El Presidente Boric afirmó categóricamente, esta semana: “No habrá cambios de gabinete, los quiero a todos trabajando”. Sin embargo, poco después, reemplazó a cinco subsecretarios, dejando en claro que el juego de las sillas sigue en pie.

En el circo, los payasos se dan cachetadas sin golpearse, sin tocarse siquiera. Se dan cachetadas sin provocarse daño alguno. Para la audiencia esta falta de tacto es imperceptible, porque hasta la última fila se escucha el aplauso que simula la cachetada y los asistentes estallan en carcajadas. Disfrutan de la función. Ese es el arte de la simulación o la actuación si se quiere.

Cambio de gabinete: ¿una cachetada de payaso?

¿Serán los cambios de subsecretarías un reflejo de esta antigua técnica circense? Un ejemplo claro es el de Carolina Leitao, quien, tras ser nombrada vocera en la campaña de segunda vuelta del gobernador Orrego (cargo que le duró menos de 24 horas), ahora aparece como subsecretaria de Prevención del Delito.

Su nombramiento, más que una respuesta a la urgencia en seguridad, refuerza la percepción de que estos movimientos responden a lealtades políticas, en lugar de a un plan estratégico para enfrentar el crimen.

Por otro lado, la salida del ex Subsecretario de Prevención del delito, Eduardo Vergara, se ha mantenido sin explicaciones claras con la ministra vocera, Camila Vallejo, limitándose a señalar que fue una “evaluación” presidencial, pero que no fue comunicada ni al propio subsecretario, ni al presidente del Partido por la democracia en la oportunidad que amerita el cuidado de las relaciones políticas dentro de la alianza de gobierno. Así, esta falta de cuidado deja en shock a un partido que a la fecha sostiene la cartera de interior.

Crisis de institucionalidad

Pero lo más importante es que este ajuste debería responder a expectativas claves: la de sacar adelante reformas estructurales, como la reforma del poder judicial. Estamos viviendo una de las peores crisis de institucionalidad que explota a partir del caso audios o Hermosilla, involucrando a Ministros de la Corte Suprema como la exministra Vivanco y exfiscales como el “inventor de las clases de ética en el caso Penta” el señor Manuel Guerra.

Quiero recordar que han sido destituidos dos Ministros de la Corte suprema y aún no sabemos bajo qué reglas se reemplazarán, ¿será bajo el sistema Hermosilla o será bajo un mecanismo que deje fuera a los operadores judiciales? ¿Hay verdadero ánimo de cambio? ¿O es otra cachetada de payaso?

Se esperaría que los cambios de subsecretarios y recientes modificaciones de ministros en Justicia marcaran un compromiso claro con una agenda de transformación comprometiendo fechas. Día y hora para votar la reforma al poder judicial, por ejemplo. Pero hasta ahora, no se ha trazado un camino concreto hacia un legado que permita salir del hundimiento institucional y que, sobre todo, cambie las reglas del juego. La justicia sigue estando secuestrada por unos pocos, mientras Chile observa impunidad de los poderosos.

Ajustes internos de poder

La ciudadanía no espera solo un ‘reciclaje’ de figuras, sino políticas públicas que mejoren su calidad de vida y ataquen los problemas de raíz. “Mano dura con la delincuencia” es lo que se demanda con firmeza desde Arica a Punta Arenas.

Pero esa mano viene desde quienes sostienen un mallete en un tribunal para condenar a quienes están vinculados al Tren de Aragua, hasta quienes persiguen a los responsables de los grandes desfalcos al fisco, función que descansa, o en muchos casos “duerme”, en el ministerio público.

¿Y qué harán al respecto los nuevos subsecretarios? ¿Asumen con tareas concretas para abordar estos desafíos? ¿O su nombramiento solo responde a estas famosas “señales” que hay que dar al país?

Sin un enfoque claro de nuevas políticas, sin una hoja de ruta con fechas comprometidas y sin transparencia en los criterios de estas decisiones, estos movimientos quedan en un ajuste interno de poder, donde el fondo sigue igual mientras se maquillan las formas.

Para cambiar el país, no basta con mover los hilos detrás del escenario; se necesitan acciones profundas, que sean mucho más que una simple ‘cachetada del payaso’. La audiencia chilena es exige más que una vieja técnica circense.