Escribo estas líneas desde la región de Los Ríos, donde la aprobación del PADEM de una comuna amenaza el empleo de 45 docentes. Al mismo tiempo, hay movilizaciones en Quellón por el no pago de cotizaciones previsionales a profesoras y profesores.

Hace unos días, estuvimos enfrentando los despidos a trabajadores de la educación en diferentes comunas del país. En otras tantas hay no pago de sueldos o la amenaza real de la suspensión de pagos el próximo mes, o el siguiente.

En el intertanto, nos enteramos de las gravísimas cifras de deserción escolar que afectan al sistema escolar chileno y vivimos una polémica en torno a Aula Segura, la ineficaz ley que no ha servido para reducir la violencia que viven nuestras escuelas y que ha recrudecido especialmente durante este año de vuelta a clases presenciales.

Como se ve, Educación tiene muchos temas y todos parecen muy distintos, pero en realidad se trata de las problemáticas evidentes, notorias y urgentes de un modelo educativo que no da para más y que es necesario volver a denunciar, con la insistencia que provoca la urgencia de ver la mala situación en los establecimientos educacionales de nuestro país.

Por una parte, está el modelo de financiamiento, que tiene quebrados a la mayor parte de los sistemas comunales de educación en todo el territorio nacional y que está a la base de la crisis de infraestructura y falta de atención en las escuelas y liceos. Faltan profesores, faltan psicopedagogos, faltan psicólogos… faltan hasta ventanas en las escuelas de Chile. Falta, en realidad, un financiamiento basal a los establecimientos educacionales de todo el país que entregue un piso mínimo de dignidad y eficiencia al ejercicio educativo.

Por otra parte, está el modelo pedagógico, que insiste en las mediciones estandarizadas, el individualismo y la competencia, y que es la raíz de fondo de la crisis de convivencia y violencia en las escuelas y liceos del país: si el otro es, a fin de cuentas, un rival al que vencer y superar, no hay un soporte conceptual profundo que permita construir entre todos una comunidad y, por lo tanto, desarrollar una cultura de convivencia, paz y reconocimiento mutuo. Si algo ha mostrado la crisis de violencia actual es la falta de comunidad escolar y eso, precisamente, tiene que ver con el modelo pedagógico y de sociedad que tenemos.

Y, finalmente, además del modelo de financiamiento y el modelo pedagógico, está el modelo organizativo de nuestro sistema educacional, que justamente se caracteriza por evitar ser un sistema propiamente tal y consistir solo en unidades educativas aisladas, precariamente apoyadas por un sostenedor y sin la concepción ni características de un servicio nacional respaldado por el Estado y estructurado con una mirada país. Tenemos, por ahora, escuelas que compiten entre sí y tratan de salvarse ante la vorágine de desafíos que enfrentan, pero no un sistema nacional correctamente articulado con una dirección común ni que aproveche las sinergias propias de un sistema propiamente tal.

En definitiva, ante los muchos problemas que tiene la educación en Chile, insistimos con convicción: es el modelo el que hay que cambiar.

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