Es muy interesante como dos lideresas a nivel internacional enfrentan escenarios políticos y electorales con alto nivel de expectativa, con alianzas débiles y principios en su mayoría del mundo woke, de los que deben alejarse como nos enseñó la elección británica.
Demócratas en alerta con Kamala Harris
Las últimas tres semanas han sido claves para el despegue de la candidatura de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. En contra del pronóstico de varios, la Demócrata ha tenido una buena recepción en sectores claves y tradicionales del mundo progresista liberal estadounidense, sobre todo entre los jóvenes, comunidades negras y grandes ciudades.
Su despliegue ha sido el correcto y sumar como compañero de lista al blanco moderado gobernador de Minnesota, Tim Walz, ha sido una jugada estratégica necesaria para consolidar su candidatura como una opción altamente competitiva.
Muchos analistas entregan buenos números en estados bisagras claves, tales como Wisconsin, Michigan y Pensilvania. De hecho, si gana en esos tres estados es muy probable que sea electa presidenta del gigante del Norte.
La primera mujer presidenta de su historia y la segunda persona de raza negra en lograrlo. Miel sobre hojuelas. Pero como toda elección, aún existen factores que pueden aguar la fiesta y es lo que tiene en alerta a los demócratas.
Primero, las cifran dan por perdidos dos estados bisagras muy grandes como Florida y Ohio, además de entregar malas proyecciones en Georgia y Carolina del Norte. Con ese escenario, bastaría tan solo perder un estado de los tres mencionados al principio, para que el sueño se vuelva pesadilla.
En segundo término, está la duda razonable sobre la performance de Harris en los futuros debates. Su risa nerviosa y la incapacidad de poder articular respuestas duras a los más seguros ataques de Trump puede jugarle en contra. En un país muy conservador, ser mujer y de raza negra también puede jugarle en contra en varios condados rurales, que si salen en masa a votar pueden revertir la tendencia en las zonas urbanas, como sucedió con Hilary Clinton.
Michelle Bachelet
Mientras tanto, en Chile otra mujer, la primera electa presidenta en Sudamérica, sigue consolidando su opción presidencial en Chile. Michelle Bachelet parece ser la única carta a la mano que pueda hacer coincidir nuevamente al FA-PC con el Socialismo Democrático.
Los partidos la necesitan, sobre todo, para mantener una representación aceptable en ambas cámaras y poder unir a la centro-izquierda e izquierda bajo una sola bandera para la próxima elección presidencial, lo que sin duda aseguraría poder pasar a segunda vuelta.
Sin embargo, existe un fantasma que cruza por los pasillos de su fundación; el fantasma de la derrota en manos de una de sus ex adversarias, a quien ya una vez derrotó con suma holgura la última vez que se vieron enfrentadas en las urnas, Evelyn Matthei.
Y es que la combinación de factores es muy fuerte en su contra, partiendo por ser la primera elección presidencial con inscripción automática y voto voluntario. La primera con la incorporación de un número importante de votantes extranjeros, muchos de ellos avecindados en Chile, escapando de los regímenes de sus propios países, regímenes, por lo demás, que comulgaron con Bachelet en sus mandatos anteriores. Y tal vez lo más importante, la primera elección presidencial bajo en nuevo clivaje político del Apruebo – Rechazo del 04 de septiembre de 2022.
Si Bachelet cosecha en primera vuelta un 38% de las preferencias, será un espejo de este proceso, siendo muy complejo llegar al 50+1 sin renunciar a varios de los pilares de ese proyecto de Constitución que “no es perfecta, más se acerca a lo que yo siempre soñé”.
Los fracasos de las reformas tributarias y en educación también serán razones para ser apuntada con el dedo. Es una elección llena de esperanza pero también incertidumbre.
Es muy interesante como dos lideresas a nivel internacional enfrentan escenarios políticos y electorales con alto nivel de expectativa, con alianzas débiles y principios en su mayoría del mundo woke, de los que deben alejarse como nos enseñó la elección británica.
Toda la esperanza depositada sobre el rol de estas mujeres, nos hace recordar que la política es dinámica, dinámica es la política.