Chile es uno de los diez principales productores acuícolas de todo el mundo. También es el mayor exportador de cobre, y uno de los cuatro países que concentran casi la totalidad de la producción de litio. En 2022, encabezó -junto a Francia, España e Italia- los rankings de exportaciones de vino, como también los de frutas, donde regiones como O’Higgins juegan un papel fundamental en dicha área.
En definitiva, nuestro país se posicionó como el mayor proveedor mundial de un total de 26 productos y como segundo y tercero en otros 32 elementos, de acuerdo a un informe elaborado por la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales en conjunto con ProChile, basado en los últimos datos publicados por el Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés).
Todo lo anterior, ha permitido que Chile goce de una importante reputación internacional que ya quisieran tener otros países de nuestra región. En números, si sólo nos remitimos a las exportaciones en minería, las ventas al exterior superaron los US$ 46.800 millones en 2021, lo que no sólo significó un mayor dividendo para los propios inversionistas, sino que también para las arcas fiscales, permitiendo así financiar y satisfacer las innumerables necesidades que hoy tiene nuestra población.
La gira
Esta semana, me tocó acompañar al Presidente Gabriel Boric en su gira por China. Estuvimos en Chengdu, Beijing y Pekín, donde nos reunimos con decenas de autoridades del país asiático, con estudiantes universitarios, inversionistas, pequeños y grandes empresarios, artistas locales, legisladores y cientos de personas que, pese a la enorme diversidad que los caracterizaba, todos guardaban un especial interés y aprecio por esta larga y angosta franja de tierra llamada Chile.
¿Sonaría creíble si es que menciono todos los calificativos que se usaron para referirse a nuestro país -cada uno más importante que el otro- y del amplio conocimiento que existía de nuestras ventajas comparativas, al punto incluso de encontrarnos con más de alguna alusión a nuestro vasto territorio?
Probablemente no. Muchos pensarían -legítimamente- que por tratarse de una visita de Estado existiría una suerte de condescendencia con la delegación chilena, porque nos hemos acostumbrado, de forma intencionada o no, a crear otra imagen durante los últimos años y décadas: la de un país que se encontraría “al borde del abismo”, “en decadencia” o en “plena agonía”, sólo por recordar algunas de las tantas conclusiones a las que han llegado destacados columnistas.
Es cierto que hoy en día atravesamos por una serie de situaciones que han mermado la calidad de vida de las personas, especialmente de las más vulnerables. Vivimos una de las crisis de seguridad más graves del último tiempo, un aumento descontrolado de la migración irregular, un desempleo que sigue creciendo y un escenario económico de suma preocupación.
Pero también es cierto que durante las últimas décadas disminuyó considerablemente la pobreza en Chile, logramos un crecimiento muy por encima del resto de Latinoamérica, avanzamos en mayor infraestructura vial y desarrollo urbano y tuvimos un importante progreso en materia habitacional, lo que nos permitió, en resumidas cuentas, que millones de familias del país pudieran mejorar sus condiciones de vida.
Y así lo entienden en el extranjero, no porque me lo hayan contado, sino porque me tocó vivirlo.
Cuando ven a Chile como un país serio en materia de exportación, también están reconociendo la calidad humana de sus habitantes y las capacidades laborales de sus trabajadores, además -por cierto- de la estabilidad que ofrece nuestro sistema democrático y la implementación correcta de las políticas fiscales, las que han sido ejecutadas justamente por todos nosotros, los chilenos y chilenas.
Esta semana, durante la inauguración del Chile Week en Beijing, el Presidente Boric señaló frente a todos los expositores que “hoy comenzamos nuestra nueva jornada enfocados en la producción, en el desarrollo y en la promoción de nuestro país como núcleo económico esencial de Sudamérica”.
Creámonos el cuento, entonces. Valoremos lo que hemos construido, sintámonos orgullosos de nuestros logros y fijémonos objetivos específicos que nos permitan -en el corto, mediano y largo plazo- mejorar la calidad de vida de cada uno de nuestros habitantes, sin ninguna distinción, porque no puede ser que en el extranjero exista una mejor opinión de Chile que en nuestro propio país.
¿Significa, entonces, que debamos ignorar las preocupaciones que hoy día tienen los chilenos? Por ningún motivo.
Y para ello todos tienen el deber de exigirle a sus autoridades -incluyéndonos- que sean capaces de avanzar en soluciones reales y efectivas, en reformas que nos permitan seguir disminuyendo los actuales niveles de pobreza y de desempleo, porque la aspiración de convertir a nuestro país en el “núcleo económico esencial de Sudamérica” no se cumplirá con un simple deseo, sino que con acciones concretas que logren satisfacer cada una de las demandas de los chilenos.
Y en dicho objetivo, por cierto que contribuyen -y mucho- las visitas de Estado que puedan realizar nuestras autoridades, donde una participación significativa y transversal de parlamentarios, acompañados por un importante grupo de ministros, inversionistas y representantes de la sociedad civil, permitan dar una señal de seriedad y estabilidad hacia el principal socio comercial de Chile.