La información es clara y contundente: 104 comunas del país, 30% del total nacional, se encuentran decretadas como zonas de escasez hídrica; el déficit de lluvias que abarca desde Atacama al Maule alcanza el 80%; las autoridades esperan no tener que racionar el agua en Santiago; comunas de Osorno, Llanquihue y Chiloé, en la mente de todos por ser muy lluviosas, estén en escasez hídrica y así una larga lista de noticias, que dejan en evidencia la grave crisis hídrica que vivimos a lo largo del país.
El origen de esta crisis tiene dos componentes, la disminución de las precipitaciones, por un lado, y el sobreconsumo de agua por la otra, y en ambas el factor común es el ser humano. La ausencia de precipitaciones, que ha llevado a que nuestra zona central haya cambiado su régimen hacía una sequía permanente, tiene origen en el cambio climático que sufre nuestro planeta, el cual se genera por la emisión de gases de efecto invernadero, por parte de la actividad humana.
Lo anterior, tiene un componente social importante: son los modos de producción y consumo socialmente aceptados por la población favorecida los que generan el cambio climático, provocando una crisis social en aquellas comunidades, generalmente desfavorecidas, que viven en contacto con la naturaleza y dependen del agua para vivir. La crisis hídrica es por ello, una crisis social, con un importante componente de desigualdad e inequidad.
El sobreconsumo de agua, que priva del ya escaso líquido a quienes viven en localidades rurales, e incluso urbanas de nuestro país, es otra arista de la crisis. El componente clave de ésta es la codicia humana, la cual guía a grandes agricultores a apropiarse de los derechos de agua necesarios para sus fines comerciales y hacer caso omiso a las necesidades de quienes viven de esa agua. El caso del Valle de Petorca, seco de agua para sus habitantes y rebosante de bien regadas plantaciones de paltos es muestra de ello. Sin duda, es también reflejo de una crisis social, que ha destruido la educación y ha puesto como modelo a seguir el éxito económico a cualquier costo, privilegiando la ganancia económica, el corto plazo y la total ausencia de empatía social.
Las soluciones para la crisis hídrica no son fáciles. Por una parte, una solución pronta va en la legislación, que norme efectivamente caudales ecológicos mínimos, asegure disponibilidad para habitantes locales y reparta derechos de agua con un enfoque socio ambiental y no económico. La solución raíz es de largo plazo y pasa por sensibilizar y educar a los tomadores de decisiones, para que éstas sean guiadas por el bien común y no por la codicia o la ambición.
Óscar Mercado
Director de Programa de Sustentabilidad de UTEM