Es quizás una última oportunidad para que el sistema político, con todos sus componentes, reaccione y se haga cargo. De no ser así. Que nos pille confesados.

Los resultados de la votación para aprobar o rechazar el texto constitucional redactado por el Consejo elegido al efecto, señalaron categóricamente que, para la ciudadanía en general, ni la propuesta de la Convención en su momento y el texto mencionado del Consejo, provocaron una adhesión suficiente para votarlos favorablemente.

Lo pintoresco de la primera y lo formal de la segunda, fueron insuficientes para siquiera seducir al electorado. En ambos casos, se castigó la renuencia al acuerdo y el afán identitario.

Se trata de acontecimientos que han quedado rápidamente fuera de la retina de la ciudadanía y de los votantes, no así de los analistas y dirigencia política que aún no termina de sacar sus conclusiones. Se han socializado frases tales “nadie ganó”, se “terminó un ciclo constitucional”, entre otras. Nada muy contundente.

Más allá de ello, pareciera que no se quiere asumir que la ciudadanía envío un mensaje al sistema político, particularmente a la elite política. Un mensaje que señala que hay una nueva oportunidad para enfrentar los problemas que les afligen cotidianamente. O, al menos, solo lo han asumido desde lo retórico, pues tomar el desafío de enfrentar estos problemas exige, y así también lo señalan los mandantes, que se construyan acuerdos sobre estos y otros temas de preocupación.

Así y por paradoja, nuestros votantes en forma masiva se pronunciaron para encargar a los mismos que sindican como causantes de esta situación, que no solo se ocupen de ello, sino que, busquen los acuerdos para solucionarlos.

Los causantes están llamados a resolverlos. Qué paradoja. Qué deber ineludible. Qué atribución de responsabilidad más concreta y contundente. Qué desafío, pues de no prosperar estos entendimientos, probablemente no habrá otras oportunidades, el reproche y la crítica se transformarán en ira y desesperación y de ahí, un paso corto a la movilización social y a la calle.

Esta vez no se puede fallar

No se puede eludir esta responsabilidad. La tranquilidad democrática depende de esta convicción. Hay que impedir que “un extraño” se transforme en el liderazgo de estas manifestaciones. El populismo tendría una gran oportunidad. Siempre habrá algunos, con gran elocuencia y empatía, que se sienten llamados a salvar al país.

Esto no es solo responsabilidad del gobierno, que por cierto la tiene. No solo es responsabilidad de la oposición, que por cierto la tiene. No solo de los partidos y las coaliciones que también la tienen y mucha sin excepción.

Es también responsabilidad de los gremios empresariales, de las organizaciones sindicales. En fin, de todos los que operan y son parte activa del sistema político.

Así entonces, la reforma al sistema de pensiones no puede esperar. El pacto fiscal no puede esperar. Los temas de salud y educación no pueden esperar. La distribución, el crecimiento, los proyectos y el empleo no pueden esperar. Las personas no están dispuestas a esperar y han dado esta nueva oportunidad.

Llegar a acuerdos para que a Chile le vaya bien

Si para el gobierno, financiar el aumento de las pensiones para los actuales pensionados, requiere de solidaridad, y para la oposición fortalecer la capitalización individual es muy importante, ambas posiciones desde una legítima opción ideológica por cierto, vamos a ocho puntos del aporte patronal, con una mayor gradualidad y cuatro de ellos para solidaridad y cuatro para capitalización y nos hacemos cargos de ambas perspectivas. Así estaríamos en el estándar OCDE. Terminemos así con la falacia de la libertad de elección.

El sistema de pensiones es por naturaleza y doctrina, obligatorio. Es un ahorro obligado y afectado con un propósito preciso y conocido. ¿O usted cuando se emplea puede decir que no quiere ser incorporado a una AFP? No vaya a ser cosa que a “este extraño”, se le ocurra que este 16% vaya a las remuneraciones y después cada uno ve como financia su vejez.

Cuidado que, a un trabajador que en Chile gana poco, le pregunten si prefiere que este aporte -10 más 6- vaya a su sueldo mensual para decidir personalmente quién se hace cargo de su vejez, es una pregunta que no me atrevería a hacer.

Todo lo demás, quién administra, quién invierte, quién recauda y quién paga, son asuntos respecto de los cuales no debiera ser un problema llegar a acuerdos, salvo que nuevamente las consignas se impongan.

Lo mismo respecto del pacto fiscal. Para algunos, desde una legítima posición ideológica, es suficiente con el crecimiento. Para otros, también desde similar legitimidad, es necesario un mayor aporte, especialmente de los que tienen más, sin perjuicio que pareciera que están todos de acuerdo en enfrentar la elusión y la evasión, aunque cuando se conocieron cifras, varios pusieron el grito en el cielo.

Entonces facilitemos los proyectos, enfrentemos la permisología, aseguremos la sostenibilidad del crecimiento, vamos por empleo decente y enfrentemos la informalidad. Es decir, hagamos el esfuerzo para que a Chile le vaya bien poniendo todos de su parte y hagámoslo pronto.

Parece que el gobierno entendió el mensaje, a lo menos el Presidente Boric así lo ha expresado y ha llamado a esa voluntad de llegar a acuerdos.

Algunos le creerán. Otros lo dudarán, pero nadie podrá evitar escuchar a los chilenos y chilenas que dijeron lo mismo y que el presidente recogió.

Reitero, es quizás una última oportunidad para que el sistema político, con todos sus componentes, reaccione y se haga cargo. De no ser así. Que nos pille confesados.