Podríamos haber celebrado este 18 como un país con una de las mejores regulaciones en cuanto a la entrega de plásticos de un solo uso, a la vanguardia del mundo. En su lugar tendremos que ver, de nuevo, nuestras plazas, fondas y parques llenas de residuos plásticos que pudieron ser evitados. Se perdió la oportunidad.
Este año el calendario se portó generoso y nos brindó tres días de feriado para celebrar. Es probable que, durante los festejos, recibamos alimentos cubiertos por envases plásticos que luego tendremos que desechar: toneladas de bolsas, platos, vasos, cubiertos y botellas se transformarán de forma inexorable en desperdicio.
Sobre este punto, resulta importante reflexionar sobre el volumen de basura que se produce en estas fechas y cómo reducir nuestra huella plástica, así como garantizar que mientras las personas celebramos, no sea el medio ambiente el que pague las consecuencias.
En 2022, el Ministerio de Medio Ambiente estimó que en las celebraciones de ese año se produjeron cerca de 30.000 toneladas adicionales de residuos, que representan un aumento de 30% en comparación con un fin de semana normal. Para este año se prevé que la cifra sea todavía más alta, ya que la duración de la festividad podría ser de 10 días (desde el viernes 13 al domingo 22 de septiembre), en comparación a los solo 4 registrados en 2022.
El destino de la basura
Este volumen de desechos plásticos resulta alarmante, sobre todo por su destino. En el mundo, entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas métricas de este tipo de residuos ingresan a los océanos cada año y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula en 800 las especies marinas en riesgo por esta causa. En efecto, muchas veces hemos visto imágenes de animales enredados o ahorcados por estos elementos y sabemos que, por ejemplo, alrededor del 40% de las aves marinas tiene plásticos en sus estómagos.
Y no es lo único. Muchos de estos desechos liberan sustancias químicas tóxicas que son absorbidas por los organismos vivos que habitan en el mar, afectando su salud, lo que eventualmente repercute en los seres humanos. Un artículo publicado por la Environmental Science & Technology determinó que entre un 20% y 30% de los peces en venta, analizados en mercados globales, contienen microplásticos en sus organismos. También se han hallado rastros de este material en sal, mariscos y crustáceos.
Pese a los evidentes riesgos de este material, en nuestro país, hace poco nos sorprendimos con que se aprobó la prórroga a la entrada en vigencia de artículos esenciales de la Ley 21.368, normativa que regula la entrega de plásticos de un solo uso y botellas de plástico.
Si bien estaba contemplado que la última etapa de esta ley comenzara a regir el 13 de agosto pasado, el lobby con que arremetió la industria de alimentos permitió que este plazo se extendiera a 18 meses más, totalizando 54 meses de espera para su entrada en vigencia (desde que se publicó la ley en agosto de 2021 hasta febrero de 2026).
Podríamos haber celebrado este 18 como un país con una de las mejores regulaciones en cuanto a la entrega de plásticos de un solo uso, a la vanguardia del mundo. En su lugar tendremos que ver, de nuevo, nuestras plazas, fondas y parques llenas de residuos plásticos que pudieron ser evitados. Se perdió la oportunidad.
Iniciativas a nivel personal
Mientras nuestras autoridades aprueban normas regresivas que permiten a la industria seguir contaminando, somos los ciudadanos quienes podemos tomar iniciativas a nivel personal para reducir la producción de basura.
Por ejemplo, siguiendo conductas de consumo responsable: llevando nuestros propios vasos y bombillas a las celebraciones, eligiendo las alternativas de envases menos contaminantes (papel o vidrio) o aquellas que se pueden reciclar. También, podemos rechazar accesorios que solo sumen al desperdicio, como bombillas o platos desechables innecesarios para el consumo de alimentos. A nivel general, en tanto, podemos exigir a productores y municipios una adecuada gestión de los residuos.
Desde Greenpeace creemos que las personas podemos marcar la diferencia con nuestras elecciones cotidianas y también exigiendo a nuestros gobiernos una legislación que avance en favor de la protección del medio ambiente, nuestros ecosistemas y biodiversidad, y, en consecuencia, de la propia salud de las personas.