Las mujeres sabemos de repliegues y de espera. Pero también sabemos alzar la voz cuando se trata de luchar por nuestras conquistas y cómo defenderlas. En Chile los derechos conquistados por las mujeres y el movimiento feminista durante el siglo XX se hacen parte de los avances civilizatorios. Por eso es importante recordar cada cierto tiempo cómo se ha desarrollado la historia de lucha de las mujeres. Y hoy, cuando tenemos que tomar la decisión de cómo votar en el plebiscito del 17 de diciembre de 2023 sobre la propuesta de Constitución, es crucial mirar esa historia.
Durante 1913, Belén de Sarraga visitó Chile y dio conferencias en distintas ciudades del país: Concepción, Iquique y Valparaíso, despertando el interés de mujeres y hombres.
Belén, gran luchadora e intelectual de esos tiempos, propagaba las ideas de progreso y libre pensamiento, lo que significaba una ruptura con el orden social de la época.
Edda Gaviola Artigas, Ximena Jiles Moreno, Lorella Lopresti Martinez y Claudia Rojas Mira en un clásico libro llamado “Queremos votar en las próximas elecciones”, publicado en 1986 en plena dictadura militar, recordaron que Belén sostenía que el atraso mostrado por la mujer hacia el 1900 se debía al estado de inferioridad en que se la mantuvo durante toda la Edad Media. “En un concilio del siglo VI de la era cristiana se sometió a discusión si la mujer tenía alma y solo por dos votos a favor quedo resuelta afirmativamente esta duda. Calculad cuál habría sido la situación… si aquellos dos santos varones llegan, por cualquier circunstancia tarde a la votación”.
Como lo plantean esas autoras, durante el período de la primera Guerra Mundial en Chile comenzaron a proliferar las instituciones femeninas de corte benéfico, cultural o laboral y, por otro lado, es el comienzo del debate sobre el pacifismo y la posición de nuestro país en el marco de la crisis bélica.
Apareció también el tema sobre los derechos políticos con gran fuerza. Venía desde fines del siglo XVIII como parte de una historia que existe en forma anónima y silenciosa. No podemos olvidar que en 1884, un grupo de audaces mujeres de la ciudad de San Felipe intentó hacer efectivo el derecho a voto consagrado en la Constitución, tratando de inscribirse en los registros electorales.
En Chile el voto femenino se logró a partir del movimiento feminista sufragista que presionó por años para lograr en 1931 el sufragio municipal femenino. La Ley Nº5.357 consideró por primera vez el derecho a sufragio para mujeres mayores de 25 años en las elecciones municipales del año 1935.
Catorce años después, el 8 de enero de 1949, se promulgó la Ley Nº 9.292, que consagró el derecho a que sufragaran también en elecciones presidenciales y parlamentarias. Es decir, pasamos casi la mitad del siglo XX luchando por la conquista plena del derecho al voto.
¿Por qué recordar esta historia? Porque nunca nada ha sido fácil para nosotras. A lo menos en nuestra sociedad occidental, desde la Biblia en adelante hemos tenido que enfrentarnos a la discriminación y el menosprecio.
Hoy, una vez más, nos vemos enfrentadas a tener que luchar por preservar nuestras conquistas frente al aplastante machismo conservador que se infiltra en la propuesta de nueva Constitución, intentando deshacer todo el arduo camino que hemos recorrido en la historia de Chile, con dolor y entrega, para llegar donde estamos en materia de derechos. Dolor y entrega que fueron desplegados con valentía por el movimiento feminista sufragista, así como de la segunda ola que luchamos contra la dictadura cívico-militar levantando la conocida frase “Democracia en el país y en la casa” y luchando por la vida.
La mujer en las propuestas constitucionales I y II
Hace pocos años, en 2018, Chile se sumó a la ola de movimientos feministas que nuevamente alzaban la voz en el mundo, trayendo a la vanguardia a las nuevas generaciones, a nuevas actoras sociales que denuncian los abusos y acosos sexuales sistemáticos perpetrados por profesores universitarios.
Como suceden también en otras esferas de la vida social y que son una parte naturalizada de nuestra existencia, lo que representa una terrible distorsión de la vida en nuestra sociedad y que los hombres no llegan, no pueden apreciar como tal, incluso aunque simpaticen con nosotras. Hay que vivirlo cada día, cada hora, cada minuto y a lo largo de toda tu vida para saberlo y sentirlo.
En la primera propuesta de Constitución, de 2022, que la campaña distorsionadora y feroz llevada a cabo por la derecha y el conservadurismo concertacionista hicieron fracasar, se reconocían por primera vez una serie de derechos de mujeres, niñas, adolescentes y diversidades sexuales, que daba cuenta de esas identidades que mucho quieren silenciar.
En esta nueva propuesta constitucional de 2023 esos derechos no son incluidos; fueron borradas por los sectores más recalcitrantemente conservadores de la sociedad chilena, aquellos que ensalzan la Constitución oligárquica de 1833, aquellos que han establecido una nueva categorización entre las chilenas y los chilenos, entre “chilenos verdaderos”, ellos, y quienes no lo son, el resto del país. Que, además, ni siquiera nombran a “las chilenas” cuando mencionan a “los chilenos” porque el lenguaje inclusivo y no sexista no hace parte de su atrabiliaria cosmovisión.
Esta propuesta constitucional, pone en peligro varios derechos conquistados en democracia, es decir, debatidos.
En primer lugar, la ley de aborto tres causales (caso de riesgo de vida de la mujer, inviabilidad fetal y violación) -ley por la cual trabajé personal y colectivamente durante años para que se lograra-, convirtiéndose en uno de los avances en democracia más importante en materia del derecho a decidir.
En segundo lugar, no se reconocen los derechos sexuales y reproductivos como parte constitutiva de los derechos humanos. Esto una vez más pone en riesgo los derechos tanto de mujeres y hombres como de adolescentes.
Se consagra, además, de manera amplia la objeción de conciencia que ya sabemos lo que ha significado en término de barreras para el acceso y atención en materia de aborto tres causales y en anticoncepción de emergencia, es cuestión de revisar los estudios y evaluaciones al respecto.
Se suma la forma en que quedan reguladas las pensiones que pone en riesgo la ley conocida como Papito Corazón, referida a la pensión de alimentos.
No reconoce las labores de cuidado ni el trabajo doméstico como parte sustancial del desarrollo del país. Por último, la participación política no incluye la paridad poniendo freno a todos los avances que se han hecho en esta materia.
Por eso es que rechazaré está propuesta constitucional, porque nos hace retroceder. Porque pone en riesgo inminente todo lo avanzado con tanto esfuerzo y tanto dolor, porque en lugar de fortalecer nuestra limitada y cuestionada democracia, la debilita y pone en riesgo.
Porque en lugar de estabilidad y convivencia pacífica traerá más tensiones e inestabilidad, menos desarrollo, menos posibilidades de que el país y las personas que lo habitan finalmente pueden ejercer sus derechos dignamente y ser un poco más felices.