Nunca había tenido la oportunidad de asistir a las óperas o recitales de María Callas, y ya no era posible. Pero tuve el raro privilegio, de al menos escucharle un agudo “do de pecho”, dedicado a nosotros, y provocado por mi esposa.
En los años setenta se pusieron de moda muchas discotecas o clubes nocturnos, congregando a todo tipo de personas, noche a noche, para bailar hasta altas horas.
No había peligro en las calles, tampoco drogas ni excesos, al menos públicamente. Uno de los principales objetivos era “ser visto”. Para ello, los propietarios se esforzaban por recibir, y lo más frecuentemente posible, a las famosas y famosos de entonces. Aceptaban sin dudar.
En ese contexto, los medios de comunicación siempre estaban presentes, lo que favorecía la visibilidad de asistentes y dueños por igual.
Valga un recuerdo particular: New Jimmy’s de Régine Zilberberg
En París, donde fue destinado en mi trabajo diplomático, el lugar más renombrado era el “New Jimmy’s” en Montparnasse, que tuvo un éxito notable.
Pertenecía a Régine Zilberberg, conocida simplemente como Régine, que conocía a todo el mundo y mantenía su local lleno permanentemente. Allí era usual encontrar a todas las principales figuras sociales, políticas, deportivas, actores, músicos más conocidos, que querían mantener su popularidad.
El éxito de Régine en París la hizo replicar su discoteca en Nueva York y varias otras ciudades en el mundo, con igual resultado. Hasta en Santiago tuvo un espacio, aunque no fue de larga duración.
Régine fue un personaje bien conocido, vital y extraordinaria en cultivar amistades importantes. Vivió 92 años. Murió en 2020.
Un DO de pecho
Con todos estos antecedentes, era un lugar que había que conocer. Sobre todo, viviendo en París y siendo jóvenes.
Una noche con amigos, Cecilia -mi esposa- y yo, fuimos al New Jimmy’s. No había requisitos de ingreso, ni ser socio o miembro del local. Había mucha gente, pero ningún famoso a la vista. Nada grave, pues en algún momento aparecerían, como siempre.
Allí se bailaba de todo, desde el conocido “Go-go”, hasta otros estilos más dinámicos y también lentos. Siempre con un sonido alto, con muchas luces que giraban y espejos que las reflejaban.
Había que hablar bien fuerte para ser escuchado, pero en verdad, ese no era el propósito.
En plena pista y con una música algo más movida, de pronto, se escucha un “do de pecho”, como conocen los entendidos en óperas. Es raro y muy difícil de alcanzar, pero claramente identificable.
No era un grito cualquiera, inundó todo el local y se pudo escuchar por sobre el ruido imperante. Procedía de una mujer alta, delgada y muy elegante, con una amplia cabellera suelta, que bailando de espaldas, se había enredado en un anillo de fantasía que portaba Cecilia. El fuerte tirón de pelo, había provocado esa nota aguda.
El baile se detuvo y, por largos minutos y cuidadosamente, el compañero de baile de esa mujer, procuraba desenredar el pelo atascado.
Era fácil reconocerlo, se trababa del conocido actor francés de la época, Jean Pierre Aumont. Me acerqué a ayudarlo, mientras Cecilia y la víctima, estaban inmovilizadas. Luego de estos esfuerzos, por fin se logró.
¡El DO de pecho era de la mismísima María Callas! La mítica cantante ya entonces retirada de los escenarios, pero sumamente conocida. Claro, sólo “la Callas” había sido capaz de dar una aguda nota lírica, en una discoteca ruidosa, e imponerse, sin que fuera el grito de dolor acostumbrado.
Todo se tomó con mucho humor, con las disculpas recíprocas por algo totalmente involuntario, pudiendo conversar por unos minutos y reírnos de la situación.
Nunca había tenido la oportunidad de asistir a las óperas o recitales de María Callas, y ya no era posible. Pero tuve el raro privilegio, de al menos escucharle un agudo “do de pecho”, dedicado a nosotros, y provocado por mi esposa.
Un pequeño cuento anecdótico, pero que los admiradores de “la Callas”, como yo, sabrán apreciarlo, aunque hubiere sido una sola nota, pero una nota dedicada.