El fortalecimiento del BRICS podría contribuir a un cambio profundo en el modelo y sistema actualmente aceptado.

Actualmente, el mundo se debate en un momento de profundos cambios. Las estructuras que han dominado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que se ordenaron en relación a un mundo de dos poderes (EE.UU. y U.R.S.S.), una vez que cae el sector socialista de Europa (1989), queda el mundo en manos de un poder político-económico encabezado por EE.UU., aliado fundamentalmente a la U.E. (Unión Europea) y se mantiene una estructura político-militar a través de la OTAN, como herencia de ese mundo de dos poderes.

A principios del siglo XXI este orden se triza y se resquebraja. El desarrollo de algunos países (Asia, América y África), está creando instituciones y organizaciones, alternativas al actual poder único y centralizado, formándose nuevos centros de poderes económicos, sociales y militares.

BRICS: más allá de lo ideológico

En este contexto quiero referirme a la creación y desarrollo del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que responde a la diversidad de nuestro momento, teniendo como una característica esencial, la unión de países con sistemas políticos y económicos distintos entre sí. Su unión va más allá de lo ideológico, priorizando sus objetivos.

El BRICS se diferencia al G7, por ser este una unión económica e ideológica (Occidental). El G7 (antes G8, se retiró Rusia), durante años domino sin contrapunto, siendo un ejemplo del poder unipolar.

La semana pasada se realizó en la ciudad de Kazán (Rusia) la 16.ª cumbre anual del BRICS (del 22 al 24 de octubre). En este encuentro participaron también los cuatro nuevos miembros de 2024: Egipto, Irán, Emiratos Árabes y Etiopía, además de 34 países interesados en unirse. El BRICS ya representa casi el 50 % de la población mundial, en contraste con el G7, que alcanza el 10 %. Según datos del FMI, China, EE. UU., India y Rusia figuran (en ese orden) como las economías con los cuatro mayores PIB del mundo.

Uno de los objetivos del BRICS es “apoyar el desarrollo sostenible y la prosperidad de los países”. Han creado un sistema de relaciones internacionales basado en la Carta de las Naciones Unidas, que sostiene que “se debe permitir el desarrollo de todos los países”.

Sin embargo, esto no se ha concretado bajo el actual sistema de poder único. De hecho, políticas impulsadas por organismos como el FMI y el Banco Mundial presionan a los gobiernos a implementar medidas económico-sociales que no siempre responden a las necesidades de sus ciudadanos.

Un ejemplo actual es la exigencia del FMI y el Banco Mundial al gobierno de Ucrania para que el presidente Zelenski venda y privatice todos los bancos estatales, como condición para acceder a nuevos préstamos. Estas y otras presiones representan un riesgo para el futuro del país.

La declaración final de la cumbre: cuatro puntos centrales:

1. l multilateralismo
2. La cooperación para la estabilidad y seguridad.
3. La cooperación económica y financiera
4. El intercambio entre los pueblos.

Dentro de estos ejes se plantearon varios temas, como la necesidad de reformar las Naciones Unidas y sus agencias para adaptarlas a la actualidad y que integren los nuevos centros de poder, la protección de los derechos humanos y el medio ambiente, y la lucha contra el racismo y la discriminación religiosa.

En el ámbito económico, se propuso crear un sistema propio para el intercambio monetario entre los miembros, evitando depender del sistema SWIFT, y establecer un sistema de seguros independiente de Occidente.

También se discutió avanzar en la desdolarización del comercio internacional, desarrollar un sistema de pago mediante tarjetas llamado BRICS-Pay y la creación de una moneda colectiva, manteniendo la soberanía monetaria de cada país.

El poder multipolar: ¿cómo el BRICS desafía a Occidente?

El fortalecimiento del BRICS podría contribuir a un cambio profundo en el modelo y sistema actualmente aceptado. La modificación en el funcionamiento de organizaciones de relaciones internacionales podría, por ejemplo, reducir la dependencia de la UE con respecto a EE. UU. y fortalecer sus estructuras en el ámbito económico y militar. De esta manera, se impulsarían nuevos centros de poder que ofrezcan oportunidades a los países en desarrollo en todos los continentes.

En cuanto a América Latina, no podemos quedar al margen de esta nueva realidad en formación. No debemos seguir atados a un solo poder, sino abrirnos a las nuevas oportunidades que ofrece el multilateralismo y los nuevos centros de poder. Lo más democrático es disponer de una diversidad de opciones, lo que permite a los países elegir la alternativa más adecuada a sus necesidades.