Mientras los otomanos sitiaban Constantinopla en 1453, los ciudadanos de la capital de lo que en su momento fue heredero del imperio romano, discutían de forma seria sobre el sexo de los ángeles. Es así como surge el término de “discusión o argumento bizantina o bizantino”. Como se habrán dado cuenta, dicha frase se utiliza para referirse a una discusión inútil o sin sentido.
Según la última encuesta Cadem, un 72% cree que el país va por mal camino, contra un 22% que piensa que va por uno bueno. En este contexto, en que el país enfrenta problemas como la inseguridad, la mala situación económica y la corrupción en muchas instituciones, se da la discusión respecto a los sistemas de salud y previsional.
El gobierno, que por la realidad se ha visto obligado a cambiar su agenda, tiene tres grandes objetivos: reforma del sistema de pensiones, reforma del sistema de salud y reforma tributaria. A la última, que en principio era para financiar las dos primeras, a medida que van ocurriendo situaciones, el gobierno de manera interesada le agrega nuevos fines, por ejemplo: seguridad.
En materia previsional y de salud se plantea que el Estado se haga cargo de todo, administrando la cotización que las personas pagan de seguridad social (salud y pensiones). En eso han insistido el gobierno, la Convención Constitucional y expertos de izquierda en el Consejo Constitucional.
Es necesario clarificar que en el caso de los países socialdemócratas los pagos de seguridad social son parte de los impuestos generales y no constituyen un descuento adicional en la remuneración del trabajador. En Chile, el sistema es distinto y existe la alternativa de que las personas elijan sus prestadores de salud y AFP.
Respecto a las AFP, se debe señalar que el 70% del dinero que las personas tienen en sus fondos al momento de jubilar, corresponde a las utilidades de sus ahorros acumuladas durante su tiempo de trabajador activo, ganancias que las AFP han conseguido invirtiendo en diversos instrumentos. Lo que no se sabe, ni se ha explicado, es cómo el nuevo ente estatal mejorará los márgenes de ganancias actuales.
Por ello, se considera que se está “rascando donde no pica”, ya que las pensiones bajas, se deben a los bajos salarios. Lo anterior se explica, en parte, por la falta de mano de obra calificada y esto es principalmente debido a la formación de las personas, impactada por las políticas educacionales adoptadas, que se ven reflejadas en los pésimos resultados de los colegios públicos en pruebas nacionales e internacionales.
Otro problema lo constituye la alta tasa de informalidad, la cual llega actualmente a un 27,6%. El alto porcentaje corresponde a personas que no pagan cotizaciones previsionales. Por tanto, para mejorar las pensiones, primero debemos disminuir la informalidad y mejorar las remuneraciones. Para lograr aquello es fundamental elevar el nivel del sistema educacional.
En cuanto a las ISAPRES, se sabe que si colapsa lo privado (ISAPRES y clínicas) el sistema público no será capaz de absorber la demanda. Por lo demás, el modelo público de salud del Reino Unido, que quiere replicarse aquí, en enero de este año estaba causando entre 300 y 500 muertes cada semana a causa de los retrasos en la atención de Urgencias, según calcula el Real Colegio de Medicina de Urgencias, una institución independiente que establece los estándares de atención de emergencia en el país.
¿Se debe mejorar el sistema? Sí. ¿Cambiarlo por completo? No, ya que se ha encontrado un camino virtuoso en la alianza público – privada para que las personas accedan a salud y pensiones, quedando por avanzar mejoras en el mismo. Si el sistema funciona más o menos bien, parece absurda la discusión que se está dando en dichos ámbitos. En conclusión, parece más una pelea ideológica que el objetivo de pensar en el bien común de las personas.
La historia ya nos ha demostrado lo que ocurre cuando los problemas principales se enfrentan de manera tibia o pensando en la conveniencia política y no en el bien del país. Conocida es la tragedia de la República de Weimar (Alemania), donde la mayoría de la población agobiada, porque la clase política no satisfacía sus necesidades, terminó recurriendo a una persona como Hitler.
Actualmente, estamos entrampados en discusiones bizantinas sin dar con la senda para superar los problemas que aquejan al país. Solo sabemos que, como afirmaba Hegel: “El destino de la generación actual ya no soporta más el edificio en el cual habita ese destino”.