Quebrar el sistema es una oscura meta, sobre todo si se busca una reforma desde arriba, que solo logrará equiparar los desastres de los SLEPs en la educación media y básica, junto con los peligrosamente bajos índices de aprendizaje de los niños chilenos en entornos de creciente deserción y violencia.

Hoy en día el Instituto Nacional, el Liceo de Aplicaciones, el Liceo Uno de Niñas o el Liceo Carmela Carvajal están muy lejos de ser los grandes motores de movilidad social que los caracterizó durante décadas. Hoy los colegios mejor rankeados son casi todos privados pagados.

El exministro Eyzaguirre estaría muy feliz de lograr su meta de “bajar de los patines” a miles de estudiantes de estos colegios que ya no pueden dar los cupos en carreras de excelencia a sus hijos y nietos.

Ahora, esta generación de dirigentes de la “moral distinta” buscan bajar de los patines a sus propias casas de estudios, y lo peor de todo, es que al igual que Marcela Cubillos- con su espuria y ridícula defensa de sus 17 millones de sueldo- creen firmemente que están en lo correcto.

Nivelar para subsistir

Lo central de esta propuesta no es la condonación “en la medida de lo posible” propia del Gobierno de Aylwin, para ello basta simplemente con revisar la propuesta del expresidente Piñera presentada hace 12 años, para entender que el Gobierno capituló en su transformación histórica de la educación y se concentró en un mero ajuste en quién firma los pagarés.

El verdadero impacto en el sistema es reconocer que desean replicar la experiencia de los patines, ahora acuñada en una frase del Ministro Cataldo que ha pasado demasiado desapercibida.

Aquí no se asegura que el sistema financie instituciones de educación superior de calidad. Aquí se asegura que estas instituciones “no quiebren” por el sistema. Esa es la meta, nivelando hacia lo más elemental, hacia lo más bajo, nivelar para subsistir.

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La Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile, son las dos instituciones más prestigiosas del país, que concentran gran parte de las publicaciones académicas relevantes y aparecen en diversos rankings especializados como parte de las mejores instituciones educacionales de Sudamérica.

Este prestigio atrae a los mejores estudiantes a sus aulas, los que en su inmensa mayoría provienen de sectores acomodados y clase media alta. La mayoría de ellos pagan la totalidad o un porcentaje relevante de sus aranceles. Con el nuevo sistema solo un pequeño porcentaje de estos estudiantes pagaría por sus estudios, lo que, a juicio de la Rectora Rosa Devés, generará un impacto directo en la disminución de la calidad de la enseñanza, investigación y extensión que realizarán. Pero claro, no existe la posibilidad de que quiebren, según nos replica el ministro Cataldo.

Las Universidades privadas tradicionales, agrupadas en el G-9 también han manifestado su preocupación por el monto de los aranceles fijados por este sistema, la forma en la cual impactará su desarrollo investigativo y su rol en la pluralidad de proyectos educacionales, sobre todo en regiones.

El FES crearía un sistema, para las instituciones que se unan a este fondo, con una serie de regulaciones, altos controles y normas sobre diversas temáticas como remuneraciones, transparencia activa y criterios en el uso de los recursos entregados, o virtudes que deseen los especialistas de turno, que dicho sea de paso, son seleccionados por Alta Dirección Pública.

Esta condición bastaría para asegurar la calidad de dichos profesionales, como si en la práctica y sobre todo para este Gobierno, esto pasara.

Universidades de élite y riesgo de segregación

Otra de las consecuencias “impensadas” de esta reforma, sería la no inclusión de varias instituciones privadas al futuro FES, creando un conjunto de universidades para familias y estudiantes de alto poder económico que pueden cubrir sus aranceles por cuenta propia. Estas universidades se transformarían de manera sistemática en maquinarias de réplica de la élite política y empresarial, generando un efecto tremendo de segregación, como ya ocurre a nivel escolar.

Todo esto tendrá consecuencias nefastas para el futuro de nuestro país, y sin ir más lejos las palabras de Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de Literatura, sobre lo sucedido en su natal Guatemala puede ilustrarnos lo que nos espera, pues “todo arranca de la escuela prociudad tan celebrada por los que lean a los reformadores con fines políticos, ya que no podemos juzgarlos como criminales o imbéciles para creer que siguen aceptando la buena fe, como notables las reformas escolares que nos llevaron a la ruina de donde ahora tratamos de salir.”

Quebrar el sistema es una oscura meta, sobre todo si se busca una reforma desde arriba, que solo logrará equiparar los desastres de los SLEPs en la educación media y básica, junto con los peligrosamente bajos índices de aprendizaje de los niños chilenos en entornos de creciente deserción y violencia.

Pero lo que más me preocupa, es que de verdad piensan que están haciendo lo correcto socialmente.

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