Las elecciones municipales y regionales del 27 de octubre del próximo año comenzaron a sentirse en la escena política. Y es a fines de octubre deben renunciar aquellos ministros, subsecretarios y delegados presidenciales que deseen competir por una alcaldía o gobernación regional, misma fecha en la que deben renunciar a sus partidos aquellos candidatos que no quieran depender de la decisión de sus partidos o coaliciones para presentar sus candidaturas a alcalde, gobernador regional, core o concejal.
Las elecciones venideras tienen la particularidad de ser las primeras con voto obligatorio para toda la población mayor de 18 años. En el plebiscito del 4 de septiembre 2022 votaron válidamente 12,8 millones, y en la elección de consejeros constitucionales del 7 de mayo pasado lo hicieron 10,1 millones de ciudadanos; los 345 alcaldes actuales fueron electos por 6,3 millones. Los 16 gobernadores regionales por 6 millones en primera vuelta, y en la segunda vuelta dirimente por una cifra mucho menor. Este solo hecho introduce un grado de incertidumbre inédito en elecciones locales.
Nada garantiza que el comportamiento de los 4 a 6 millones de nuevos votantes que podrían participar en estos comicios, sea semejante al de los electores que participaron en 2021.
De hecho, varios estudios confirman que su conducta electoral difirió radicalmente de los votantes habituales en el plebiscito de salida del 4-S, inclinándose masivamente en favor del Rechazo, mientras estos últimos se distribuían equilibradamente entre ambas opciones.
Nuevos votantes y factores de incertidumbre
Se trata mayoritariamente de personas de sectores populares, más hombres que mujeres, con predominio de menores de 40 años y de grandes comunas urbanas. Son los que más desconfían del Estado y de la política para resolver sus problemas, su distancia respecto de las autoridades es mayor y su voto no se inscribe en un marco de referencia ideológico o político determinado.
Se trata de un contingente que se autodefine como independiente y se alinea escasamente en el eje izquierda-derecha. Actúa más bien desde sus urgencias, desde donde le aprieta circunstancialmente el zapato. Es más refractario al gobierno actual -y en general, al de turno- que el votante habitual y es más sensible a las mareas dominantes.
La gravitación de las clientelas fidelizadas por los programas y las actividades de los alcaldes se reducirá significativamente en la próxima elección, porque representará una fracción mucho menor de los votantes efectivos.
En las grandes comunas urbanas la votación de alcaldes en 2021, es la mitad del plebiscito de 2022, y menos de dos tercios de la elección de consejeros constitucionales de 2023. En muchas comunas seguramente habrá más votos nuevos que los que sirvieron para elegir al alcalde actual. Ésta es la primera gran diferencia respecto de las elecciones anteriores, que introduce un factor de incertidumbre inédito que forzará a cambiar la orientación de las campañas electorales, dirigiéndolas al conjunto de la población mayor de 18 años y ya no preferentemente a las clientelas electorales propias y a los sectores territoriales y etarios que acostumbraban votar en más alta proporción.
El segundo factor de incertidumbre proviene del drástico cambio de clima social respecto de mayo 2021, cuando alcaldes, gobernadores regionales y concejales fueron electos junto con los representantes de la Convención. Si entonces predominaba de manera incontrarrestable la demanda de cambio y el voto se inclinó masivamente por las listas independientes y la renovación, ahora domina la demanda de orden y la revalorización de la experiencia.
La marea llevó a 105 candidatos independientes a convertirse en alcaldes, y a fuerzas políticas nuevas a elegir personas sin conocimiento ni trayectoria previa a ganar alcaldías en comunas muy relevantes. Ahora veremos cuántos de ellos lograron consolidarse y cuántos serán víctimas del retroceso de la marea, porque frustraron las expectativas de renovación, fracasaron en el mínimo de gestión exigido o sus fuerzas políticas perdieron la diferencia que encarnaban respecto del sistema político.
El tercer factor de incertidumbre para las actuales autoridades es el eventual regreso de más de un centenar de alcaldes que no pudieron ir a la reelección porque entró en vigor la ley del límite a la reelección y habían acumulado tres o más periodos de gestión alcaldicia consecutiva.
Muchos de ellos seguramente intentarán volver, contrastando la memoria de sus gestiones exitosas de hace cuatro años con las de los ediles actuales. También hay poco más de 50 comunas donde el actual alcalde completa su tercer periodo y está impedido legalmente de presentarse a la reelección, lo que genera una competencia abierta e incierta por la sucesión.
2021 fue una elección muy favorable para la izquierda, arrebatándole a la derecha comunas emblemáticas como Santiago, Ñuñoa, Viña del Mar, Maipú, Estación Central, San Miguel, Rancagua, Chillán, Temuco y Valdivia, entre muchas otras. De hecho, la lista de derecha eligió sólo 87 alcaldes, mientras el Socialismo Democrático sumaba 68; la lista democratacristiana 61 y Apruebo Dignidad 21 ediles. Sin contar con que buena parte de los 105 independientes fuera de pacto que resultaron electos, también estaban alineados con la oposición al gobierno de Piñera.
Desde que se separaron las elecciones de Alcalde de las de Concejales en 2004, las fuerzas políticas que avanzaron en una elección retrocedieron en la siguiente, como las mareas, aunque no necesariamente hasta el punto de partida. Y mientras mayor fue el avance, más significativo fue también el retroceso. Ello, porque muchas veces las expectativas generadas por la nueva administración son frustradas y porque cuando defiendes demasiadas posiciones de poder, el riesgo de perder es mayor que cuando tienes pocas y compites por ganar nuevas.
La dificultad es para los triunfadores de 2021, que inevitablemente perderán posiciones -está por verse cuántas – y las expectativas de triunfo en 2024 es para los perdedores de 2021.
Una elección fundamental para el futuro
Los factores que podrían nublar este resultado son las candidaturas independientes fuera de pacto (520 en 2021 y 105 alcaldes electos) y un diferencial de capacidad entre el oficialismo y la oposición de enfrentar con candidaturas únicas la elección de alcaldes, que es uninominal, por lo que, en caso de dispersión del bloque mayoritario, perfectamente puede obtener el triunfo la minoría.
Probablemente, la explicación de este movimiento de mareas está en la dimensión de plebiscito al gobierno de turno que tiene toda elección municipal que, a pesar de ser local y en buena medida determinada por factores particulares, adquiere también el carácter de elección de medio término. Es decir, oportunidad para los electores de expresar su apoyo y su rechazo al gobierno de turno, así como a los eventuales liderazgos presidenciales futuros, pues sólo median 13 meses de distancia entre la elección municipal y la presidencial.
No es casualidad que los triunfos presidenciales de Bachelet en 2005, Piñera en 2009, Bachelet en 2013, Piñera en 2017 y Boric en 2021, estuvieron precedidos de sendas victorias en la elección de alcaldes.
Seguramente esto ocurre porque la fuerza política vencedora en una elección recibe viento de cola para la elección siguiente y también porque hace una diferencia significativa para una candidatura presidencial, contar o no en sus campañas territoriales con alcaldes y alcaldesas recién legitimados por el voto ciudadano.
Ahora no se elegirán sólo las primeras autoridades de las 345 comunas, sino también las 16 personas que encabezarán los gobiernos regionales que, seguramente, tendrán más atribuciones y recursos que los actuales. Será por ello una elección de extraordinaria importancia para los territorios, sin duda, pero también para el futuro del país.