Convertido en una parodia de sí mismo, el otrora empresario modelo Elon Musk, dueño de Tesla Motors, SpaceX y la red social X, se ha transformado en el mayor hater de los medios digitales.

En las últimas semanas, Elon Musk ha estado bastante activo a través de su cuenta @elonmusk, de hecho, el 3 de agosto pasado publicó una frase lapidaria: “La guerra civil es inevitable”, inflamando un circuito de fake news que enlazó perfecto con los peores disturbios raciales en el Reino Unido en décadas.

En ese mismo lapso, tuvo tiempo de enviar mensajes a Nicolás Maduro para definir el futuro de Venezuela vía un combate de boxeo, y anunciar una entrevista a Donald Trump, mientras difundía noticias falsas sobre la vicepresidente de EE.UU. y actual candidata demócrata, Kamala Harris. Las pachotadas en línea de Musk son incontables, tanto como su extraordinaria fortuna.

Elon Musk v/s el mundo

Si desde hace años que las redes sociales provocan fenómenos de desinformación y polarización política, hasta esta semana la intervención personal del dueño de X pasó de lo virtualmente anecdótico a poner en jaque la seguridad nacional de Inglaterra e Irlanda del Norte.

Su comportamiento virtual pone en cuestión a aquel Musk que señalaba que haría todo lo posible por combatir las noticias falsas, apelando al criterio de los propios usuarios de X para denunciar las fake news y deepfakes con una herramienta denominada Community Notes.

Una estrategia que parece ser no verosímil cuando X enfrenta demandas internacionales de los gobiernos de Brasil y Australia sobre la falta de control en su red social y su negativa a cerrar cuentas que promueven información falsa.

“Él es la única persona que no rinde cuentas a nadie”

En este escenario ¿qué se puede hacer frente a los tweets de Elon Musk y particularmente sobre la información que difunden las plataformas? Esta semana el gobierno británico ha enfrentado directamente al magnate, no solo en los intercambios con su primer ministro Keir Starmer, sino a través de los dichos del ministro de Tecnología de ese país quien señaló sobre Elon Musk que “él es la única persona que no rinde cuentas a nadie”, añadiendo que el impacto de su plataforma y mensaje en el discurso público no debe subestimarse.

En términos concretos, durante 2023 el Reino Unido aprobó la Ley de Seguridad en Internet, una norma que castiga a quienes viertan los contenidos ilícitos y nocivos en la red, y obliga a las empresas tecnológicas a vigilar sus plataformas. La ley entrará en vigencia en 2025. Así también, la Unión Europea ha sido pionera con normativas que regulan el contenido, el comercio digital y la protección de datos en internet; mientras tanto, Naciones Unidas está trabajando en torno al Pacto Digital Global que debiera lanzarse este año.

“Intenté la paz por dos años, ahora es la guerra”

Sin embargo, las regulaciones no solo provienen de los gobiernos: mientras Musk agitaba las aguas virtuales, X instaló una demanda en un tribunal federal de Texas contra Global Alliance for Responsable Media, una organización sin fines de lucro que representa a grandes marcas como Unilever, Mars, y CVS-Health, gigantes que constituyen un 90% del gasto publicitario mundial.

X señala que estas empresas han realizado “un boicot comercial” contra la plataforma, reduciendo sus presupuestos publicitarios en un 70%. Los demandados arguyen que la falta de regulación sobre la información que circula impacta en sus marcas. La razón: las empresas no quieren ver dañada su reputación anunciando en esta red social.

Sin embargo, dos días después de interpuesta la demanda, GARM ha sido disuelto sucumbiendo a la presión de Musk. No queda claro que pasará con el juicio y tampoco cómo el millonario convencerá a los anunciantes de volver a confiar en la plataforma. Algo difícil cuando mantiene su tono controversial: “Intenté la paz por dos años, ahora es la guerra”.

Más allá del comportamiento errático del amo y señor de X, la responsabilidad que le cabe por lo sucedido en Inglaterra es un punto de inflexión que empuja a respuestas conjuntas entre gobiernos, organizaciones internacionales y el propio sector privado a poner límites a las empresas que lucran gracias a la polarización y también sobre los responsables de verter informaciones falsas que ponen en riesgo la paz social.

¿La era salvaje de internet llegará a su fin? Esperemos. Su regulación también será inevitable.

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