Imagina un episodio de Los Simpson: Homero, desesperado por encontrar un segundo trabajo, va de puerta en puerta buscando oportunidades, y Marge le recuerda a Homero lo mucho que sacrificaron en su juventud para salir adelante, enfrentándose a un mundo lleno de dificultades. En Springfield, como en Chile, las juventudes parecen enfrentarse a un sistema laboral tan caótico como Moe tratando de manejar su bar en una noche llena de clientes ebrios.

Los datos no mienten

En el Chile actual, los jóvenes, al igual que Lisa, están atrapados en una paradoja. Se espera que sean los motores del cambio, pero las estructuras laborales y educativas parecen más dispuestas a hundirlos en la frustración que a impulsarlos hacia el éxito. ¿Cómo pueden construir un futuro si se enfrentan a un sistema que parece haber sido diseñado por Homero en un mal día?

Los datos no mienten. Aunque se han creado más de 500.000 empleos entre 2022 y 2024, un 26% de estos son informales, según el Ministerio del Trabajo y Previsión Social (2024). Es como si el Sr. Burns ofreciera “empleos” a cambio de pescar tres ojos de pez en el río contaminado. La informalidad no es una solución temporal; es una trampa perpetua que impide a los jóvenes acceder a derechos básicos y estabilidad económica.

Mientras tanto, el sistema educativo parece una versión de la primaria de Springfield: desconectado de las necesidades reales. La Décima Encuesta Nacional de Juventudes del INJUV (2022) revela que los jóvenes sienten que sus estudios no les llevan a trabajos reales. Es como si, tras graduarse, Ralph gritara: “¡Soy un unicornio!”, mientras busca empleo en un mercado saturado y precario.

Y las mujeres jóvenes cargan con un peso extra

Como Marge, quien asume silenciosamente gran parte de las responsabilidades del hogar, muchas mujeres jóvenes en Chile se ven obligadas a postergar o abandonar sus sueños debido a tareas de cuidado no remuneradas. Según el Instituto Nacional de la Juventud (2024), el 65% de las mujeres cuidadoras entre 15 y 29 años enfrentan este dilema. El talento y la creatividad de estas mujeres quedan atrapados, como Maggie, quien siempre tiene algo que decir, pero nadie la escucha.

Entonces, ¿qué hacemos?

Chile necesita un cambio al estilo de Lisa Simpson: audaz, fundamentada y con un saxofón metafórico para liderar el cambio, pero también recordemos a Homero y Marge cuando eran jóvenes. Ellos soñaban con un futuro lleno de oportunidades, pero se toparon con un ambiente laboral que les exigía conformarse o adaptarse sin alternativas reales. Un sistema educativo que fomente la creatividad y prepare a los jóvenes para el mercado.

Finalmente, recordemos que, como en los mejores episodios de Los Simpson, el verdadero cambio viene cuando la comunidad trabaja junta. Los jóvenes de Chile no necesitan discursos vacíos; necesitan acciones concretas. Es hora de escuchar sus voces, de valorar su potencial y de construir un futuro donde no sean solo “la próxima generación”, sino los protagonistas de una historia de éxito.

¿Estamos listos para dejar de ser un Springfield en decadencia y convertirnos en un ejemplo de progreso? Solo el tiempo dirá si elegimos el camino de Lisa o seguimos atrapados en las torpezas de Homero.

Por Juan Díaz Mondaca
Ingeniero Comercial

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