El masking, o camuflaje, es una estrategia que emplean muchas personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) para ocultar sus síntomas y comportarse de forma más aceptable socialmente.
Este mecanismo implica imitar comportamientos neurotípicos, lo que permite a quienes lo utilizan integrarse mejor en situaciones sociales y evitar el rechazo o la exclusión.
Aunque cualquier persona puede usar el masking en momentos puntuales, las mujeres y niñas con TEA lo hacen de manera constante debido a la presión social de ajustarse a las normas establecidas.
El masking en mujeres y niñas con TEA
Según explica el Centro de Psicología Marhela, “en psicología, el término masking significa ponerse una máscara neurotípica, es decir, «camuflarse» o adaptar la conducta de uno mismo a lo socialmente esperado en cada momento”.
Este camuflaje puede parecer beneficioso a corto plazo, permitiendo a las personas con TEA prevenir situaciones incómodas, como el acoso escolar o el mobbing en el trabajo. Sin embargo, a largo plazo tiene graves consecuencias.
Las mujeres y niñas que recurren al masking suelen sufrir desgaste psicológico, episodios de ansiedad, cuadros depresivos y una constante disociación de su verdadera identidad.
Este esfuerzo por parecer “normales” no solo es agotador, sino que les impide mostrarse tal como son y recibir el apoyo adecuado para su condición.
Masking e infradiagnóstico del TEA
Lo anterior está firmemente relacionado con el infradiagnóstico de la condición en el sexo femenino.
Según explica un artículo publicado por investigadoras de la Universitat de València, la desproporción entre hombres y mujeres diagnosticados con TEA se explicaría por un sesgo hacia un estereotipo masculino del trastorno.
“Es posible que niñas con altos niveles de rasgos de TEA, pero sin problemas intelectuales o de comportamiento adicionales, no cumplan los criterios de diagnóstico porque, de alguna manera, hacen frente mejor al trastorno que los niños”, indican.
En esa misma línea, un artículo escrito por dos académicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para The Conversation, explica que muchas mujeres “reciben el diagnóstico después de que se lo detectan a sus hijos. Ellas mismas relatan que saber que tienen autismo explica su forma de ser y actuar. Como consecuencia, disminuye la ansiedad que padecían”.
Según relatan, el masking es descrito por muchas mujeres autistas como un proceso agotador que afecta su bienestar mental y físico. Aunque puede ayudarles a lograr éxito social o académico, este esfuerzo constante genera altos niveles de ansiedad y, en muchos casos, depresión.
También puede provocar que sus verdaderos problemas de salud mental sean confundidos con otros trastornos, como la ansiedad social o el trastorno obsesivo-compulsivo, indicaron las expertas.
A medida que crecen los movimientos para visibilizar el autismo en mujeres, muchas han comenzado a compartir sus experiencias y a abogar por un diagnóstico profesional más temprano y preciso.