esto nunca ha sido comprobado.
La mesera que atendió al mandatario en ese momento fue María Ximena Provoste, quien en declaración a El Mercurio indicó que el hombre fue bastante amable, aunque no dejó propina.
“Ese día había una actividad de la Cumbre de Presidentes y acordonaron todo el sector sin decirle nada a nadie. De repente vimos que se estacionaba una limusina conducida por una mulata alta, puertorriqueña, quien poco antes había pedido el baño del local. Luego se produjo un gran revuelo y ahí estaba, frente a nosotros, el Presidente Clinton en persona”, sostuvo.
“Empecé a gritarle ‘Presidente, Presidente, venga a comer lentejas con nosotros’, porque eso había de almuerzo para el personal. Él, para nuestra total sorpresa, avanzó, saludó de besos y más besos y vino hacia nosotros en medio de un mar de gente, periodistas y fotógrafos”, agregó.
“Entonces le avisé al dueño, que en ese momento estaba almorzando en una mesa: ‘Está aquí el Presidente Clinton’. En medio del nerviosismo le ofreció una bebida y él pidió una Coca Light que yo corrí a servirle, después de saludarlo como tres veces. Me acuerdo que limpié el vaso con un paño que ni siquiera estaba muy limpio, pero él, todo relajado, igual se tomó la bebida, aunque no dejó propina. Su visita realmente nos fascinó”, concluyó la mujer.
Otras trabajadoras del local señalaron en ese entonces a AP que inicialmente tenían miedo respecto a la Cumbre de las Américas, debido a que los dispositivos de seguridad que existían en el sector podían espantar a la gente, aunque la visita de Clinton fue todo un hito.
“No venía nadie porque estaba todo cercado acá. Nosotras mismas estábamos molestas porque con esta cumbre no iba a entrar nadie y nos iba a ir mal. Pero nunca pensamos que íbamos a tener una visita tan sorprendente como la del presidente Clinton”, indicó otra empleada.
“Todas le pedimos un autógrafo y a todas nos dio uno. Lo guardamos felices, porque un autógrafo del presidente de Estados Unidos, el más poderoso, es bonito”, remató una tercera trabajadora.
La ida de Clinton hasta el lugar dejó una serie de cambios. En primer lugar, la shoppería dejó de llamarse “San Remo” para denominarse hasta el día de hoy como “La picá de Clinton”.
Asimismo, el jefe del local decidió guardar la botella de Coca Cola que el mandatario estadounidense consumió ese día, la cual está en exhibición hasta el día de hoy.
Por último, el recinto decidió bautizar uno de sus sándwich con el nombre de “Completo Clinton”. Este consta de vienesa, ají, tomate, mayonesa, Chucrut y mostaza. Su valor inicial era lo más bonito de todo: 280 pesos chilenos.