Aprender sobre consentimiento, con todas las complejidades de nuestro mundo actual, al igual que otros conceptos relevantes para la interacción social, requiere de su conocimiento y práctica desde temprana edad.
Por Dra. Claudia Capella y Dr(c) Nicolás Gabriel-Vacher
Departamento de Psicología, Universidad de Chile
“No me gusta”: la autonomía progresiva y la importancia del “no”
Para quienes trabajamos en infancia es relevante recordar, frente a este tema, la comprensión de niños y niñas como sujetos de derechos. Esto significa que, desde sus primeros días y a medida que crecen, desarrollan lo que se ha llamado autonomía progresiva: un proceso en el cual adquieren gradualmente la capacidad de tomar decisiones sobre su vida, su cuerpo y sus relaciones. Por otro lado, implica considerar su opinión en los asuntos relevantes sobre sus vidas.
Como psicólogos infantiles, esto resulta esencial de considerar desde temprana edad, ya que desde la primera infancia, nos implica fomentar el reconocimiento y respeto por sus emociones y límites corporales. Esto implica darles opciones en acciones que incluyen el contacto con otros y respetar sus elecciones, como permitirle al niño o niña decidir si quiere o no dar un abrazo a un familiar para saludarlo, o prefiere solo decir hola. De esta forma, le enseñamos que tiene control sobre su cuerpo y que sus decisiones son válidas e importantes.
En la medida que los niños y niñas pueden expresar verbalmente sus gustos, podemos instarlos a usar expresiones como “no me gusta”, si algo los hace sentir incómodos, creando un espacio seguro que empodere su confianza al utilizar el, a veces, difícil “no”.
El consentimiento y el conocimiento del propio cuerpo
Entender a los niños/as como sujetos de derecho también significa reconocer su derecho a una educación que incluya el conocimiento de su propio cuerpo. Esto implica introducir el vocabulario anatómicamente correcto de manera natural y sencilla, dándoles el lenguaje necesario para expresar y comunicar cualquier incomodidad relacionada con su cuerpo.
En la medida que los niños y niñas van creciendo, e interactúan más con compañeros y amigos, empiezan a desarrollar la capacidad de comprender que los demás tienen pensamientos, deseos y sentimientos distintos a los propios.
Poco a poco, integran estas otras perspectivas, lo que nos permite enseñarles a observar a los demás y reflexionar juntos sobre cómo podría sentirse alguien que se ve triste, agradado o incómodo, así como a comprender las consecuencias de sus propias acciones en los demás. En ese sentido, si hacemos algo que molesta a otro, es importante reconocer que el otro se haya podido sentir mal y debemos disculparnos. Y si otra persona nos dice que “no”, por ejemplo, que no me quiere prestar su juguete, debo respetarlo, aunque eso me frustre. Esas experiencias pueden implicar aprender a respetar el rechazo y a lidiar con el malestar que esto pueda generar.
Podemos entonces entender el consentimiento como un aprendizaje que comienza en casa desde una edad temprana y se va complejizando a medida que el niño crece, avanzando desde el respeto por sus propios deseos hacia el respeto por los deseos de los demás. Pero para eso, es esencial que los niños y niñas puedan experimentar en la práctica el respeto por sus preferencias y límites, reconociéndoles como partícipes activos de su desarrollo.