Pero la democracia piensa lo contrario.

La apertura de una investigación en contra de Marcela Cubillos por parte de la fiscalía Centro Norte, es la guinda de la torta de uno de los escándalos más trascendentes del último tiempo, donde confluyen tres de los grandes escenarios de lucha, política, ideológica y social; la universidad, el lucro y la ética.

Estos tres aspectos son los cuestionados a la candidata “independiente” por la alcaldía de Las Condes. Y lo más impresionante, es que este tipo de polémicas son comunes en nuestra clase dirigente de cuando en cuando.

La desconexión de la élite

Estoy seguro de que dentro de las convicciones internas de Cubillos es que no ha hecho nada malo. Es un sueldo normal para una persona de su trayectoria y reconocimiento público, que tantos años a la sombra de los constructores de la élite política de derecha, se ha impregnado de un manto solemne de estar en lo correcto.

Como Daniel Jadue cree estar en lo correcto.

Como el exministro Giorgio Jackson cree estar en lo correcto.

Como el exalcalde Torrealba cree estar en lo correcto.

Y como Jaime Orpis creyó estar en lo correcto.

Todos ellos actuaron de manera displicente frente a una ciudadanía atónita que no logra comprender cómo sus autoridades, empresarios, clérigos, entre otros personajes han podido actuar de esa manera.

Unos, sin lugar a dudas, no temen lastimar a otros para lograr satisfacer sus deseos, pero existen otros que legítimamente están convencidos que no están haciendo nada malo. Son estos últimos los más peligrosos, pues son los que destruyen el tejido social de las naciones.

La banalidad del mal

“Esta w… es delito” se escuchaba decir a Hermosilla en aquel famoso audio que hoy lo tiene en prisión preventiva y también a la abogada que lo grabó. Hermosilla tiene conciencia de su mal actuar, tenía plena conciencia que en su labor podía perjudicar a muchos por el bienestar de pocos.

Marcela Cubillos no tiene esa convicción, no posee una mirada con la gente que desea representar. Ala parecer, para ella hizo lo que le pidieron y le pagaron lo justo. Pero “lo justo” lo determina la escala de valores de una élite que sufre de una desconexión brutal con una realidad que le pide a gritos poner los pies en la tierra y no cruzar la línea de la decencia, no tiene conciencia del mal que hace.

La filósofa alemana Hannah Arendt acuñó hace muchos años el término “banalidad del mal” para describir a personas que, a pesar de cometer actos criminales como los perpetrados por los nazis, no lo hacían por ser malvadas o monstruosas en un sentido psicológico o moral profundo. En lugar de actuar por odio ideológico extremo o malicia personal, simplemente obedecían órdenes y cumplían con su trabajo, sin reflexionar críticamente sobre las consecuencias de sus actos ni el sufrimiento que provocaban.

En el caso de Chile, como lo he comentado en columnas anteriores, esto se replica en una elite que posee sus propios códigos, que sale de los mismos colegios, de las mismas universidades, se reúnen en las mismas firmas y contratan a los mismos abogados.

Los privilegiados en Chile, al menos una parte de ellos, no tienen conciencia del grave daño de sus acciones, del daño que le hacen al país al ser tan únicos e irrepetibles, al tener una especie de derecho a profitar de la política, los negocios y la academia por igual; por algún extraño y mal entendido divino derecho, que no es otra cosa que conocer a las personas correctas y generar las redes sociales donde es necesario que funcionen.

Marcela Cubillos es peligrosa

El tema aquí no es la falta que se cometió, sino quién la cometió y la forma en la cual el sistema no tiene algún tipo de castigo para hechos que son inmorales, pero no ilegales.

Es una nueva clase de ética expuesta, no es que nadie en el mundo académico puede acceder a ese nivel de ingresos sin el background político que tiene Cubillos. Es esta rabia que se engendra contra la élite que hace las reglas y sabe perfectamente cómo saltarlas a través de personas como Hermosilla.

El punto no es que sea algo ilegal, el tema es que no hemos podido desarrollar a cabalidad la importancia de la ética como eje de la convivencia social, más aún para quienes han se mantienen en la cúpula del poder accediendo a ser candidatos a cargos públicos.

comillas
Marcela Cubillos es peligrosa, pues de verdad cree, que no le ha hecho daño a nadie. La democracia piensa lo contrario.
- Felipe Caro