Chile entero, de norte a sur, de mar a cordillera está consternado por los incendios que han dejado tantos muertos, tantos heridos, tantos desaparecidos, tanto trabajo y tantos sueños convertidos en cenizas. También está perplejos por el fallecimiento tan repentino e inesperado de quien fuera dos veces presidente de la República de Chile, Sebastián Piñera Echenique.
Chile es un país sufrido, lo sabemos, si no es terremoto, es incendio, si no es incendio, serán inundaciones. Pero también sabemos, como escribió Ercilla, que es una nación fuerte principal y poderosa, capaz de levantarse en la desgracia y trabajar unidos.
Estos hechos que nos sobrepasan, que nos llenan de preguntas que solo la fe en Jesucristo puede responder, nos traen hoy a la Catedral de Santiago para recogernos en el silencio, hacer oración y entregarle a estas personas fallecidas para que Él las acoja en su Reino y les dé la paz y la tranquilidad que Él mismo, Camino, Verdad y Vida, prometió: Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré (Mt. 11,28), dice el Señor.
En este contexto, lo primero que surge es darle a la familia de Sebastián Piñera nuestro sentido pésame por la muerte de quien fuera esposo, padre y abuelo. Porque nunca nos olvidemos que antes de ser profesor, empresario, dirigente político, senador y presidente de la república es un ser humano, un hijo de Dios que ha fallecido en un fatal accidente y que su partida ha causado mucho dolor a sus familiares, a sus amigos, y a todos quienes lo conocieron.
Este dolor traspasó a su familia y al mundo político para radicarse en el pueblo sencillo, leal y agradecido que salieron a la calle con banderas chilenas a despedirlo.
En esta solemne Misa no corresponde hacer lecturas políticas o sociológicas de su persona y su legado. De ello se encargarán los historiadores, los sociólogos y los cientistas políticos. A los creyentes, al despedirlo nos corresponde rezar por él y por el eterno descanso de su alma e intentar vislumbrar la huella de Dios en su vida.
Se trata de ver de qué manera el soplo del Espíritu Santo lo llevó a formar una familia y a dedicarle lo mejor de su vida y los talentos que el Señor le regaló a servir a su país en la más alta vocación a la que puede aspirar un ser humano: la política por ser la fuente primera e insustituible para alcanzar el bien común.
Sebastián Piñera era católico y lo declaraba en sus gestos y en sus palabras. Notable fue verlo persignarse cuando la cápsula en las áridas tierras del norte comenzaba a descender a las profundidades de la tierra para rescatar a los mineros encerrados en sus entrañas.
Emocionaba ver a un hombre con tanto poder, autoridad y responsabilidad arrodillarse en la santa Misa en el momento de la consagración, como expresión de su pequeñez ante la grandeza insondable e infinita de Dios.
En todas sus oficinas un lugar de honor ocupaba un crucifijo y fotos familiares. Sebastián Piñera fue fiel a la Misa dominical, tenía un entrañable amor a la Virgen María y una especial devoción por San Alberto Hurtado. Así, desde niño su vida se fue conformando al amparo de los evangelios, de su familia y de la Iglesia que lo educó. Sin duda que su tío, monseñor Bernardino Piñera, fue relevante en ese proceso.
Sebastián Piñera tenía claro -en ese contexto cultural- que su vida giraría en torno a dos ejes: la familia y el trabajo. Comprendía vitalmente que en ese contexto podía vivir en plenitud su condición de hijo de Dios y de católico. En diciembre celebró, junto a toda su familia y amigos, 50 años de matrimonio con Cecilia Morel. Sebastián era un hombre agradecido de la vida.
Comprendió también que los dones, habilidades y talentos que Dios le había regalado era para entregarlos a manos llenas. Pudiendo a temprana edad optar por una vida tranquila en su casa junto a su familia, emprendió el camino de la política que lo llevó a ser elegido Presidente de la República dos veces.
Su formación académica y de fe le regaló una mirada amplia de la vida y lo llevó a comprender que el todo es más que las partes. Así, recorrió el país entero mirando sus luces y sus sombras, actuando con prontitud y celeridad porque para él todo era urgente.
Notable es saber que invitaba a tomar desayuno a los jóvenes con los más altos puntajes para ingresar a la Universidad, pero también convidó a jóvenes reclusos a conversar con él para saber de sus condiciones de vida, sus historias y anhelos.
Tenía un gran sentido del humor, pero lejos estaba de él la superficialidad o la ostentación en la vida diaria. Su norte era el trabajo bien hecho. Sólo así se avanzaba, sólo así se enfrentaban los problemas para darles la solución que correspondía.
Sabía muy bien que si el país no generaba las condiciones para que todos y cada uno de sus ciudadanos prosperara, el desarrollo era parcial y la injusticia que se iría generando se convertiría en una grave fuente de tensiones sociales. Promover la creación de trabajos, era sin duda la política pública a la que más le dedicó tiempo porque estaba convencido, y con justa razón, que el trabajo es, por lejos, la clave de la cuestión social. Conocía bien la doctrina social de la Iglesia.
Afrontó con decisión importantes asuntos de Estado, ampliamente conocidos, el estar arrodillado delante de Dios, le permitió estar sereno a la hora de afrontar problemas de difícil solución. Notable fue cuando el Estado se hizo cargo de todas las camas de las clínicas en los tiempos de pandemia. Eso es hacer valer con fuerza el principio del destino universal de los bienes y que sobre la propiedad privada grava una hipoteca social.
Las vacunas contra el Covid no llegaron a la ciudadanía según la ley de la oferta y la demanda, o según criterios amigocráticos, sino según estrictos criterios médicos y de justicia social. El valor de la justicia social era parte de su estructura mental y de la personalidad que fue cuajando en su vida a medida que crecía.
Chile, reconoció en las calles su grandeza, no tanto por lo que dijo sino que por lo que hizo. El pueblo no se equivoca con sus líderes. Los testimonios que hemos escuchados y que fueron muchos, hablan por sí solos. Es hermoso escuchar a un pueblo agradecido que se sacrifica por horas a pleno sol para despedir a quien reconocieron como un presidente preocupado de su país. Sebastián Piñera sirvió a Chile con fuerza, ahínco y convicción.
Como todo ser humano se pudo haber equivocado, pudo haber cometido errores, algunas cosas las pudo haber hecho de otra manera, pero lo que no se pone en duda es su buena fe y recta intención. Las manifestaciones para homenajearlo en las zonas más martirizadas por el terremoto como Concepción y Dichato hablan por sí solas.
Últimas dos reflexiones. Da esperanza el futuro de Chile a la luz de lo que ha acontecido en estos días.
Da esperanza ver personas de todos los partidos políticos, y algunos claros y nítidos adversarios políticos, en la guardia de honor junto al féretro.
Da esperanza ver a los millones de chilenos que se conmueven ante la desgracia ajena y solidarizan con claridad y sin ambigüedades.
Da esperanza ver al gobierno entregando lo mejor de sí mismo para dejar claro que Chile es uno y que esa unidad es gracias al Estado de derecho que nos rige y que cuidamos, y a la democracia que tanto ha costado recuperar y de la cual nos sentimos orgullosos.
Da esperanza ver que las tradiciones se respetan a cabalidad porque la historia que las cuajó forma parte del hoy del país y de su futuro.
Por último, hermanos y hermanas, no es necesario esperar desgracias como las que hemos vividos en estas semanas para abrazarnos, para respetarnos, para reconocer lo bueno que hay en cada uno de nosotros. Desde ya podemos vivir y tratarnos mejor. Tenemos las bases pre políticas y pre éticas para lograrlo dado el sustrato cristiano que soporta nuestra cultura.
Es ahora cuando hemos de reconocer el valor de cada vida humana y decirlo. Mañana ya es tarde. Es ahora cuando tenemos que decir con mayor claridad que la unidad en torno a grandes valores como el respeto mutuo, el diálogo sincero, la amistad cívica, el reconocer lo bueno a los demás, es el camino que tenemos que recorrer. Es ahora cuando hemos de promover la fraternidad como la base que sustenta las legítimas diferencias políticas y modelos de sociedad que queremos construir.
Espero que el fatal accidente del ex presidente Sebastián Piñera y los incendios voraces que nos azotan contribuyan a generar un país más unido, más fraterno y más justo, como el que él, de la mano de Dios, la Virgen María y su familia soñó y contribuyó a construir.