Nelly León era una joven de 22 años que nunca se había planteado la opción de ser religiosa, pese a provenir de una familia muy católica. Pero un día mientras desarrollaba una práctica en un colegio de Pudahuel, presenció el abuso sexual contra una niña, hecho que le cambiaría para siempre y que finalmente la llevó a consagrar su vida para ayudar a mujeres víctimas de la pobreza, el abandono y la miseria.
Pese a llevar más de 15 años trabajando en cárceles de mujeres, la capellana del Centro Penitenciario Femenino logró una mayor notoriedad luego de un comentado discurso frente al papa Francisco durante su visita al recinto penal, donde aseguró que “en Chile se encarcela la pobreza”.
¿Cómo surgió su vocación?
Vi mucho maltrato, mucha violencia hacia las mujeres, que eran las apoderadas del colegio, mucha pobreza, prostitución, en los años duros de la dictadura militar, entonces en ese contexto yo descubro mi vocación. Había mucha pobreza, mis alumnos eran muy pobres, llegaban sin tomar desayuno y ahí es cuando empiezo a buscar dónde poder encontrar un nicho que me satisficiera profundamente, que yo fuera feliz.
¿Había tenido algún contacto con la cárcel?
Cuando yo estaba en tercero medio me llevaron a conocer la cárcel de Santa Cruz y me impresionó mucho la imagen de ver a los hombres y mujeres tras las rejas, esa imagen me golpeó y todavía la tengo en mi retina. Y luego cuando yo descubro que las hermanas del Buen Pastor tenían bajo su responsabilidad las cárceles de mujeres, como que ahí se hace más potente este llamado.
¿Qué ve en las internas? ¿Por qué dedica su vida a las internas?
Yo veo mujeres que lo han pasado mal en la vida, que desde su infancia como que todo les ha sido negado. Cuando le dije al Papa que en Chile se encarcelaba la pobreza, yo me estaba refiriendo a esa pobreza, a la miseria, porque también los pobres me podrían decir ‘no todos los pobres somos delincuentes’ y en eso estoy totalmente de acuerdo.
Cuando descubro que hay personas como la mayoría de las mujeres privadas de libertad, que han vivido los tres tipos de pobreza como la pobreza moral, por un lado, la ausencia de valores en tu familia, de padres que te amaran profundamente aunque no tuvieran muchas veces qué darte de comer, pero te amaban, te respetaban y te hacían cariño, esa pobreza moral, esa forma de vivir, el respeto, la responsabilidad, el amor profundo, ellas no lo tienen. La pobreza material, qué decir, familias de los cordones de pobreza de Santiago y de nuestras ciudades grandes, de ahí viene la gente que está presa. O sea, no viene del ABC1.
Y luego se suma la pobreza espiritual, como la carencia de lo trascendente. Yo no digo que todas tengan que ser católicas, evangélicas o pertenecer a alguna religión, pero tener la mirada en lo trascendente, que hay algo más allá de su propio metro cuadrado, de su pobre vida, que hay metas en la vida que cumplir, que tenemos sueños. La carencia de sueños son impresionantes en las mujeres. Entonces, ir acompañando sus procesos de vida para que sean ellas protagonistas de lo que van ganando, eso es lo que me motiva a estar con ellas, es como tener un niño que lo empiezas a moldear, a ayudar a que sea protagonista de su vida, de su historia.
¿Usted está viviendo en la cárcel?
Lo que era mi oficina lo convertí en mi dormitorio, me hicieron una cama y me instalaron una ducha, por el riesgo de contagiar a mi comunidad y también a las mismas internas, entonces estoy haciendo cuarentena aquí.
Yo vivo en mi comunidad en San Felipe, me levantaba a las cinco de la mañana, me venía en el bus de las seis, llegaba a la cárcel a las ocho y media y me iba a las cinco de la tarde, ese era mi trayecto. Y usaba el bus y el Metro, pero después con esto del Covid, hablé con mi comunidad que tenía intenciones de hacer cuarentena en la cárcel por el riesgo y porque creo profundamente que es donde tengo que estar, o sea, yo pienso que si yo no estuviera en la cárcel, no tendría sentido mi vida consagrada, mi vida religiosa.
Mi consagración tiene sentido en la medida que yo me doy a los otros, yo creo que ese es mi llamado y lo siento así profundamente y lo hago con gusto, no siento angustia, no me da tristeza, no me da miedo. Lo único que digo, me he cuidado, soy responsable, uso mascarilla, me lavo harto las manos, tengo alcohol gel, atiendo harto a las mujeres pero con las precauciones que corresponde, pero no podría estar en otro lugar, soy responsable de eso. Y si algún día me contagio y me enfermo, que sea lo que Dios quiera, pero ojalá me recuerden dando la vida y no cuidándome, no quedándome en mi casa encerradita para cuidarme yo, para qué, qué sentido tiene que yo me cuide, si yo no voy a servir a los otros.
Estoy cuidándome en la medida que puedo para servir a las mujeres, pero aquí con ellas, escuchando sus penas, sus angustias, sus temores, sus tristezas, escuchando a las gendarmes, compartiendo con ella. Esto tiene sentido.
¿Cómo es la vida de una mamá dentro de la cárcel?
La mayoría de las mujeres son mamás, yo me atrevo a decir el 90% de las mujeres tienen más de dos hijos. Es tremendo, porque aquí todo se acrecienta, esa mujer que sufre porque no puede abrazar a su hijo el día de la madre, que sufre porque no puede abrazarlo para el día del niño, que sufre para navidad sin saber si va a tener un regalo para cuando su hijo la venga a ver, que sufre en marzo cuando todos los niños empiezan el colegio y ella no está ahí en su primer día de clases, no está ahí para ir a dejarlo, no está ahí para ver su uniforme, para ver sus útiles escolares, esas cosas son tremendas.
Si tú le regalas algo a ellas, lo van a guardar para cuando sus hijos vengan. Ellas juntan una colación que les dan, un yogur o un jugo, y no se lo comen, lo mandan para afuera para sus hijos. Ellas se privan de comer para darle a sus niños.
En Fundación Mujer Levántate teníamos un programa de vinculación familiar, donde una vez al mes los niños venían a estar un día completo con sus mamás, y a mi me impresionaba que ellas lo único que se preocupaban era de tenerles comida. O sea, la necesidad de darles comida. Y lo otro, que armaban con unas frazadas, traían almohadas y como que se acostaban un ratito con ellos, como que los acunaban.
¿Cómo enfrentan las internas estar lejos de sus hijos por la pandemia?
Antes de que suspendieran las visitas, ellas ya habían pedido a su familia que no vinieran, porque ellos cuidan a sus hijos y son muy responsables en eso. Ellas no exigen más allá de lo que se puede dar. Ahora, claro, crecen las ansiedades, los temores a enfermarse, crecen las angustias.
¿Cree que el coronavirus ha expuesto los problemas que hay en la cárcel?
Yo ni siquiera hablo de reinserción, yo hablo de inclusión social, porque hablar de reinserción es volver a reinsertar a alguien que salió de un lugar, y hay mucha gente que no va a volver a su lugar, porque va a ser lo mismo, peor. Entonces, dónde la estoy reinsertando si ha sido excluida de escuelas, excluida de un barrio digno, excluida de una casa digna, excluida de un montón de cosas, entonces yo creo que nosotros tenemos que apuntar a la inclusión social de los hombres y mujeres privados de libertad.
Ahora, después que vino el Papa salimos harto en las noticias, se empezó a visibilizar un poco más la realidad penitenciaria, pero esto es un problema endémico que no es de este Gobierno, es un problema de Estado. Yo creo que Chile viene mal con las cárceles hace muchos años, el país crece pero las cárceles siguen siendo escuela del delito, con un hacinamiento horroroso, no es posible que aún en la Penitenciaría duerma gente afuera, a la interperie bajo unos nailon.
Yo creo que es un problema que está latente y que claro hoy día con la pandemia lo ha visibilizado más aún, porque sabemos que basta que uno muera, para que empiecen a morir los demás. El otro día una interna me decía, “madre, yo soy consciente que si a mí me llevan al hospital y tienen que conectar a alguien, van a conectar a alguien de afuera, no a mí porque soy presa”, esa es la conciencia que tienen las mujeres.
Eso yo creo que es tremendo, yo creo que el Estado tiene que de una vez por todas invertir en inclusión social y también mirar bien a quién mete preso, porque las cárceles están llenas de imputados. Por qué la ley no dice que un primerizo pueda pagar su delito con una medida cautelar, por ejemplo, o sea yo creo que ningún primerizo debiera venir a la cárcel, porque le va a ir mal, debieran cumplir con medidas cautelares sus penas si para eso el Estado tiene un Ministerio Público que creció muchísimo. Pero sin embargo, la sociedad exigimos cárcel, por eso la gente viene presa.
Condenas de 18 meses por qué no se pueden cumplir afuera, ni siquiera con trabajo comunitario, hay que potenciar el sistema de las medidas cautelares, que tengamos más gente afuera, profesionales, que acompañen estos procesos. Si yo quedé condenada a tres años con una medida cautelar de brazalete, bueno, que tenga un tutor afuera que me acompañe, que me supervise, que me reintegre, que me meta a un programa, para eso está el Fosis, están el Sence, pero no hacemos esa pega.
¿Es mucho castigo la cárcel?
Es mucho castigo y yo creo que lo peor que le puede pasar a un ser humano, es estar preso, porque la privación de libertad va a asociada a muchas otras cosas, como prisión de libertad, prisión de educación, prisión de salud, prisión de tener a tu familia a tu lado y un montón de otras cosas que se te van uniendo. Una persona al privarse de libertad pierde su dignidad, porque ya no eres libre para moverte de un lugar a otro.
¿Cómo las mujeres pueden volver a insertarse?
La cárcel jamás ha sido mirada como una inversión y creo que ese es el punto, empezar a ver las cárceles como una inversión. Por ejemplo, empresas que se metan a las cárceles a trabajar. Pero para eso tenemos que tener espacios donde los hombres puedan desarrollar todas su habilidades, donde se puedan capacitar, formar, descubriendo habilidades sociales, como lo hacemos con las mujeres, aprender a relacionarse, aprender a controlar tu dinero, un montón de talleres que como Fundación hacemos, eso hace falta en las cárceles, empresas que te paguen un sueldo digno, que te puedas sentir útil, que empieces a ahorrar para cuando estés en libertad, que esa empresa que te contrató aquí adentro, también te pueda contratar afuera, o sea que tu puedas salir con una pega, pero tampoco es así.
¿Esto propicia la reincidencia?
Por supuesto. Imagínate que ahora se fueron más de 70 mujeres con indulto, de esas 70, 14 o 15 eran de la Fundación y nosotros como pudimos les armamos 29 camas en esas 14 mujeres, porque les entregaron a sus hijos o estaban viviendo en condiciones muy pobres, entonces les hemos tenido que conseguir desde camas en adelante. Entonces, si nosotros no estuviéramos, esas 14 mujeres caen en desesperación de ver a sus hijos en las condiciones en las que están, si no tienen dónde dormir, dónde estar con ellos.
¿Cómo es el trabajo de Fundación Mujer Levántate?
En Fundación Mujer Levántate nuestra visión es un país justo, mujeres libres. Y nuestra misión es aportar a la inclusión social de mujeres privadas de libertad o que han estado privadas de libertad, porque tenemos un proyecto que se llama postpenitenciario, donde seguimos trabajando con ellas afuera.
Cuando una mujer está a dos años de su salida, postula a la Fundación y se prioriza a las que han tenido menos posibilidades todavía, entonces comenzamos a trabajar con ellas desde habilidades blandas y sociales, se capacitan en talleres de relaciones humanas, después una terapeuta las acompaña si es necesario individualmente, y así hasta que empiezan a postular a un beneficio. Comienzan con salida dominical, la seguimos acompañando afuera y después las acompañamos un año más por lo menos para que puedan emprender. Ahora, son contadas con los dedos porque nosotros no tenemos el dinero para contratar más profesionales, para poder continuar con este trabajo afuera.
¿Reciben ayuda estatal?
Tenemos un programa con la Subsecretaría de Prevención del Delito un pospenitenciario que nos financió el año pasado, postulamos de nuevo y ahora estamos esperando el recurso. Lo demás es gestión de voluntarios y propia. Ahora tenemos un programa chiquitito que trabajamos en Concepción, y ahora volvimos a trabajar con la misma profesional y en este momento estamos enfocados en todo lo que ha sido el Covid-19, todo lo que es higiene personal y de espacios, entonces hemos hecho muchas campañas con la Fundación, con el voluntariado también en Concepción, porque la profesional que está allá, Vasthi Hermosilla, ha hecho un muy buen trabajo y estamos apoyándola.
¿Se necesita un mayor compromiso de parte de las empresas?
Se necesita un mayor compromiso del Estado y de la sociedad civil, de las empresas, porque nosotros tenemos un programa testeado, la Fundación tiene 11 años de vida, entonces no es que somos unos improvisados para trabajar en la cárcel, nada de lo que digo es texto, como otras organizaciones que hablan de las cárceles y que los Derechos Humanos. A veces me da risa eso, porque digo quién de toda esa gente que habla afuera con esa convicción ha estado un día en la cárcel, no lo ha pasado, entonces yo lo que digo es por lo que he vivido, lo que siento, es lo que escucho permanentemente.
Tenemos un programa testeado y ojalá que haya mucha gente más que se comprometa, porque así también podríamos contratar más profesionales y atender a más mujeres todavía, y también que alguien más tome el bastón y pueda implementar más acompañamiento a los hombres. Hay muchos hombres que también se pueden rescatar.
Esto es como romper un cántaro de greda y volver a armarlo pegando pieza por pieza, no haciéndolo de nuevo, pero pegándolo con delicadeza, con cariño, con responsabilidad, con respeto por la vida de esa persona y yo creo que también al final puedes echarle agüita al cántaro, va a resistir. Pero es un tiempo largo, nadie se restaura en meses, pasan años y ese es el desafío.
¿Tienen el dato cuántas personas han logrado reinsertar?
En 2016 hicimos una evaluación con Gendarmería y un seguimiento a nuestros casos, habían pasado más de 200 mujeres por nuestro programa y sólo de ésas, había vuelto 4,5% a la cárcel, versus el 35% o más que vuelve que no ha tenido la intervención de nosotros.
Ahora queremos hacer un estudio con la Universidad Católica de aquí a final de año, para tener una muestra más científica, y poder con eso salir a buscar financiamiento para seguir trabajando.
Nosotros tenemos una frase como Fundación, que es de la Congregación del Buen Pastor, de su fundadora, que dice “una persona vale más que un mundo”, y nosotros hemos agregado “una mujer vale más que un mundo”, y después agregamos “y una oportunidad es un mundo de diferencia”, y creo que ese es nuestro legado también, porque cuando uno dice que hemos intervenido a más de 600 mujeres, no es sólo la mujer, es todo el contexto familiar, entonces es súper significativa la cifra.