Este cisne negro apostará por la unidad nacional, con un discurso que reconocerá la historia que tenemos como país y que no puede borrarse. Es probable que llegue con una candidatura independiente, sin listas de parlamentarios y sin un partido político atrás.

Inevitablemente, y cual profecía, el próximo presidente de Chile será un outsider. Nadie lo verá venir, ni las figuras presidenciables que se sienten llamadas a seguir gobernando cual dinastía, “dueñas de lo político”. Tampoco los analistas más sesudos, y seguramente, una vez asumido, se desarrollarán explicaciones que dirán que fue algo atípico, fuera del ámbito de las expectativas habituales, porque nada en el pasado ni en la historia republicana de Chile, pudo asegurar alguna situación con esa real posibilidad.

La teoría del cisne negro y el outsider chileno

La teoría del cisne negro explica un acontecimiento de gran impacto, el factor no previsto, incluso extremo, inesperado o improbable para la sociedad acostumbrada a la paradoja del “gatopardismo”, el “cambiar todo para que nada cambie”. Hoy solo estamos viendo lo que nos hemos acostumbrado a ver.

¿Cómo negar la posibilidad de un outsider en la carrera presidencial, especialmente cuando el contexto parece propicio? Las familias chilenas hoy no tienen dinero suficiente para cubrir una canasta básica; muchos ciudadanos deben vender sus pertenencias para sobrevivir, y la pobreza aumenta cada vez más. Además, el desborde de la criminalidad es evidente: mafias transnacionales, terrorismo urbano y homicidios profesionales, mientras los servicios básicos, como la educación y la salud, se mantienen en condiciones indignas.

A esto se suma una economía de crecimiento mínimo y un gobierno que parece desconectado de las necesidades sociales, actuando con una desidia que deja pasar oportunidades estratégicas. Tal vez, convencido de sus propias tentaciones ideológicas, no reacciona ante la fuga de millonarias inversiones de capital privado hacia otros países. ¿Las razones? Años de trámites versus los pocos meses que ofrece la competencia, además de la falta de “permisología” y voluntad política para retener ese capital.

Mientras tanto, ensayamos discursos como si en efecto fuéramos un país del primer mundo, pretendiendo condonar deudas, instalando ideologías “woke”. En paralelo, negándonos a enfocar con rigor las prioridades sociales, entre ellas seguridad, pensiones, educación, salud y reactivación económica. En resumen, hemos tocado fondo, un país sin norte y un gobierno que empuja la rueda para que llegue al final en las condiciones que sea.

La sociedad empieza a mirar con desprecio el mundo político convencional, harto del aprovechamiento, el cuoteo, corrupción, feudos que se sienten con la suficiencia moral para juzgar a otros sin tener la capacidad para mirar la orgánica criminal interna que han permitido y con la que han convivido.

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Razones para el arribo de un outsider

Dicho outsider podría llegar como una iniciativa cívica, que nace como una respuesta de acción y transformación social de quienes se resisten a relativizar la penosa situación país en la que estamos sumidos, donde no solo hemos normalizado el crimen, sino también la corrupción, el sentirnos extranjeros en nuestra casa, la presencia de narcos, terrorismo y mafias.

La presencia inminente del cisne negro se hará manifiesta como una sólida señal de rechazo a la política convencional, a las fuerzas políticas de siempre y recicladas que gobiernan con una tozudez en la que luego solo evidencian ignorancia, arrogancia, pactos estrafalarios y premios consuelo.

Otras de las razones que hacen posible la presencia de un outsider, es aquella que empieza a reconocer como una revolución fallida, el controvertido Estallido Social en el que se vulneró a millones de chilenos a través de la violencia y que después, a través de dos procesos constitucionales que pretendían refundar el país, Chile les dijo no.

La corrupción ha invadido el país de forma obscena con casos que resultan nauseabundos, como el escándalo de las fundaciones fundidas. Las fibras más sensibles de un modelo que alguna vez se consideró sólido han sido corroídas, dejando en evidencia que el cohecho ha ganado terreno. Sin embargo, lo más indignante es la actitud absurda, mediocre y obstinada de ciertos personajes que, creyéndose intocables, intentan construir un discurso lleno de sofismas para justificar lo injustificable. Esta farsa no hace más que revelar los “arreglos” mediante los cuales se otorgaban “sobresueldos” aprovechando el honroso título de profesor universitario, otorgado por una universidad privada hoy en entredicho, cuyo propósito paralelo parecía ser brindar “comodidades” a políticos de otra administración.

La necesidad de un gobierno independiente en Chile

Al realizar una radiografía social de Chile, se constata la urgente necesidad de un gobierno independiente, sin carga ni pasado político, no vinculado a las divisionistas derechas o izquierdas, con la capacidad de regenerar un nuevo tejido social, que se pueda poner detrás una causa tan modesta como noble, que aspire al bien común de Chile.

La figura del cisne negro toma más fuerza ante la necesidad de volver a sentir que vivimos en nuestra casa y no en una que no reconocemos, en donde se hace necesario decirle alto a la migración ilegal y focalizar esfuerzos en la expulsión de criminales extranjeros.

Por lo demás, hoy estamos frente a un Estado fallido, en donde se ha evidenciado la ineficiencia en proveer bienes públicos y en mantener el control institucional y social, prueba de ello, el desborde de la criminalidad que terminó por tomarse el país.

El perfil del cisne negro

No es de extrañarse que el ave negra llegue con una postura enérgica, con mucha fuerza concentrada en prioridades, como lograr que Chile vuelva a ser un país seguro y no que se acostumbre a normalizar los homicidios que, dicho sea de paso, a la fecha llevamos más de 700.

Que tampoco llame la atención que el outisder provoque la aplicación de penas extremas (cadena perpetua de ser necesario) sin compasión ante el terrorismo urbano, con un celoso control migratorio, que apueste por dinamizar su economía y con accesos dignos en salud, pensiones y educación.

El perfil del cisne negro estará definido por un ciudadano que no proviene del mundo político, alguien que cree en principios básicos como la defensa de la vida, la propiedad, la libertad de expresión y de culto, así como la libertad de comercio. Este perfil se alineará con la sensatez social, es decir, del lado de la ley, de los que menos tienen, de los vulnerables y desprotegidos, de los emprendedores, de Carabineros y la PDI, de las Fuerzas Armadas, de los niños, de los adultos mayores, de quienes creen que es posible cambiar el destino, de aquellos que se levantan a las tres de la mañana para hacer crecer su negocio, de los que buscan servicios dignos y de quienes creen que podemos volver a ser un país grande, un Chile que ha sido ejemplar.

Estará también del lado de quienes quieren reactivar la economía, con un enfoque en la promoción de inversiones (nacionales y extranjeras), en la previsibilidad tributaria y en una permisología para actividades extractivas que nos mantenga competitivos. Será el perfil de un ciudadano que apuesta por la apertura comercial y por un modelo de libre mercado, jamás intervencionista.

Este cisne negro apostará por la unidad nacional, con un discurso que reconocerá la historia que tenemos como país y que no puede borrarse. Es probable que llegue con una candidatura independiente, sin listas de parlamentarios y sin un partido político atrás.

Algunos lo tildarán de utópico, de una extravagancia mesiánica. Su incubación será silenciosa y su llegada será inminente. Romperá la inercia con cambios profundos, antepondrá el bien común de Chile ante las Cámaras y las evidenciará tantas veces sea necesario.

Avisados están.