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El sistema electoral de Estados Unidos se destaca por su complejidad, centrado en el Colegio Electoral, donde cada estado tiene asignados electores que determinan la elección presidencial. Estados cruciales como Florida, Pensilvania y Michigan, conocidos como swing states, cobran relevancia al no tener una preferencia partidista clara y decidir el resultado final. A diferencia de un sistema de voto popular directo como en Chile, el Colegio Electoral busca equilibrar la influencia de estados grandes y pequeños, evitando que los más poblados dominen por completo. Este diseño puede resultar confuso, pero ejemplos como el de California, Texas y Wyoming ilustran cómo un candidato puede ganar la presidencia a pesar de perder el voto popular nacional, como sucedió en las elecciones de 2000 y 2016 con Al Gore y Hillary Clinton.

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Este martes 5 de noviembre, Estados Unidos celebrará sus próximas elecciones presidenciales, en las que los candidatos principales, Donald Trump y Kamala Harris, competirán por asegurar la mayor cantidad de votos electorales. Para ganar la presidencia, necesitan alcanzar al menos 270 votos del Colegio Electoral. Pero, ¿cómo funciona realmente este sistema?

El sistema electoral de Estados Unidos es único y complejo, basado en una estructura de votos indirectos a través del llamado Colegio Electoral, donde cada estado tiene una cantidad determinada de electores.

Esta mecánica es fundamental para entender por qué algunos estados tienen un papel crucial en el resultado final de las elecciones y por qué, en algunos casos, el ganador del voto popular no siempre es quien obtiene la presidencia.

¿Qué es el Colegio Electoral y por qué algunos estados valen más?

El Colegio Electoral es un grupo de 538 electores que, oficialmente, seleccionan al presidente y al vicepresidente de los Estados Unidos.

Cada estado tiene un número específico de electores, equivalente al total de sus representantes en el Congreso (la suma de sus senadores y representantes en la Cámara Baja). Por ejemplo, California tiene 54 electores, Florida tiene 30 y Nueva York 28.

Para ganar la presidencia, un candidato debe conseguir la mayoría absoluta de estos votos, es decir, 270 votos electorales. Esto hace que algunos estados, conocidos como swing states o estados bisagra, sean determinantes.

Estos estados, como Florida, Pensilvania y Michigan, no tienen una inclinación política definida hacia uno u otro partido, lo que significa que sus electores a menudo deciden el desenlace de las elecciones.

¿Por qué no basta con el voto popular?

En un sistema de voto popular directo, como Chile, ganaría el candidato con más votos en todo el país. Sin embargo, el sistema estadounidense está diseñado para balancear la influencia de estados grandes y pequeños.

El Colegio Electoral intenta que los estados más pequeños, en términos de población, no queden totalmente opacados por los más grandes. Así, aunque California puede aportar 55 votos electorales, un grupo de estados más pequeños que en conjunto sumen un número equivalente de votos también tienen peso en la decisión final. ¿Muy confuso? Veamos un ejemplo.

Ejemplo práctico

Imaginemos una elección en Estados Unidos entre dos candidatos: A y B. En este ejemplo simplificado, solo consideraremos tres estados: California, Texas y Wyoming.

California tiene 55 electores y una gran cantidad de votantes. Supongamos que el candidato A gana en California con el 51% de los votos, y el candidato B obtiene el 49%. Aunque la diferencia es mínima, el candidato A se lleva los 55 votos electorales del estado (porque en la mayoría de los estados se aplica el sistema de winner-takes-all o «el ganador se lleva todo»).

Texas cuenta con 38 electores. Aquí, el candidato B gana con el 70% de los votos frente al 40% de A, llevándose los 38 votos electorales.

Wyoming, un estado mucho más pequeño, con solo 3 electores. El candidato B también gana aquí con el 70% de los votos frente al 30% de A, sumando otros 3 votos electorales.

Si sumamos los votos populares (la cantidad de votos individuales) en cada estado, es posible que el candidato B tenga más votos a nivel nacional gracias a su victoria contundente en Texas y Wyoming.

Sin embargo, el candidato A podría ganar la presidencia al sumar 55 electores de California, frente a los 41 que obtuvo el candidato B entre Texas y Wyoming. Así, el candidato A gana en el Colegio Electoral con 55 votos, aunque el candidato B obtuvo más votos en total en el país.

Por este motivo es que este sistema no está exento de críticas, ya que ha dado lugar a situaciones en las que un candidato gana la mayoría del voto popular, pero pierde en el Colegio Electoral.

Casos recientes incluyen las elecciones de 2000 y 2016, en las que Al Gore y Hillary Clinton, respectivamente, obtuvieron más votos a nivel nacional que sus oponentes, pero perdieron la presidencia por no alcanzar los 270 votos electorales.