Los procesos de acreditación, así como el sistema de financiamiento de las universidades, han contribuido a consolidar en el país un modelo de educación universitaria pragmático y utilitario, orientado preferentemente al trabajo.

Los rankings que previo a la rendición de la PAES publicitan las universidades con las carreras mejor remuneradas, con mayor campo ocupacional y más demandadas dan cuenta de esta realidad que subyace al pensamiento de John Dewey, uno de los intelectuales estadounidense más relevantes del siglo XX, quien señalaba que las universidades son el espacio de capacitación para el trabajo, cuyo fin no debe ser meramente intelectual, sino útil para el individuo y la sociedad.

Esta concepción de universidad, que surge como respuesta al modelo de educación tradicional que asociaba el estudio a la memorización de contenidos y a una recepción pasiva de los mismos, ha sido objeto de no pocos cuestionamientos por relegar a un segundo o tercer plano la formación y el ejercicio intelectual de los estudiantes, cuyas implicancias sociales no son inmediatas, sino que se decantan en el mediano y largo plazo.

John Henry Newman y su visión de la Educación Liberal

Uno de los pensadores católicos más influyentes del último tiempo, el cardenal inglés John Henry Newman, ya advertía a mediados del siglo XIX que este enfoque pragmático de la educación universitaria no favorecía la formación integral de los estudiantes, pues restringía el desarrollo del conocimiento y del ejercicio reflexivo sobre aquellos temas que trascienden lo puramente utilitario.

Para Newman, la clave estaba en desarrollar una Educación Liberal, concepto heredado de la tradición filosófica griega, que concebía la formación del intelecto como la forma más elevada de educación. En su obra The Idea of a University, plasma con asertiva claridad la razón de ser y el objetivo último de una universidad, logrando equilibrar aspectos de la educación tradicional con aquella que busca su impacto práctico.

El objetivo principal de una universidad -dice Newman- consiste en el cultivo de la mente, en enseñar a pensar y a formar juicios serios sobre las cosas para así llegar a la verdad y comprenderla. Lo anterior se consigue a través de una profunda formación y hábito intelectual, pues tal como un atleta se prepara a base de ejercicios y una disciplina adecuada, también el adiestramiento de la mente requiere de esos mismos hábitos.

Newman no se opone ni les resta importancia a los saberes en sí mismos, a la transmisión de conocimientos o al estudio de alguna materia o profesión, sino que plantea que esos conocimientos y aprendizajes no son más que un medio, ya que lo importante es la reflexión que se hace sobre ellos. Quien ha aprendido a pensar y a razonar -dice- estará en condiciones de dedicarse con éxito a cualquiera de las ciencias y profesiones.

¿Qué implica una verdadera formación integral?

En la actualidad vemos que en la raíz última de los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad como la corrupción, la desconfianza, el abuso y la desigualdad, entre otros vicios, está la ausencia de ese pensamiento crítico que trasciende lo útil y lo práctico, de esa reflexión acabada sobre el sentido último de la persona, el bien común, el deber ser con la comunidad y con quienes la integran, aspectos que son los que en definitiva configuran el tipo de sociedad que queremos construir.

En este sentido, a las universidades nos cabe una alta responsabilidad que va mucho más allá de la sola entrega de una formación profesional a nuestros estudiantes y del desarrollo de la investigación. Dentro del restringido marco de acción que nos ofrece el actual sistema universitario, debemos generar las condiciones para impulsar una verdadera formación integral, que no se reduzca a la sola incorporación forzosa de un par de materias de filosofía, ética o moral en las mallas curriculares, sino que todo al interior de la universidad esté orientado a desarrollar en los jóvenes un pensamiento crítico desde una perspectiva amplia e integral.

Al cumplirse cinco años de la canonización del cardenal Newman por el Papa Francisco, su propuesta de Educación Liberal de hace más de 150 años cobra plena vigencia a raíz de la compleja crisis social que afecta al país, donde la sobreabundancia e inmediatez de conocimiento e información, nos ha llevado a una incapacidad crítica y reflexiva para abordarlos correctamente.

Urge promover y generar los espacios para desarrollar en los estudiantes las capacidades y habilidades que les permitan discernir, juzgar, pensar, contemplar y admirar, elementos que para Newman, resultan esenciales para el servicio en la vida pública y para alcanzar una visión comprensiva del mundo y de la realidad.

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