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En un mundo marcado por la rapidez y la multitarea, el estrés se ha vuelto un compañero habitual debido a las presiones laborales, compromisos sociales y la constante necesidad de estar conectados. Más allá del agotamiento, el estrés puede afectar la memoria y la concentración. El psicólogo Ítalo Tassara destaca que este estado perjudica la vida cotidiana y laboral de las personas, debilitando competencias y capacidades. El estrés crónico puede causar ansiedad, depresión, agotamiento emocional, problemas de sueño, cambios de humor, baja autoestima y aislamiento social. Grupos como los que trabajan en situaciones de emergencia, cuidadores y estudiantes son más propensos a sufrirlo. Si bien cierto grado de estrés puede ser motivador, es fundamental mantenerse dentro de límites controlables, ya que el estrés crónico puede afectar la memoria a largo plazo y dañar el hipocampo. Para mitigarlo, se recomienda actividades relajantes y ejercicio físico. El descanso adecuado y el apoyo social son clave para mantener la salud mental y prevenir la falta de memoria y concentración.

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En un mundo donde la rapidez y la multitarea dominan nuestro día a día, el estrés se ha convertido en un compañero indeseado, pero cada vez más habitual. Con presiones laborales, compromisos sociales y la incesante demanda de estar siempre conectados, nuestra mente se encuentra ante un desafío constante. ¿Pero qué ocurre cuando este agobio mental se apodera de nosotros? Más allá de la simple sensación de agotamiento, el estrés puede insidiosamente alterar nuestras capacidades cognitivas más fundamentales: la memoria y la concentración.

Ítalo Tassara, docente y psicólogo con máster en la Universidad de Barcelona, conversó con BioBioChile y profundizó sobre cómo este estado grave de preocupación y tensión mental perjudica la vida de las personas, desde lo más cotidiano a lo laboral.

El estrés no es sólo estar preocupado o cansado

Muchas personas, ante la más mínima alerta de preocupación, angustia y cansancio, suelen manifestar por la vida que padecen altos niveles de estrés, relativizando y bajándole el perfil a este problema que, sin embargo, afecta negativamente la salud mental de manera mucho más alarmante. Y es que estos factores externos tienden a debilitar las competencias, recursos y capacidades de un individuo, tanto a corto como a largo plazo.

“El estrés mata y es un factor tremendamente nocivo que va carcomiendo el organismo”, enfatiza Tassara a la presente redacción, haciendo un llamado a tomárselo más en serio y a entender el gran daño que produce a las personas.

Además, el especialista reveló que el estrés “ha sido un tema de estudio para varios psiquiatras y psicólogos del mundo”, como es el caso de los españoles Enrique Rojas y Marian Rojas Estapé, quienes lo han inspirado a esclarecer las variadas consecuencias que produce este negativo estado emocional cuando se presenta de manera crónica.

Tassara ahonda en cómo repercute el estrés en el organismo:

Ansiedad y depresión: cuando la mente está sobrecargada, provoca sentimientos de preocupación, tristeza y desesperanza.

Falta de concentración y memoria a corto plazo: el individuo no se acuerda de cosas menores y cotidianas, ya que su mente divaga en tantas otras situaciones que debe resolver.

Agotamiento emocional: la persona se siente cansada, desmotivada y con menos energía vital para afrontar sus retos diarios.

Problemas de sueño: el estrés crónico produce insomnio y otros trastornos del sueño muy comunes en personas que lo padecen.

Cambios de humor repentinos: el individuo puede pasar de una emoción a otra abruptamente y está más irritable y/o melancólico.

Baja autoestima: las personas estresadas pueden volverse excesivamente autocríticas, perdiendo confianza en sí mismas y sintiéndose incompetentes.

Aislamiento social: el individuo quiere entrar en un ostracismo y en un mundo personal propio, aislándose de actividades sociales y de la interacción con las demás personas.

Pero, ¿qué grupos están más propensos a verse afectados por un estrés crónico? Según el académico, los individuos que ejercen labores funcionales directamente relacionadas a situaciones de emergencia o quienes se dedican al cuidado de otras personas, son los principales candidatos a vivir bajo una tensión mental agobiante, como también los estudiantes, quienes al pasar por periodos críticos de sobrecarga académica, se origina en ellos distintas frustraciones y miedos relacionados al fracaso.

“Es importante considerar que, de acuerdo a diversos estudios, las mujeres están sometidas a una mayor presión, ya que deben realizar multitareas. Es decir, no sólo deben cumplir con labores profesionales, sino que también con responsabilidades familiares. Incluso, crecer profesionalmente implica un mayor esfuerzo para ellas, lo que suele estresar mucho más”, complementó el psicólogo.

¿Realmente funcionamos mejor bajo presión?

Si bien Tassara explica que, en algunas ocasiones, cierto grado de estrés sirve de motivación e impulso en las personas y que suprimirlo en su totalidad puede verse relacionado con alguien desganado y que no tiene ánimo, pasión, propósitos ni voluntad, siempre es importante mantenerse dentro de rangos normales y controlables, ya que aclimatarse al estrés crónico y sólo funcionar bajo presión, podría traer graves consecuencias.

Y es que no sólo afecta la memoria a corto plazo, sino que también “la dificulta a largo plazo, es decir, la capacidad de las personas de evocar recuerdos del pasado se imposibilita en un estado de estrés, no permitiendo almacenarlos y recuperarlos. Un estado de estrés puede dañar el hipocampo de manera significativa, que es la reserva donde los recuerdos del pasado quedan“, de acuerdo al docente.

Es por esto que solemos olvidarnos de fechas de cumpleaños importantes, dónde dejamos nuestras llaves, qué comimos hace un par de días o de promesas (reuniones, acuerdos, citas, etc.), volviéndonos personas que sólo tenemos la capacidad de responder a lo inmediato, peligrando proyectos futuros, ya sean personales, académicos o laborales.

El estrés también disminuye la concentración porque la persona se focaliza en la fuente misma del estrés, lo que impide prestar atención a otras responsabilidades por razones lógicas, llevando a errores, olvidos y otras dificultades a la hora de completar tareas, y facilitando la distracción y pensamientos intrusivos. Por otra parte, produce fatiga y bloqueos mentales, ya que afecta una región del cerebro llamada amígdala, que es responsable del miedo y de las emociones, y que está directamente relacionada con la capacidad de tomar decisiones”, profundizó el especialista.

Teniendo en cuenta que es el estrés el que produce la falta de memoria y concentración, y no viceversa, para reforzar estas funciones cerebrales hay que partir por mitigar este grave estado de preocupación y tensión mental. ¿Cómo hacerlo? Tassara recalcó que lo principal es “enfocarse en todo lo que tenga que ver con relajación, como caminatas en el bosque, actividades relacionadas a la meditación, ejercicios de respiración, baños termales, entre otras acciones, además del ejercicio físico”.

“La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, al menos, 150 minutos de actividad física a la semana”, Ítalo Tassara.

“Esto último hace que bajen los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés, y permite que pueda surgir la serotonina, dopamina y endorfinas, lo que hará que la persona se sienta mucho más relajada después de cualquier actividad. Por otra parte, mejora la oxigenación del cerebro”, agregó.

Antes de finalizar, el psicólogo con máster en coaching en la Universidad de Barcelona hizo hincapié en que el descanso adecuado y el apoyo social es sumamente importante para mantener nuestra salud mental. Buscar apoyo emocional y hablar de nuestros problemas, ya sea con amigos, familiares o incluso con un profesional, va más allá del mero hecho de sentirnos bien, ya que permite identificar lo negativo y cuidarnos de consecuencias como la falta de memoria y concentración.