En la educación, los profesores son pilares fundamentales no solo como transmisores de conocimiento, sino también como guías para sus alumnos. Sin embargo, en los últimos tiempos, lamentablemente la profesión docente ha enfrentado desafíos significativos que van más allá del aula y afectan directamente la salud mental de quienes la ejercen.

La educación en el aula se desarrolla en un escenario de alta exigencia centrado en el cumplimiento de las metas curriculares y de rendimiento académico. Se aleja a pasos agigantados del autocuidado y el bienestar, ejerciendo niveles de estrés y agobio que se escapan de la norma. Así, existe un claro aumento de licencias médicas en los profesionales de la educación.

Tal vez estamos con la necesidad de voltear a mirar el lado humano de profesores y alumnos, generando entornos académicos que sostengan la salud mental de todos los actores. Desgraciadamente, las reformas educacionales están aún lejos de impulsar con premura estas necesidades.

El reciente caso de la profesora Katherine Yoma, quien lamentablemente decidió quitarse la vida debido a las amenazas y agresiones que enfrentaba por parte de una alumna y su apoderado, es un trágico recordatorio de los peligros que enfrentan los profesores actualmente.

Este hecho no solo revela la vulnerabilidad de los docentes frente a situaciones de violencia y hostigamiento, sino también la urgente necesidad de abordar la salud mental en el ámbito educativo.

Estrés en el ámbito educativo

El estrés laboral siempre ha sido un factor presente en la vida de los profesores, pero ahora se suma el temor constante a situaciones de violencia física, emocional y verbal por parte de alumnos y apoderados. Esto termina afectando la mente de los docentes y generando un ambiente de inseguridad y desconfianza en los establecimientos educativos.

Por ello, es fundamental que tanto las autoridades educativas como las gubernamentales tomen medidas concretas para proteger la salud mental de los profesores y garantizar un ambiente laboral seguro y saludable. Lo anterior debe incluir la implementación de protocolos de prevención y atención de la violencia escolar, así como el fortalecimiento de los mecanismos de apoyo psicológico y emocional para los docentes.

Por otro lado, es necesario promover una cultura de respeto y empatía dentro de las comunidades educativas, donde se valore el trabajo de los profesores y se reconozca la importancia de su bienestar emocional, donde ellos puedan sentirse respaldados frente a situaciones de crisis.

No podemos olvidar que un profesor que se siente seguro, apoyado y valorado en su trabajo estará en mejores condiciones para brindar una enseñanza de calidad y contribuir al desarrollo integral de sus alumnos. Por lo tanto, cuidar la salud mental de los docentes no solo es una cuestión de justicia y humanidad, sino también una inversión en el futuro de la educación.

Jorge Fuentes, psicólogo

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile