Complementémonos, abramos nuestra mente y corazón para escuchar atentamente al otro. De no ser así, la paz está en peligro y las posiciones fanáticas listas para dar un paso al frente. Ello hemos de evitarlo.
Más ideas, menos descalificaciones
Es lamentable la polarización que se está produciendo en nuestro país a meses de las elecciones de concejales, alcaldes y gobernadores. El lenguaje soez, las descalificaciones mutuas, la incapacidad de dialogar de manera serena, le hace un daño de grandes dimensiones a la sociedad chilena. Conceptos como tolerancia, respeto mutuo, buena fe, confianza, amistad cívica, están muy ausentes.
Las redes sociales multiplican este fenómeno y generan una sensación de pánico en la sociedad que en nada ayuda a lo que realmente importa: solucionar los problemas que viven los ciudadanos día a día, generar un ambiente de esperanza y de respeto, y custodiar la democracia. Pareciera ser que no nos reconocemos como seres humanos y menos la dignidad que llevamos inscrita en nuestra naturaleza.
Podemos tener ideas distintas del modo en como organizarnos como sociedad, sin duda alguna. Pero será la razón la que ha de llevarnos al mejor de los modelos propuestos. Sin embargo, estamos lejos de eso. Hoy se trata de imponer -de lado a lado- visiones que algunos creen que son incuestionables. Detrás de estas posturas hay intransigencias que solo harán las relaciones entre las personas más tensas y difíciles.
“Me temo que se están armando los cimientos de un nuevo estallido social”
Cómo se echa de menos ese orador que cautiva con sus ideas, con su cultura, con el buen uso del lenguaje. Me temo que se están armando los cimientos de un nuevo estallido social, lo que sería un fracaso de la democracia que tanto costó recuperar.
Hago un llamado a la auténtica tolerancia, a la humildad de reconocer que todos podemos hacer un aporte para lograr un país más justo y pacífico. Ello exige mucha magnanimidad y serenidad de espíritu, un profundo amor a la condición humana y gran capacidad para reconocer cuando nos hemos equivocado.
No están los tiempos para discursos inflamados de ira y de posiciones extremas.
Este es el tiempo de la moderación y de pensar siempre en el bien común que implica necesariamente una especial preocupación por aquellos que no han visto aún despegar sus vidas porque la pobreza y la marginación los tienen atrapados.
Hoy más que nunca debemos apelar a la razón y a desterrar toda forma de violencia que solo genera más violencia, toda forma de fanatismos. Creo que debemos hacer un gran esfuerzo comunitario para que triunfe todo lo que es bueno, verdadero y bello, y desterrar de nuestro corazón todo aquello que lo impida.
Es bueno recordar que la verdad es sinfónica y que nadie está totalmente equivocado y nadie es poseedor de toda la verdad.
Complementémonos, abramos nuestra mente y corazón para escuchar atentamente al otro. De no ser así, la paz está en peligro y las posiciones fanáticas listas para dar un paso al frente. Ello hemos de evitarlo.