Esta elite también jugó un rol en la perpetuación de las desigualdades sociales y su resistencia al cambio. Se volvieron mezquinos con su verdad y, por tanto, ya no fue la verdad transversal de todos.
“La ciudad letrada” de Ángel Rama es una obra fundamental en el estudio de la cultura y la historia latinoamericanas. En este libro, Rama explora el papel crucial que los intelectuales y las élites letradas desempeñaron en la construcción y mantenimiento del poder en las sociedades coloniales y poscoloniales de América Latina.
Rama introduce la idea de la “ciudad letrada” como un espacio simbólico y de poder, dominado por la élite letrada (escritores, sacerdotes, burócratas) que utilizaba la palabra escrita como herramienta de control social y político. Dichas élites controlaban la producción y circulación del conocimiento a través de documentos, leyes y textos religiosos, consolidando su poder sobre la población mayoritariamente analfabeta.
Estos elementos parecen propios de las épocas coloniales y de los primeros años de las naciones hispano hablantes, pero cabe preguntarse si esto de verdad ha quedado en el pasado con la universalización de la escritura y la lectura.
Hoy por hoy el acceso a la información es casi ilimitada y los que logran generar una sistematización de este, además de construir un discurso medianamente coherente, tienen la fortaleza de ser llamados intelectuales, los nuevos “letrados”. Inmersos en las universidades o en los centros de pensamientos, estos personeros son parte del discurso público, pero sin asumir consecuencia en las ideas que ahí pregonan.
A dos años del rechazo constitucional
Es interesante recordar -en este segundo aniversario del plebiscito de 2022- el rol que cumplieron estos letrados, en generar una de las caídas más estrepitosas y dolorosas para la izquierda en casi toda su historia en Chile. De la misma manera que los intelectuales desempeñan un papel central en la “ciudad letrada”, actuando como mediadores entre el poder y la sociedad.
Hoy estos individuos, a menudo funcionarios públicos, clérigos o escritores, siguen siendo responsables de la redacción de leyes, la interpretación de normas y la propagación de ideas que refuerzan las estructuras de poder existentes, o incluso están encargados de construir unas nuevas.
Ejemplo de lo anterior son Jaime Bassa, Fernando Atria, Marcos Barraza, Mauricio Daza, Cristina Dorador, quienes se entremezclaban como próceres del saber junto a figuras clericales como Benito Baranda, Francisca Linconao, Elisa Loncon o con avezados políticos como Renato Garín, Felipe Harboe, Fuad Chain o Hugo Gutiérrez.
Nombro solo a los destacados de la fuerza mayoritaria, pues en sus manos estaba la tarea de entregarnos un nuevo Chile.
Sin embargo, al igual que la crítica de Rama en “La ciudad letrada”, esta elite también jugó un rol en la perpetuación de las desigualdades sociales y su resistencia al cambio. Esto fue montar un espectáculo deplorable, guardarse para sí las explicaciones abiertas de los cambios propuestos, entrelazar deseos con derechos sociales impagables en su conjunto, no darle coherencia a un sistema político lleno de nuevos organismos, ni sentido a los sistemas de justicia indígenas propuestas sin más que la mera voluntad de cambio social.
Se volvieron mezquinos con su verdad y, por tanto, ya no fue la verdad transversal de todos.
Imposiciones que vienen de izquierdas y derechas
“La ciudad letrada” ofrece una mirada profunda sobre cómo la cultura escrita ha sido utilizada como una herramienta de poder en América Latina y cómo las élites letradas han moldeado la historia y la cultura de la región.
Rama destaca profundamente la importancia de la escritura en la construcción de la autoridad y el control social, mientras que también reflexiona sobre las posibilidades de cambio y resistencia en la modernidad.
Lo que sucedió en 2022 nos recuerda que esta construcción autoritaria e imposición cultural puede venir tanto de izquierdas como por derechas. No es que la sociedad chilena no les quisiera entender su propuesta innovadora, sino que simplemente replicaron seguir siendo letrados, pero para nuevos amos.