El Presidente Boric debería evitar contribuir a la farandulización de la Antártica, y aprovechar su condición de “primer mandatario chileno en el Polo Sur” para realizar anuncios significativos.

El Presidente Gabriel Boric viajará a la Antártica para ser “el primer Presidente chileno en llegar al Polo Sur”, sumándose a quienes, desde que en 1957 los Estados Unidos construyeran una base permanente en ese lugar, pueden, sin problemas, registrar su presencia dicho icónico lugar. Por ejemplo, en 2011, en vísperas de los 100 años de la “expedición Amundsen”, el Primer Ministro noruego Jens Stoltenberg -hasta hace poco Secretario General de la OTAN- visitó el Polo Sur.

Desde hace décadas allí está disponible una pista de aterrizaje de más de 3.600 metros, 2.400 metros más larga que nuestra pista en Isla Rey Jorge.

Estrella Polar III

La operación chilena se ha llamado “Estrella Polar III”, un detalle interesante pues, como sabemos, la “estrella polar” corresponde a lo que los cosmógrafos griegos de la Antigüedad llamaron “Arcturus”, que en el hemisferio norte indica el norte geográfico. A partir de tal denominación, “los antiguos” llamaron “Ártkos” (Ártico) a la zona frígida septentrional y, por oposición, “Anti-Artkos”, ergo Antártico, a la meridional.

De lo anterior se desprende que, siguiendo la posición de la estrella polar, el Presidente chileno no logrará llegar al Polo Sur.

Los exploradores portugueses que durante el siglo XV bajaron a lo largo de la costa de África Occidental en busca de un acceso austral al Mar de la India (Océano Indico), comprobaron que hacia la latitud 20° Norte, la “estrella polar” ya no es visible.

A partir del año 1500, los exploradores ibéricos, quienes avistaron las costas de Brasil y la Patagonia oriental, lograron en 1520 el descubrimiento del estrecho de Magallanes (y Chile). Durante sus travesías, utilizaron referencias del cielo austral, al igual que los cazadores de focas de Valparaíso que, hacia fines de 1820, descubrieron la tierra firme de la Antártica.

Durante siglos, diferentes pueblos exploradores oceánicos del hemisferio sur, que no tenían posibilidad de observar la “estrella polar”, utilizaron como referente la estrella circumpolar “Canopus”, la segunda más brillante en el firmamento de nuestro lado del mundo (después de Sirius).

Es importante señalar que la “estrella solitaria” de la bandera nacional no está inspirada en la “estrella polar”, sino en el “Wüṉyelfe”, la estrella de ocho puntas mapuche. Este símbolo no apunta al sur, sino al “lucero del amanecer” (Venus), que señala el este. Así, el Wüṉyelfe forma parte de nuestra identidad nacional.

Política pública y Antártica: mucho ruido, pocas nueces

En este contexto epistemológico y político, la denominación del viaje presidencial al Polo Sur como “Estrella Polar” parece ser poco más que una superficialidad ilustrativa. Refleja una Política Antártica que, al igual que muchas otras políticas públicas, se queda en un título y subtítulo antes que, en este caso, constituir un concepto sólido y una voluntad política real. Esto debería estar orientado, conforme a la ley, a fortalecer efectivamente los derechos antárticos de la República.

La operación presidencial (que sin dudas tiene complejos requerimientos logísticos), tampoco es distinta a la que otros países realizan casi cotidianamente. Incluso, desde hace años están disponibles vuelos privados al Polo Sur, incluso con una oferta que comienza en Punta Arenas.

Entonces, ¿podría un turista de Moldova o de las Bahamas afirmar que visitó el Polo Sur antes que el Presidente de Chile?

Es más, en el sector del Polo Geográfico existe la “Base Amundsen-Scott”, construida por los Estados Unidos en 2002, y compartida con científicos de diversas nacionalidades. El lector chileno debe saber que dicha base es, contado desde el Año Geofísico Internacional 1957-58, la tercera edificación desarrollada en el sitio del Polo por el programa antártico norteamericano.

Durante el invierno antártico allí permanece un grupo de científicos dedicados a la investigación científica aplicada en diversos ámbitos: para estos agentes nacionales, la investigación polar no solo es una cuestión de prestigio académico, sino que parte de su respectivo posicionamiento estratégico a nivel global.

Todo lo demás es música.

Por otro lado, la instalación temporal chilena más austral, ubicada en el Glaciar Unión (operativa solo durante el verano), se encuentra aproximadamente a 1.150 kilómetros en línea recta del Polo Sur. Esta distancia es comparable a la que separa Santiago de Melinka, en el Archipiélago de los Chonos, o de Mejillones, en el norte de Chile.

Citando a “Shrek”, esta es “la verdad verdadera”.

Viaje al Polo Sur: Lo que sí importa

La comunidad polar internacional está advertida de que atravesamos por un período de “farandulización” de las actividades en el Ártico y en el Antártico.

Está convenientemente documentada una suerte de fiebre por “ser el primero” en llegar a alguno de los polos terrestres, ya sea en bicicleta, en trineo tirado por camellos, o por cualquier otro medio que merezca un titular o una tendencia -por efímera que sea- en las redes sociales.

Por ejemplo, aunque el sector sudamericano de la Antártica ha sido convenientemente mapeado desde el verano de 1819-1820 —con la expedición de Bransfield, despachada desde Valparaíso en diciembre de 1819—, recientemente algunos kayakistas han intentado catalogar un viaje turístico a las Shetland del Sur como una “exploración polar”. El papel y la internet aguantan todo.

Para el interés permanente de Chile ese tipo de actividades suman cero coma cero. Los operadores antárticos estatales chilenos deberían tomar nota de este hecho de la causa.

Así también, el Presidente Boric debería evitar contribuir a la farandulización de la Antártica, y aprovechar su condición de “primer mandatario chileno en el Polo Sur” para realizar anuncios significativos. Por ejemplo, podría comprometer recursos financieros específicos para garantizar el respaldo continuo al nuevo rompehielos chileno y su equipo logístico, y/o asegurar que la Fuerza Aérea cuente con fondos suficientes para renovar material y operar durante todo el año con plena seguridad para su personal.

Si el viaje del Presidente Boric tiene un objetivo trascendente, también sería una oportunidad para anunciar la construcción de una nueva base antártica permanente en el Glaciar Unión o, incluso, más cerca del Polo Sur. Asimismo, Boric podría comprometerse a implementar plenamente, antes del 31 de marzo próximo, todos los reglamentos del Estatuto Antártico de 2022.

Si esto no ocurre, el primer viaje de un Presidente de Chile al Polo Sur no será más que un ejercicio fugaz e irrelevante, concebido para generar titulares fugaces, y disfrutar de la inmediatez de tendencias en las redes sociales.

Nada de eso es importante para Chile.