Y llegó la pandemia. Cuando el contagio exponencial amenaza a las elites y enferma a más personas de las que los servicios sanitarios pueden acoger y mata a más personas de las que los servicios fúnebres pueden velar, las tareas de cuidado dejan de estar entre cuatro paredes y se toman el espacio público.
Texto de Patricia Crispi
La pandemia nos permite apreciar mejor que nunca las dos culturas que nos habitan: la cultura del cuidado y la cultura de la competencia. Y observar cierta correlación entre ellas y algunos aspectos de la biología de nuestro cuerpo.
Los espermatozoides en carrera por el primer lugar, con la certeza de que quien gana se reproduce, trasciende una nueva vida y quien no lo logra se va directamente al carajo: muerte en masa. Es el síndrome “Homo-zoide” (homo de hombre; zoide de espermatozoide). Desde ese impulso, los hombres están en permanente batalla para apropiarse de territorios, mercados, dinero, prestigio, mujeres, poder. Desde ese impulso, se apasionan por una pelota entrando al arco. Desde esa lógica, guerrean y construyen sociedades donde el valor es ganar, ascender, crecer. Es la cultura de la competencia.
El útero, por su parte, espera que el óvulo llegue. Y discierne. Si permanece igual que como arribó, lo deja pasar. Si, por el contrario, hubo invasión de espermatozoides y el más veloz logró engancharse al óvulo transformándolo en embrión, entonces el útero lo cobija y lo cuida durante nueve meses. Desde esa sabiduría uterina las mujeres cuidan a los hijos propios y ajenos, a los ancianos y a los enfermos, cocinan, asean el hogar y cultivan la huerta. Es el germen de la cultura del cuidado.
La lógica homozoide habita con más pasión y frecuencia en personas de sexo masculino y la lógica uterina en personas de sexo femenino. Pero hay muchísimas mujeres que compiten a la par con los hombres y muchísimos hombres para los cuales el cuidado de los hijos y/o el cuidado de la naturaleza son pasiones prioritarias. Más que lógicas son arquetipos, abstracciones, energías que conjugan pulsiones, emociones, pasiones y comportamientos. Y como todos los arquetipos no está destinados a encarnarse en personas reales.
Somos seres biológico-culturales, un entramado de genes y aprendizajes donde cada persona termina siendo un ser único con cierta conjugación de dosis (y no dosis) homozoide y uterina, habitando los espacios culturales de la competencia y el cuidado según su historia y su antojo. Y donde las nuevas generaciones de jóvenes, en forma creciente, combinan lógicas y arquetipos des-construyendo la lógica binaria que nos habita.
La cultura del cuidado habita principalmente en el espacio privado, lugar donde se reproduce, se protege y se cuida la vida. La cultura de la competencia habita principalmente en el espacio público, lugar donde se estructuran las actividades socioeconómicas que satisfacen las necesidades que la vida requiere para cuidarse y reproducirse.
Eso en teoría. En la práctica, la dinámica de las actividades socioeconómicas sigue principalmente la lógica homozoide de la lucha por el ganar, ascender, crecer y acumular a costa de la vida (humana y de otras especies). Esta dicotomía nunca es total. En el espacio privado hay conductas tan homozoides como la violencia de género y en el espacio público, la ecología, los derechos humanos y la equidad de género son importantes inmersiones de la cultura del cuidado en el espacio de la cultura de la competencia.
Estas dos culturas no son equivalentes. El patriarcado con sus valores simbólicos y sus estructuras socioeconómicas otorga a la cultura de la competencia supremacía sobre la cultura del cuidado. Desde Dios Padre, hasta el plural masculino en el lenguaje; desde los trabajos no remunerados en el espacio privado y remunerados en el espacio público (muy bien remunerados para actividades productivas y menos para actividades de cuidado).
Y llegó la pandemia
A medida que el contagio se acerca a las elites y la cantidad de test positivos y de muertos aumenta, la cultura del cuidado se impone. Se impone más o menos en los distintos países dependiendo de cuán homozoide o uterino sea el gobernante de turno. Los países liderados por figuras femeninas se han destacado por implementar políticas públicas más focalizadas en el cuidado y restrictivas de la actividad económica. Al contrario, los países liderados por figuras masculinas con fuertes sesgos de machismo y misoginia se han destacado por privilegiar la actividad económica por sobre las políticas públicas enfocadas a detener el contagio. Sabemos los resultados.
Aunque los arquetipos no están destinados a encarnarse al 100% en personas reales, Trump y Bolsonaro lo consiguen. El liderazgo de los gobernantes de Estados Unidos y Brasil son expresiones homozoides extremas. En el caso de Chile, la lógica homozoide de Piñera se destaca por estar revestida de cierta psicopatía narcisista que impide la adopción de una u otra política con cierta lógica.
Y llegó la pandemia.
Y entonces la cultura del cuidado que en sociedades patriarcales se entiende como el cuidado de la mujer hacia otras personas, cambia su conjugación y dice: ¡Cuídate! Escuchamos por primera vez a una autoridad diciendo que tenemos que cuidarnos a nosotros/as mismos/as. Desde el espacio público aparece el imperativo del autocuidado, con números, metas, decretos, castigos. Es la lógica homozoide donde el virus es un enemigo que se combate como en la guerra. Desde el miedo.
Desde la lógica uterina al virus se le enfrenta de otra manera. Desde el amor a nosotros/as mismos/as, atendiendo nuestro cuerpo, emociones, mente y espíritu para fortalecer nuestra integridad y con ello el propio sistema inmune. Desde el amor al planeta, acogiendo al virus como una expresión de la naturaleza avasallada por el desenfreno homozoide. Desde el amor a la sociedad practicando la distancia social al mismo tiempo que entendiendo la pandemia como una oportunidad para recrear conversaciones y formas culturales donde el cuidado y la competencia, lo homozoide y lo uterino convivan de manera más orgánica y armónica.
Patricia Crispi