Esta es la historia de Andrea y su hija, quien ha sido diagnosticada con un trastorno general del desarrollo. Juntas han enfrentado grandes desafíos. A pesar de sus esfuerzos y capacidades, su hija ha tenido dificultades para encontrar a un empleo, más bien, para que la contraten. Las oportunidades laborales no han sido tan inclusivas como cabría esperar.

Antes que periodista, fui madre a mis 20 años. Tengo una maravillosa hija de 28 con un trastorno general del desarrollo que me ha enseñado a librar batallas por la inclusión. Esa de verdad, cuando ni quisiera se hablaba de ese término.

Todo ha sido más difícil y más lento, pero aún me sorprendo de los logros que ha conseguido contra todo pronóstico, incluso de los especialistas que la vieron a sus 4 años.

Hoy mi hija es técnico en Educación Parvularia y ayer terminó su mes de prueba en un jardín infantil. “Mamá, no me contratan. Quieren alguien más rápida”, eso me dijo en una llamada breve durante la mañana.

Y aquí vamos de nuevo en busca de otra oportunidad laboral.

Casi siempre piden al menos 1 año de experiencia y entonces vienen las contradicciones. Cuánta gente se viste de la inclusión y en la práctica uno observa que los equipos siguen buscando la excelencia, entre gente con ganas de tener un espacio en esta sociedad sin ser excelentes.

La lista de habilidades que se esperan en cada cargo es interminable y habla de iniciativa, liderazgo, planificación y agilidad; una lista de términos que las personas en situación de discapacidad ni siquiera saben si podrán adquirir, mucho menos si al mes pierden el trabajo y todo empieza desde cero.

Eso estoy aprendiendo hoy como madre. Mi hija será una mujer con alta rotación laboral, lo que hace más difícil pensar en un futuro estable para ella… Me imagino que no soy la única madre que vive esta situación una y otra vez.

Creo en mi hija y creo en la inclusión. La vida nos enseñó a valorar la diferencia en un patio de juegos, en una sala de clases, en los proyectos estudiantiles y en la búsqueda de estudios superiores con programas de integración.

Agradezco a Dios y a las personas que Él puso en este largo camino, para ver lo hermoso en este trayecto, a pesar de los obstáculos.

Hoy es viernes y empieza la búsqueda de un nuevo trabajo para mi hija.

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