Observamos con preocupación, una estructura poderosamente financiada y promovida desde el sistema de salud pública, el activismo LGBT y una serie de instituciones públicas y privadas. Una verdadera oleada de individuos y agrupaciones de procedencia dispar, autodesignados especialistas o, al menos, “entendidos”: psicólogues, jueces, abogados, doctores, enfermeros/as, académicos y funcionarios de todos los estamentos. Profusos en banderas, decorados y con presentación de pronombres en redes sociales. Pero habitualmente escasos en bibliografía, metodología conocible y estudios firmados de su propia mano.

Un enfoque dañino

Lo más perjudicial de este modelo, que se filtra por todas partes, es que promueve la medicalización con hormonas sintéticas y bloqueadores de la pubertad desde los 9 años de edad. En Chile se permitiría en forma “oficial” desde los 14 años, según un documento firmado por la Dirección de Salud de la Municipalidad de Santiago. Una edad que ya es muy baja.

Lo de “oficial” va entrecomillado debido a las dudas que deja: ¿por qué este documento no ha sido sistematizado ni integrado a la Política Nacional de Salud Trans (2024)? Tampoco forma parte del programa de salud pública que acompañaría a niños y adolescentes identificados trans (2023). ¿Esos 14 años tienen como límite para recibir tratamiento médico lo comunal, regional o nacional?

¿Qué parámetros rigen realmente en la salud pública y privada?

El endocrinólogo infantil de la Universidad Católica (UC Christus) y miembro de la Sociedad Chilena de Endocrinología Alejandro Martínez, es uno de los prestadores privados que considera adecuado bloquear la pubertad entre Tanner 2 y 3 (escala de maduración sexual), estadio que podría darse desde los 9 años de edad, según sus propias palabras.

El Manual de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica (2020) respalda dicha práctica. Lo discutible es que, al menos desde 2019 -un año antes de la publicación del manual- y según el estándar de calidad del que dicha entidad debería hacer gala, el enfoque afirmativo-hormonal estaba siendo superado por países como Inglaterra, Finlandia y Suecia. Pero, la bibliografía del manual solo avanza hasta 2018.

La situación descrita me interpela directamente. Coorganicé una de las primeras instancias que buscaron apoyar a familias de niños y adolescentes identificados trans en Chile: Fundación Transitar (2015-2018).

La historia de la Fundación Transitar

Por esos años no existía la elevada cifra de menores de edad que actualmente transiciona, y que después, en no pocas ocasiones, detransiciona o desiste. Transitar desaconsejaba el uso de bloqueadores de la pubertad y terapias hormonales durante la etapa de crecimiento.

Cada actividad ejecutada por la Fundación Transitar era autofinanciada, y el contexto trans aún no se veía asediado por la superabundancia de terceros intereses que es posible observar hoy.

Transitar, mi recorrido como activista, y la deriva en salud se entrecruzan, se distancian y se vuelven a cruzar, como iré explicando en estas líneas.

Constatamos que al dominio del enfoque afirmativo o trans afirmativo en salud pública, se agrega la salud privada: Clínica Alemana, Red de Salud UC Christus (Universidad Católica), y la práctica de integrantes de la Sociedad Chilena de Endocrinología, entre tantos otros.

Se suman instituciones educativas y de gobierno: Instituto Nacional de la Juventud, Ministerio de Desarrollo Social y Familia, Ministerio de Educación, oficinas municipales de diversidad, universidades y escuelas. Por ejemplo, en 2022, el liceo Carmela Carvajal firmó una “alianza” de atención psicológica y consejería gratuita dirigida a estudiantes, a ser ejecutada por el Proyecto T del Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia de la Universidad Diego Portales.

No es descabellado entonces, explicarse de dónde estarían surgiendo tantos niños y adolescentes “trans”.

Respecto a la medicalización, fui yo mismo quien en 2015 en Fundación Transitar, estudiando las escasas publicaciones científicas disponibles a la fecha (Hospital de Niños de Boston y protocolos holandeses), acerca de los posibles beneficios y riesgos de los bloqueadores de la pubertad y terapias hormonales dirigidas a niños y adolescentes, pude entender con toda claridad la falta de evidencia en torno a la práctica de tales tratamientos, los efectos secundarios y sus riesgos. Consecuencias severas en el desarrollo cognitivo y emocional, pérdida o disminución del deseo sexual, infertilidad, esterilidad, osteoporosis, daño hepático, aparición de tumores, cáncer y riesgo cardiovascular, entre otros. Todo esto superior a cualquier beneficio posible.

Debo agregar que, siendo activista, mi decisión tenía un pie en la ciencia y otro en mi rol: que niños y adolescentes no se vieran impulsados a modificar su cuerpo según la exigencia de los cánones sociales.

¿Hormonas, bloqueadores y cirugías?

De cualquier forma, la decisión ponía a Transitar en conflicto con otras organizaciones trans y LGB, quienes sostenían que la medicalización de menores de edad era un camino correcto. Una postura que han ido reforzando a través de sus modelos atencionales privados, así como del “Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género” (PAIG), de los ministerios de Salud y de Desarrollo Social y Familia, elaborado entre 2021 y 2023 por profesionales de la salud junto con representantes de ONG trans, y asesores de agrupaciones trans (Bloque Salud Trans Para Chile, Colegio de Psicólogas y Psicólogos de Chile, Fundación Juntos Contigo, Proyecto T-UniversidadDiego Portales, OTD Chile, entre otros).

Llama la atención sobremanera, que PAIG no incorpore referencia alguna a la edad en que podría darse inicio al tratamiento con bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas.

¿Esto quiere decir que la regulación correspondería al documento firmado por la Dirección de Salud municipal mencionado anteriormente? Porque el registro precedente, la “Vía clínica para la adecuación corporal en personas con incongruencia entre sexo físico e identidad de género” (Ministerio de Salud, 2010) indica que el tratamiento solo podría iniciarse a los 18 años de edad, y contando con al menos tres meses de acompañamiento en salud mental.

Con el actual PAIG de salud pública chilena, los activistas y profesionales gestores del modelo afirmativo (tanto o más activistas que los activistas a secas, con apodos facilísimos de ubicar por potenciales clientes en redes sociales e Internet, tales como “ps.afirmativo”, “terapeuta diversa”, “la psicóloga trans”, “psicologíatrans.cl”) eliminaron todas las alternativas. Entre ellas la de Transitar, que los antecede en términos de trabajo comunitario, análisis y políticas públicas.

Es alarmante confirmar que el actual “acompañamiento trans” ponga al alcance de niños y adolescentes, no solo las hormonas y bloqueadores de pubertad, sino que también la posibilidad de realizarse cirugías.

Existen al menos nueve casos de reasignación de sexo -incluyendo mastectomías- en menores de edad. Esto pese a que la “vía clínica” que ya revisamos, indica que las cirugías solo están disponibles para mayores de edad.

El “boom” de la transición infantojuvenil

¿Por qué hoy son tantos los padres que suponen que sus hijos son trans? ¿Por qué aumenta exponencialmente el número de niños y adolescentes que se identifican trans o que son identificados como tales? La Cuenta Pública de 2023 estimó que el número de menores ingresados a PAIG se triplicaría entre 2023 y 2024, proyección basada en estudios internacionales que ni siquiera coinciden con el tramo etario de PAIG.

¿Qué información y alternativas de acompañamiento, más allá de la afirmatividad, están disponibles para las familias que acceden a la salud pública y privada?

En 2015, realizar una transición a cualquier edad seguía siendo difícil. Era algo excepcional. Si alguien me hubiese dicho que pocos años después la transición infantojuvenil sería un boom, jamás lo hubiese creído.

¿Es que hoy existe más espacio para ser? O es que prácticamente todos los espacios que cohabitan con la niñez y la juventud (escuela, universidad, redes sociales, salud pública y privada, instituciones de gobierno, publicidad) promueven la identificación trans?

Entre el inicio y el término de Transitar pude notar que el deseo de acceder a hormonas y bloqueadores iba aumentando. A pesar de todas nuestras recomendaciones, los propios padres incitaban a sus hijos a iniciar tratamiento, argumentando querer protegerlos frente a la posibilidad de que se les “notara lo trans”, por temor hacia un posible maltrato o hecho de discriminación.

En esos años, los niños y adolescentes identificados trans perdían el año escolar y sufrían una serie de situaciones de abuso intolerable. Tristemente, son hechos que no han dejado de ocurrir dentro de todo el espectro de edad escolar, particularmente entre aquellos que en mayor o menor medida se distancian de cualquier ordenamiento escrito o tácito: la violencia escolar no para de extenderse.

Discriminación y violencia

Al momento de discutir los motivos para promulgar una ley como “José Matías”, (en referencia a un menor de edad que lamentablemente se quitó la vida) son invocadas la discriminación y violencia escolar.

Dicha ley buscaría ampliar las sanciones a quienes vulneren la identidad de género, reforzando en el ámbito estudiantil -junto a la circular escolar 812 que da autonomía a mayores de 14 años para realizar transiciones sociales sin consentimiento de sus padres- todo lo que PAIG representa a nivel de salud y acompañamiento social, dividiendo aún más a las familias, y desplegándose como una nueva herramienta en manos de sancionadores, incapaz de generar instancias de convivencia y formación integral.

Esta semana se votó en la Cámara de Diputados la reforma a la Ley Antidiscriminación o Ley Zamudio. Una modificación ya aprobada en el Senado, es la difusa y engañosa referencia sobre “terapias de conversión” (forzar el cambio identitario u orientación sexual), que en realidad busca amedrentar la práctica clínica consolidando el deficiente e irresponsable modelo afirmativo.

La mayor parte de estos parlamentarios de centro, izquierda y derecha que ya votaron a favor, no se informa adecuadamente del detalle.

En 2022, un conjunto de diputados con Emilia Schneider a la cabeza, intentó ir más allá ingresando un “Proyecto de ley que promueve el acompañamiento afirmativo a personas LGBTIQA+ y prohíbe los esfuerzos para cambiar la orientación sexoafectiva, la identidad o expresión de género”.

En vista de las repercusiones del controvertido modelo afirmativo, el proyecto es mal intencionado, o sus redactores simplemente no están a la altura de sus funciones. Por ahí se fue perdiendo la perspectiva social del movimiento trans, terminando emparentada con el gobierno y los funcionarios de turno.

A fines de 2017, a partir de Transitar se propuso crear la Fundación Selenna, con una orgánica completamente distinta. Mi decisión fue no hacerme parte y mantener Transitar hasta aproximadamente septiembre de 2018, como una unidad educativa y sin incorporar directamente familias.

Cerré Transitar poco antes de que esta realidad se masificara.

En 2017 había armado Acción Travesti en Calle (“travesti”, designación popular previa al ingreso de la terminología “trans”), movimiento que apoyó a personas trans, travestis y mujeres sin techo (en situación de calle), lo cual comenzó a absorber todo mi tiempo. Supuse que la “infancia y juventud trans” seguiría una trayectoria más o menos estable.

Un acuerdo importante pactado al inicio de Transitar fue: dos años de plazo presentando públicamente una problemática, único motivo por el cual Transitar fue pionero en compartir imágenes y testimonios comunitarios. Luego de esto, el paso era desligarse completamente de cualquier forma de activismo y aparición mediática, formando una escuela -no exclusivamente trans- que destacara en, al menos, una asignatura a nivel nacional (yo venía de las Artes Visuales y mi propuesta iba en esa línea).

Pero no resultó así.

En 2021, una unidad regional del Programa de Intervención Especializada (PIE) me solicitó realizar dos talleres pagados para familias de menores de edad identificados trans. Esto, en tiempos de Transitar y en contraste con la agenda afirmativa en boga. Realicé al menos doscientos talleres educativos, cobré en no más de quince ocasiones, para gastos de movilización y por mi tiempo.

Testimonio

Fueron años de dificultad económica, aunque para mí, lo trans era parte de un movimiento en estado de emergencia social en donde incluso hice “familia” durante un tiempo, por lo que estaba dispuesto a colaborar en las condiciones que fuese necesario.

Al término del segundo taller de 2021 y aunque fui bien evaluado, quedé con la sensación de haber ofrecido ideas relativamente obsoletas. En términos humanos creo haber entregado una guía adecuada. Aaunque recuerdo en particular a un psicólogo muy interesado en consultar acerca de una metodología psicoterapéutica más específica, y que no fui capaz de responder algo de mayor provecho.

Supongo que mis respuestas continuaban en línea con una versión, por así decirlo, “deshormonizada” de la afirmatividad.

Al llegar a casa abrí el computador y escribí en el buscador, “niños y adolescentes trans”, conociendo así el desarrollo del modelo afirmativo, además de confirmar que la medicalización de menores de edad trae consecuencias perjudiciales. A raíz de mi experiencia y estudios, en marzo de 2024 decidí publicar un extenso análisis sobre la realidad nacional de PAIG.

En 2021, entre taller y taller, detransicioné por segunda vez. Luego retransicionaría una vez más, para finalmente detransicionar. Necesitaba cerrar un proceso que quizás pudo ser más fácil de haber contado con el apoyo psicológico adecuado, menos sentimiento de culpa (por ser activista trans) y menos confusión. Mi primera detransición se inició en agosto de 2019, fecha a la cual ni siquiera había escuchado el concepto ni procesado la posibilidad de dejar atrás el camino de la transición.

Nada en mi itinerario personal influyó negativamente sobre la visión acerca del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género. Las carencias de PAIG hablaban por sí mismas. Ahora, habiendo confirmado mi postura sobre la transición médica, hace ocho o diez años pensaba algo muy distinto respecto a la designación trans y la transición social (cambio de nombre, pronombre y vestimentas; cambio de nombre y sexo registral) durante la minoría de edad.

Por qué no aplicar la designación trans durante la niñez y adolescencia

A partir de mis estudios desde 2021 conocí la terapia exploratoria en salud mental, y me di cuenta de que al ámbito trans estaba llegando un número creciente de menores de edad con una serie de comorbilidades asociadas (síntomas depresivos, ideación o intento suicida, ansiedad, trastornos del espectro autista, trastornos alimentarios, trastornos de conducta).

Estos jóvenes terminan identificándose con lo trans porque se sienten validados en ese medio, y no al revés, como pretende la aplicación afirmativa sobre “estrés de minorías”. Según explica acertadamente la psicoterapeuta estadounidense Sasha Ayad, “todas las otras condiciones con las que [el menor descrito como trans o disfórico] estuvo lidiando previamente son atribuidas al estrés de ser trans”.

Entendí que lo adecuado era diseñar espacios culturales, educativos y de salud, sin aplicar la designación trans durante la niñez y adolescencia. Y así, reservar ese concepto terminada la etapa de crecimiento.

También concluí que era desacertado emprender transiciones sociales categóricas a corta edad. Resulta equivocado enmarcar la trayectoria de vida infantojuvenil bajo un concepto tan determinante y cuyas consecuencias están siendo cada vez más cuestionadas.

Ampliar, no reducir ni etiquetar y menos medicalizar, para lograr ser diferente, es mi principal aprendizaje y recomendación tras casi diez años de experiencia sociocomunitaria y estudios.

En relación a las prácticas y programas en torno a la niñez y juventud, retomaría algunas viejas- nuevas actividades. Unas que han sido descritas tanto por personas trans y detransicionadoras de todas las edades, así como por toda clase de personas, como muy benéficas para su salud mental y bienestar personal. Practicas con las que se liberan pensamientos obsesivos, aliviando el malestar emocional y la concentración en aspectos físicos.

En simple: practicar deportes, disfrutar del aire libre, leer un clásico, caminar por el barrio, aprender a cultivar una huerta (un cajón en el balcón del departamento también sirve). Arreglar un aparato en desuso, apagar el celular. Por otro lado, poner atención a cómo se están educando niños y adolescentes, qué redes sociales visitan y quiénes los están aconsejando, cómo se encuentra la salud mental y disponibilidad de los padres al momento de enfrentar desafíos desconocidos y, posiblemente, angustiantes.

Se esperaría que toda instancia de acompañamiento actualizado incorporara estas actividades que exceden el espacio clínico e incluso el del soporte psicosocial. En el caso de PAIG, ampliando el trabajo intersectorial hacia los ministerios del Deporte y de las Culturas, así como a grupos de padres y unidades vecinales, en forma transparente, con participación abierta y sin exclusión ideológica.

Transitar contaba como eje central con reuniones familiares cada dos o tres semanas. Junto con eso, ocasionales paseos y visitas a exposiciones de artes visuales (balneario Las Cruces, Picasso en el Centro Cultural La Moneda, obras fotográficas en MAVI, etc.). En ocasiones asistía la comunidad estable, unas veinte familias, en otras solo dos o tres.

Lo importante era el gesto: vivir y compartir. Aprender, pensar e imaginar.

Crecer con afecto, crecer sin etiquetas

El documento del Departamento de Diversidad Sexual de la Municipalidad de Santiago, que ya citamos más arriba, integró un paquete ofrecido por el gobierno en 2023, con referencias a la población LGBT en el día que conmemora la “despatologización”. Entre otros se incluyó “Diálogos Participativos: Diversidad”, del año 2016.

A lo largo de 80 páginas de conversaciones con niños y adolescentes identificados trans, mayormente integrantes de Fundación Transitar, el acceso a hormonas se menciona apenas una sola vez (grupo en edad de pubertad). El foco eran los anhelos, deseos y habilidades. En estos tiempos medicalizados, la utilización del documento de 2016 resulta absolutamente distorsionada.

El apellido de fantasía de PAIG es “Crece con Orgullo”. Frente al actual panorama repetiría una y otra vez, que ser rebelde como correspondería a la juventud, no se asemeja en nada a ser “trans” porque el sistema y las instituciones lo estén incentivando.

Esa es la problemática de fondo: crecer con afecto, crecer sin etiquetas, y no tan solo la dicotomía medicalizar/desmedicalizar.

Fundaciones promueven uso de bloqueadores de pubertad

En MOVILH, Iguales, Todo Mejora, OTD Chile, Fundación Renaciendo, Fundación Juntos Contigo y Fundación Selenna, ¿cuántos niños y adolescentes están recibiendo bloqueadores de la pubertad y tratamiento hormonal?

Estas organizaciones, ¿comprenden la diferencia entre pausar una pubertad precoz durante un lapso acotado y frenar el desarrollo puberal en forma permanente para después continuar con terapia hormonal? Pese al financiamiento millonario que recibe, OTD Chile claramente no lo entiende y censura la conversación.

¿Qué estudios ha desarrollado o publicado en todos estos años, por ejemplo, Fundación Juntos Contigo, la única acreditada oficialmente como instancia civil de acompañamiento?

¿Qué memoria social puede compartir esa fundación en forma pública y transparente?

¿Sus integrantes han presentado problemas de salud a partir del suministro de bloqueadores de la pubertad y terapias hormonales?

¿Qué experiencia poseen los adultos que se hacen cargo de estas organizaciones?

La postura de Transitar acerca de las familias que dejaban de tener contacto con nuestra fundación y decidían emprender otros itinerarios, era que no nos incumbía insistir. Lo primordial era la decisión en cuanto familia.

Entonces, ¿por qué hoy surgen servicios de salud pública y organizaciones de la sociedad civil que ni siquiera están acreditadas para realizar acompañamiento, interviniendo judicialmente el núcleo familiar?

¿Solo porque el tablero se dio vuelta y lo que nunca fue ley (la persona trans) ahora sí lo es?

La normativa que rodea a PAIG y el rol de las organizaciones que intervienen como programa de acompañamiento están repletos de vacíos, contradicciones, negligencias, procesos y párrafos delirantes.

Señalaba al comienzo, que las transiciones y de transiciones de niños y adolescentes van en aumento. Ya conocimos la cifra de la Cuenta Pública nacional, que triplica el acceso a PAIG de un año al siguiente.

Los contextos afirmativos sostienen definiciones miserables acerca de la de transición: que es algo extremadamente raro, que se da exclusivamente a raíz del maltrato social (“estrés de minorías”), que se trata de personas que sufrieron una suerte de lavado cerebral. Las cifras que ofrecen resultan igualmente magras, del 0,3 % al 1%.

¿Qué tienen que decir las organizaciones que redactaron PAIG entre 2021 y 2023 acerca de la detransición y desistencia infantojuvenil?

La Detransición, otra realidad poco divulgada

Revisemos la única cifra oficial sobre detransición/desistencia difundida a nivel local, acerca del registro de un encuentro entre psicoterapeutas y activistas de la cuenta de Youtube de la Asociación Psicoanalítica de Santiago (APSAN), titulado “¿Existe la detransición?” (2022)

La cuenta X de la Agrupación Kairós, familias de niños y adolescentes identificados trans, detransicionadores y desistidores en Chile, informa que “se reconoce como ‘dato duro’ que de las 87 personas que se acercaron al programa Transitando del Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak (el principal hospital psiquiátrico de Chile), 44 se mantuvieron en el proceso de transición. De este subgrupo, un 9,9% detransicionó en el transcurso de 1 año”.

La cifra es difundida por Josefina Cáceres, psicóloga de Transitando (no confundir con Fundación Transitar). Un año de seguimiento es exiguo: las cifras tienden a crecer en el tiempo.

Kairós se pregunta: “Una cifra cercana al 10 % anual de desistencia, sin considerar el alto número de personas que no fueron incluidas en la cifra inicial, está muy por sobre el 1% de desistencia que suelen informar los activistas. ¿No debería llamar la atención de las autoridades de salud este tipo de inconsistencias? ¿Se ha hecho el debido seguimiento a este grupo, se les ha brindado la atención médica que merecen? ¿Han sido orientados en este proceso de la misma manera en que fueron afirmados inicialmente en sus transiciones?”.

Muchos de estos jóvenes “desistidores” o “detransicionadores” (a falta de una terminología más representativa y que haga justicia a toda su historia) siguen estando más cerca de la esfera de la diversidad que de otra cosa, pero no tienen más apoyo que el de pequeños grupos como Kairós y Detrans Chile, a quienes exigimos prudencia, derecho al tiempo y evidencia científica de calidad.

Estos jóvenes no existen para el activismo, es más: el activismo trans-LGB los ha maltratado intensamente. Tampoco existen para la salud pública. Quienes desisten o detransicionan no suelen regresar a las clínicas de género. Un 9.9% ya es bastante, aunque estoy seguro que el porcentaje es más alto y se incrementará a futuro.

¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué todo tan rápido?

En el video de APSAN, la psicóloga Josefina Cáceres comenta el caso de un joven de 16 años a quien atendió en 2020, “de una alta inteligencia” y que pertenecía a agrupaciones activistas y programas de apoyo desde hace dos años. Tras ocho meses de psicoterapia, el joven expresa que ha dejado de identificarse trans, y que dicho pasar tenía que ver más que nada con la búsqueda de pares y sentido de pertenencia grupal.

Cáceres comenta este y otro caso en que los jóvenes habrían “hecho un clic”, en referencia a procesos de reflexión o cambio espontáneo que los llevaron a abandonar la transición. En línea contraria a la tesis exclusivista y retrógrada del maltrato social o “entorno hostil”, que en el mismo encuentro APSAN esgrime majaderamente el psicólogo Marcelo Cárcamo, jefe del Programa GADI (Grupo de Apoyo a la Diversidad Sexual) de la red UC Christus.

Pero Kairós interpela no solo a Cárcamo. Respecto a la desistencia espontánea que, según Cáceres, “todavía no entendemos claramente que pasa ahí”, las familias chilenas en búsqueda de alternativas a la afirmatividad cuestionan: “¿Cómo es posible que se siga entonces adelante con la transición de niños y niñas, cuando no se entienden las razones de una desistencia? Esta reconocida ignorancia es la que nos preocupa”.

Evelyn Silva, directora de Fundación Selenna (niñez y adolescencia trans), expresa sus aprensiones en el mismo registro APSAN.

En palabras de Kairós: “Evelyn Silva es la ÚNICA en expresar su preocupación respecto a la transición social y médica de niños y niñas, interpelando a los profesionales: ‘¿Qué estamos haciendo?’. ‘¿Por qué todo tan rápido?’. ‘No hay estudios’.

El psicólogo Christian Spuler discute que “Los estudios ya vienen”. Silva responde: “mientras tanto seguimos bloqueando cabros”.

Spuler, terapeuta familiar, es parte del ProyectoT (Trans) de la Universidad Diego Portales, en acuerdo de atención psicológica gratuita con el liceo Carmela Carvajal y quién sabe cuántos espacios escolares y de salud infantojuvenil más. ¿Dónde están las investigaciones firmadas por Spuler? El sitio web de Proyecto T no dispone de ninguna.

Kairós cuestiona el respaldo académico del psicólogo: “Christian Spuler: esos estudios ya llegaron, fueron revisados en el Informe Cass y no favorecen los tratamientos hormonales como se conocen en Chile, entre otras profundas críticas al modelo afirmativo”.

El síntoma de Spuler se asemeja al del endocrinólogo Alejandro Martínez (UC Christus): viven en el pasado reciente y su aproximación es de manual.

No pretendemos buscar culpables: la desatención, falta de cariño y el afecto mal entendido son más culpables que ellos, nosotros y los otros.

¿Dónde estaban hace diez años, quienes hoy rasgan vestiduras y acusan al modelo afirmativo sin proponer mayor alternativa, careciendo de información tanto o más que la que poseen aquellos a quienes apuntan?

¿Estos avances radicales y descuidados no surgen quizás, en parte, de la discriminación y maltrato histórico de toda una sociedad?

El problema de la estructura afirmativa es otro: insistencia y sordera. Avance desmesurado que partió en el movimiento social y terminó siendo una excelente plataforma laboral y de negocios para un grupo selecto. Abstracción, artificialidad. Misma que inoculan en cuerpos en crecimiento, jugando a ser dioses, jueces y magos al mismo tiempo.

En este marco de activismo y práctica hostil e ignorante, donde dar la cara tiene repercusiones, la periodista de TeleSur, Paola Dragnic, tuvo la valentía de compartir las aprensiones de Evelyn Silva en su cuenta X, generando una reacción que deja en deuda al emisor.

El dirigente de MOVILH, Rolando Jiménez, reposteó la publicación de la periodista, junto con un comentario de su propia mano: “Hemos investigado diversas situaciones y estamos preocupados. Trabajamos años por una ley de identidad de género y por política pública en salud para población trans. Estas conquistas deben ser usadas responsablemente para nuestros adolescentes y niños”.

Estamos a 5 de junio de 2024, ha transcurrido más de un mes desde esa declaración de Jiménez en redes sociales, y más de un año desde los dichos de Silva en APSAN. MOVILH y Fundación Selenna prueban que existe discrepancia en torno al modelo afirmativo público y privado, particularmente el PAIG.

Fundación Selenna fue parte de la primera etapa de PAIG en 2021, cerrando al resto de los usuarios de salud pública, la posibilidad de disentir que Evelyn Silva sí se permite en teoría.

Todavía esperamos comunicados oficiales de ambas organizaciones sobre PAIG.

“Tenemos que estar preparados para ofrecer algo mejor

Ya me tocó partir de cero con Transitar, y no me cabe duda que vamos a crecer nuevamente. Es lo correcto, no tenemos miedo y ya pasamos de todo. Hablo en plural por mi organización, Detrans Chile, aunque no lo necesitan y solo lo hago a modo de agradecimiento, porque sabemos colaborar y porque también han hablado por mí, por todos los padres, personas trans y mujeres que cuestionan el sistema de salud afirmativo).

Soy una especie de referente borrado de ciertas memorias trans (¡a mucha honra!).

Hice y hago activismo para lograr objetivos técnicos y sociales. Mi vida y mis amistades están hechas, y el tiempo siempre habla.

El modelo afirmativo es dañino y va a cambiar sí o sí, solo es cosa de tiempo.

Para mí habría sido muy sencillo y conveniente seguir la corriente afirmativa, pero tengo claro que habría sido incorrecto. No la seguí antes en términos medicalizantes, y no la sigo ahora en término alguno. Tenemos que estar preparados para ofrecer algo mejor.

Nicolás Raveau es licenciado en Artes. Investigador y activista. Detransicionador, OT-DSD. Fundación Transitar (2015-2018), Acción Calle (2017-2021), Detrans Chile (2023, 2024)