Las políticas públicas y esfuerzos privados deben evolucionar hacia enfoques más integrales y sistémicos, que permitan coordinar acciones preventivas y paliativas hacia los efectos de la obesidad en la población chilena.

El informe publicado el 4 de marzo de 2025 por la Federación Mundial de Obesidad ha revelado cifras preocupantes sobre la prevalencia de la obesidad en Chile. Hoy por hoy, el 83% de los chilenos mantienen un índice de masa corporal elevado, mientras que un 42% de la población chilena vive con obesidad. Estas cifras resultan preocupantes, ya que escapan al promedio presentado en Latinoamérica y a países de la OCDE.

Además, el informe advierte que para el año 2030 más de 14 millones de chilenos tendrían el índice de masa corporal en categorías elevadas, lo que derivará a un aumento de enfermedades crónicas como son la diabetes, enfermedades cardiacas, problemas osteoarticulares, ciertos tipos de cáncer, enfermedad hepática y presión arterial alta. Lo anterior es una señal alarmante para los estamentos de política pública del país, quienes deben considerar que la población chilena avanza hacia una problemática sistémica y que la legislación debe contemplar.

La obesidad como un círculo vicioso

La obesidad es considerada una epidemia multifactorial, ya que existen una serie de componentes que afectan estas cifras. Entre estos factores están el bajo consumo de alimentación nutritiva, el bajo costo y facilidad de acceso a comidas ultraprocesadas y escaso acceso a información nutricional de los alimentos consumidos.

Además, se suman otros factores relacionados a los hábitos de vida saludable y niveles socioeconómicos, como son, la escasa calidad del sueño, altos niveles de hormonas estresoras de los sistemas orgánicos, insatisfacción laboral, estrés acumulado, consumo indiscriminado de medicamentos sin receta, escaso acceso a la salud mental, bajos niveles de actividad física y escasos niveles de acceso a áreas verdes y contacto con la naturaleza.

Y la lista, suma y sigue. Un círculo vicioso del que parece ser difícil escapar y el informe es categórico al exponer las cifras y el futuro del país.

Políticas públicas con enfoques más integrales

Frente a esta problemática de salud pública, el informe destaca algunas de las medidas gubernamentales que Chile ha puesto en práctica para combatir la obesidad en aumento, como por ejemplo el etiquetado de alimentos, la publicidad de alimentos poco saludables, el impuesto a las bebidas azucaradas, políticas nacionales de actividad física y deportes, atención primaria de salud para informar acerca del peso y talla de la población, entre otras. A pesar de lo anterior, los niveles de obesidad continúan aumentando y nos indican que dichas medidas no han sido suficientes.

Más allá de que aquellas cifras causen alarma, es necesario tomar medidas. Para esto, las políticas públicas y esfuerzos privados deben evolucionar hacia enfoques más integrales y sistémicos, que permitan coordinar acciones preventivas y paliativas hacia los efectos de la obesidad en la población chilena. Subsidios a alimentos saludables, promoción de actividad física en los colegios, actividades municipales que activen el deporte y el contacto con la naturaleza, atención primaria de salud de calidad, en donde el nutricionista y un equipo interdisciplinario pueda intervenir de manera conjunta, y una adecuada asignación de recursos para la educación y la salud. Esto podría ser considerado una inversión de acuerdo al aumento del gasto público en el tratamiento de enfermedades crónicas no transmisibles.

Por último, es necesario considerar que la responsabilidad no recae únicamente en el gobierno, si bien las políticas deben ser revisadas y fortalecidas, el llamado es a la reflexión personal acerca de los hábitos de vida y las elecciones diarias que contribuyen (o no) con la problemática. Académicos, profesores, políticos, médicos, nutricionistas, psiquiatras, padres y familias pueden generar un cambio sistémico coherente en donde nuestras decisiones nos encaminen hacia el círculo virtuoso del bienestar y la salud integral.

Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá revertir esta tendencia y garantizar una mejor calidad de vida para las futuras generaciones.

Por Belén Fierro Saldaña
Académica Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile.
bffierro@uc.cl

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