He descubierto que estoy harto de políticos que, definiéndose como derechas, izquierdas, centros, marxismos, capitalismos y otra serie de huecos nombres que ya se obsoletaron después de la Revolución Francesa, pretenden ganar mi voto para elegir un nuevo presidente o presidenta de Chile hacia fines del próximo año.
He descubierto, además, que todos con los que converso están tan hartos como yo de lo mismo y todos estamos de acuerdo en que queremos oír propuestas concretas para crisis muy concretas que afligen a nuestro país, y que será todo lo que optimistamente intentará hacer un nuevo presidente en los magros cuatro años en que sería una hazaña recuperar parte de lo que Chile ha perdido en el desastroso gobierno actual del Sr. Boric.
Partido Solucionista de Chile
Podríamos caricaturescamente decir que una enorme mayoría nacional pertenece ya a una corriente de opinión que podría llamarse Partido Solucionista de Chile, puesto que su meta es esencialmente pragmática y apartada de ideologismos utopistas que son los que han destrozado a nuestra pobre patria.
Para darle contenido a este partido imaginario que no presentará candidatos a nada, pero que hará al próximo mandatario, conviene que nos pongamos de acuerdo en cuáles son las crisis que hay que enfrentar con máxima urgencia y ejemplar determinación. El listado es fácil y fluye de todas las encuestas de opinión que desde ya hace bastante rato vienen tratando de penetrar en la burbuja donde vive nuestra clase política.
Cinco crisis urgentes que enfrenta Chile hoy
En primerísimo lugar, está la crisis de seguridad. Nombre corto y fácil, pero que envuelve una problemática mortal y de varios componentes: delincuencia común, crimen organizado, bandas delictuales planificadas y extrajeras, inmigrantes ilegales camuflados en nuestra ciudadanía, anarquismo de escritorio, guerrilla indigenista organizada como fuerza de choque, fronteras absurdamente permeables, etc.
En segundo lugar, está la crisis educacional pública que ha sido convertida en una verdadera escuela de delincuencia y alentada por el uso politizado de los niños y por las reglas que han facilitado la destrucción de la familia, donde radica la obligación de formar a los futuros ciudadanos.
En tercer lugar, está la crisis de la salud, en que el Estado no puede garantizar para nada la calidad y la oportunidad de la tensión médica a que está comprometido con la gran masa de la población. En este punto, el Estado se ha hecho cómplice de innumerables muertes por falta oportuna de atención porque está más preocupado de tratar de destruir la medicina privada -a la que debería agradecer- que lo alivie en parte de sus incumplidos deberes.
En cuarto lugar, está la crisis constitucional y del sistema político que ha atrasado estúpidamente la necesidad de un nuevo ordenamiento y lo ha hecho a través de procedimientos populistas que han concluido en la incapacidad de corregir al sistema que nos tiene maniatados con regulaciones que han mermado la gobernabilidad del país.
En quinto lugar, está el problema de estancamiento económico que, siendo tal vez la crisis más grave, es también la de más fácil solución porque se compone de dos medidas fundamentales:
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a) Eliminación radical de la permisología (todo proyecto de inversión quedará automáticamente aprobado si en seis meses no se objeta fundadamente una causal de rechazo).
b) Licitación de todas las empresas estatales productivas que son pozos negros de pérdidas gigantescas y de pésimas prácticas administrativas: (el estado recibirá más por impuestos y royalties que lo que hoy día recibe de esas empresas devoradoras de inversión sin mencionar el enorme ingreso que significara su venta).
En futuras meditaciones podemos hacernos una idea de las medidas que se necesitan para enfrentar estas cinco situaciones críticas, que son más que suficientes para colmar el programa de trabajo del próximo mandatario o mandataria, de modo que toda pretensión de plantear una utópica realidad futura será una pérdida de tiempo y un extravío de la agenda obligada.
Desafíos para el próximo gobierno
El problema se concentrará entonces en definir las atribuciones de que dispone el poder ejecutivo para imponer las soluciones a estas variadas crisis. Si la conclusión es que, con el actual sistema político, esas atribuciones resultan insuficientes, habrá que imponer un sistema de facultades extraordinarias por los cuatro años de ese gobierno que le permitan atender eficazmente a las necesidades urgentes ya señaladas.
La historia abunda en periodos de facultades extraordinarias para gobiernos y vale la pena recordar alguna de ellas, como fue los poderes especiales otorgados a Sila en la historia de Roma para enfrentar una etapa caótica de discordia interna y el periodo de facultades extraordinarias que el Parlamento inglés le acordó al Protector Oliver Cromwell. Lo que no puede ocurrir es que, por falta de facultades y de recursos, el próximo mandatario no pueda aplicar los tratamientos urgentes que necesita imperativamente el Chile de hoy.
Como será fácil concluir que la crisis educacional, por ejemplo, implica una solución radical de largo desarrollo y de tardía cosecha, será muy importante la continuidad de las medidas que se tomen, lo que le agrega al próximo mandatario o mandataria la nada despreciable tarea de preparar debidamente a un sucesor.
No se puede olvidar que, si este programa triunfa, el etéreo Partido Solucionista podría transformarse en un fenómeno suficientemente potente para cambiar en forma permanente los ejes de la actualmente bizantina política chilena.