El silencio, en este caso, no es neutral; es cómplice.

Un nuevo caso de crisis, esta vez, en la Universidad de la Frontera (UFRO). Esto de enterarnos por la prensa de nuevos escándalos sobre mal manejo administrativo e impúdica corrupción, en especial, en el aparataje estatal, resulta haberse transformado en una mala costumbre que debemos extirpar de raíz y ojalá, lo antes posible.

Así es, han pasado ya varios días, desde que pudimos leer en distintos medios de comunicación, acerca de los groseros gastos y de la ignominiosa conducción, al menos económica, de la mencionada casa de estudios. Si esto, en usted o en mí, produce indignación, imagínese lo que produce en los estudiantes de esa Universidad.

Hablamos de la compra de un hotel, viajes injustificados al extranjero y un vergonzoso etcétera que llevó a esa institución a generar una deuda de nada menos que 38 mil millones de pesos.

Silencio selectivo

Qué contrastante reacción a lo anterior, obtuvo el bullado caso del sueldo de la exministra Cubillos en la Universidad San Sebastián. Este generó airadas críticas contra esa casa de estudios, especialmente de parte de los diversos sectores de izquierda, de quienes y sobre este caso, aun cuando he buscado bastante en la prensa, no logro encontrar ninguna crítica, condena o expresión de preocupación. Quizás deba buscar con más ahínco.

En este desagradable caso se viene a la mente alguien de quien esperaríamos escuchar o leer una opinión. El rector Osvaldo Corrales, presidente del Consorcio de Universidades del Estado (CUECH), quien fue muy enfático al criticar la desregulación de las universidades privadas que reciben fondos públicos, señalando que deben rendir cuentas con mayor transparencia. Sin embargo, la UFRO, una universidad estatal, enfrenta hoy acusaciones graves de mal manejo financiero, que incluyen el pago de millonarios “decimotercer sueldos” y viajes cuestionables.

¿Dónde están las declaraciones enérgicas que tanto se alzaron en el primer caso? Hasta ahora en el sitio web de la CUECH no aparece nada sobre el caso UFRO.

Este silencio selectivo deja al descubierto la hipocresía del discurso de quienes han pretendido ser los regidores morales en Chile, pues, no responde a principios éticos, sino a conveniencias políticas o institucionales. Como señaló Hannah Arendt, la hipocresía es el homenaje que el vicio paga a la virtud.

Estándares éticos y administrativos para todos por igual

En este caso, se han homenajeado los valores de transparencia y buen gobierno cuando les ha convenido, pero han optado por el mutismo cuando la crítica podría dirigirse a una universidad estatal, parte de su propio ecosistema.

La solución, entonces, no puede ser una regulación asimétrica que cargue la balanza en contra de las universidades privadas, mientras deja zonas de opacidad en las públicas. Si el objetivo es proteger los recursos públicos, la rendición de cuentas debe ser universal y transversal, sin importar la naturaleza jurídica de la institución. No basta con apuntar el dedo a unos y desviar la mirada de otros.

La crisis de la UFRO debe ser un punto de inflexión para exigir estándares éticos y administrativos que se apliquen por igual a todas las universidades que manejan recursos del Estado.

El silencio, en este caso, no es neutral; es cómplice. Y, en última instancia, las verdaderas víctimas de esta hipocresía, junto con la comunidad estudiantil, es la confianza pública en la educación superior como motor de desarrollo y equidad.