No se puede hacer una y otra vez lo mismo y esperar resultados distintos. Esto es precisamente lo que pasa con las políticas de seguridad en nuestro país. Si seguimos entendiendo la seguridad como un slogan, las familias chilenas seguirán viviendo con miedo y la escalada de violencia y muerte de la última semana empeorará.

Un presidente hace algunos años prometía que a los delincuentes se le acabaría la fiesta y el actual hace poco afirmaba que se les perseguiría como verdaderos perros.

Mientras primen los slogan, todo seguirá igual o peor

La situación de temor en la que viven miles de familias no da para más, se requiere un cambio profundo ya. El primero, y más importante, es de actitud, de nada sirven las exigencias de renuncias ni los chantajes legislativos de la oposición. Pero tampoco las vacilaciones ni menos la condescendencia que se ve en sectores del oficialismo respecto a la realidad nacional en materia de seguridad.

El segundo cambio es de dirección. Si no unimos al país en torno a una propuesta común, estaremos en problemas. La paz en nuestros barrios y ciudades hay que construirla y eso se hace conversando, llegando a acuerdos e implementando un plan con objetivos de corto, mediano y largo plazo.

La sociedad civil y las comunidades tienen mucho que aportar y decir. Una Mesa Nacional por la Paz, con participación de actores políticos y sociales, podría ser un buen punto de partida.

El tercer aspecto que debe cambiar es asumir que no hay una solución mágica, ni acciones asiladas. Proponer estado de sitio es seguir hablando de la misma forma, y además es una mala idea porque el objetivo no es restringir libertades a la ciudadanía sino combatir eficazmente al delito y crimen organizado.

No descartar ninguna medida

La crisis de seguridad requiere soluciones integrales. Por eso hay que volver a hablar del fortalecimiento de las policías, de políticas de prevención y salud mental. De la crisis carcelaria que hace de las cárceles escuelas del delito. De fortalecer el rol de municipios y las delegaciones presidenciales. De inteligencia y uso de tecnologías, del rol de las FFAA. De la crisis educación pública y la falta de políticas de apoyo a la juventud, y de otras medidas que en el último se han propuesto de distintos sectores sin descartar ninguna.

En Valparaíso, nos tomamos en serio la seguridad. Lo hacemos recuperando plazas y espacios públicos, construyendo y mejorando recintos deportivos, y creando escuelas deportivas para niños y niñas. Fortaleciendo a las organizaciones sociales con recursos públicos y desarrollando políticas culturales a nivel barrial para la juventud y la familia.

También lo hacemos recuperando fachadas de barrios comerciales, cambiando luminarias públicas y poniendo en marcha el primer sistema de patrullaje municipal turístico del país-hace algunos días-. Apoyamos al comercio nocturno para fortalecer la seguridad en sus locales, trabajamos coordinadamente con las policías y perseguimos penalmente los hechos de alta connotación pública.

Las cosas pueden cambiar. Podemos construir la paz y la seguridad que todos y todas anhelamos, si comenzamos como país a hacer las cosas distintas.