Maduro, es un problema, es un dictador y será el asesino político de toda una generación.

Las elecciones en Venezuela sin lugar a duda han sido la gran noticia mundial del momento. La impúdica victoria de Nicolás Maduro, es fruto de un proceso que el Centro Carter determinó como elecciones no democráticas.

El panorama para los proyectos políticos latinoamericanos

Esto es un problema de alta relevancia para Latinoamérica, no tan solo por la consolidación de los bloques de apoyo más duros del chavismo, si no en la forma en la cual la izquierda del continente (incluyendo a la española) está respondiendo a un evento de proporciones cataclísmicas para el sector.

El flanco es fundamental, respaldar a Nicolás Maduro es apoyar una burda y evidente maniobra fraudulenta para mantenerse en el poder. Pero también plantea dudas reales sobre el verdadero compromiso democrático de esos proyectos políticos.

El discurso de “respetar la institucionalidad venezolana” es insostenible. No tan solo por lo desigual de las condiciones de la campana que se llevó a cabo, con la prohibición de participar de María Corina Machado por razones de dudosa justificación. También por el desesperado intento de esconder las papeletas electorales cuando el candidato opositor Edmundo González estaba arrasando en todas las mesas del país.

El actuar del régimen del dictador Nicolas Maduro no tiene parangón ni en los mejores libretos de películas hollywoodenses.

Las redes sociales acusan que se estaría imprimiendo cientos de miles de papeletas electorales falsas, bajo el agudo sigilo de informáticos chinos, mientras aviones llegan desde Cuba con supuestos agentes de “orden” antidisturbios, llegando incluso la oposición a denunciar la presencia de milicias del grupo ruso Wagner en custodia de las estatuas y monumentos de Hugo Chávez.

Todo lo anterior, parecería del todo inverosímil si el mismo Nicolás Maduro no acusara a Chile y Perú de poseer “centros de entrenamiento” para que los retornados desde Estados Unidos vengan a generar inestabilidad.

Brasil -con una actitud demasiado tibia para ser el gigante del continente- contrasta con las radicales posturas asumidas por los Gobiernos de México y Argentina, los primeros apoyando a Maduro y los segundos tildándolo de dictador. Chile se atrevió a pedir transparentar los resultados antes de reconocer ganadores y el régimen expulsó a todo el personal diplomático chileno de inmediato en represalia.

Argentina se resiste y los muros de su embajada resguardan a la líder de la oposición. La OEA, por su parte, no logra el mínimo de votos requeridos para solicitar que Venezuela entregue los resultados reales. Claves son las abstenciones de Brasil y de Colombia.

Proyecciones

Cubanos, rusos, iraníes, chinos, todos a la vuelta de la esquina de un Chile que mira como un espectador estupefacto como una crisis de este nivel no es posible contenerla, lamentablemente solo con diplomacia.

Y al igual que el Podemos en España, en nuestro país el Partido Comunista se enfrenta con sus socios de alianzas municipales ante recriminaciones mutuas de antidemocráticos, mientras que el diputado Ibáñez llama a la nueva oleada de venezolanos, que se espera llegue, escapen del hambre y crisis humanitaria a hacerlo manera “ordenada”.

Todo esto a la izquierda le significará un tremendo precio a pagar en el siguiente ciclo electoral del continente.

Los proyectos políticos de Derecha y Centro Derecha tendrán crecimientos exponenciales en varios países en donde la institucionalidad no se haya corrompido. Esto entregará nuevos equilibrios continentales que se transformarán en el canal conductor de sanciones, me atrevo a presagiar, sin precedentes.

Si una cosa nos mostró esta elección, es que un número importante de migrantes venezolanos regresaría a su tierra si el régimen chavista de Nicolás Maduro es destituido.

Basta una mínima incursión en Guyana o un nuevo secuestro con asesinato de un opositor en algún país latinoamericano para prender una crisis que se augura sea el conflicto bélico más importante del continente en su historia.

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Maduro es un problema para el continente, es un problema para todos y cada uno de los países que son parte de esta región y de otras. Venezuela es la puerta de entrada de influencia rusa, china e iraní en la región. Pero también es la fuente de migración más desastrosa del continente y es la base de las bandas armadas más peligrosas en la actualidad. Maduro, es un problema, es un dictador y será el asesino político de toda una generación.
- Felipe Caro, analista político internacional