A las 8:03 de la mañana, recibí un llamado de mi hija.
“Es una catástrofe”, me dijo aún impactada tras presenciar a corta distancia la brutal colisión de un microbús contra el Biotren que transita entre Coronel y Concepción, cuya fuerza incluso descarriló al automotor.
Tuve mucha suerte. Los padres, hijos y hermanos de los 6 muertos nunca recibieron esa llamada. Mientras, 11 personas más se encuentran lesionadas de distinta gravedad.
Lo que ocurrió este viernes en San Pedro de la Paz no fue un accidente. Los accidentes son, en esencia, imprevisibles, y en nuestra comuna la única incertidumbre es cómo no sufrimos más desastres viales a diario, considerando la imprudencia y la gran cantidad de personas y vehículos que cada día se trasladan en ambos sentidos del Gran Concepción, usando una infraestructura tercermundista.
Porque sí, pudo ser un gran avance la llegada de nuevos carros para el Biotren en octubre de 2021, pero su forma estilizada se antoja caricaturesca cuando atraviesa cruces ferroviarios pobremente resguardados, cortando como un cuchillo filas interminables de vehículos, que convierten su paso en una ruleta rusa que hoy cobró víctimas.
“Se veía venir por la poca fiscalización a los taxibuses, con sus imprudencias a toda hora del día. Lo veníamos visualizando y ahora terminó de la peor manera”, indicó la concejala de San Pedro de la Paz, Paola Opazo, a Radio Bío Bío.
Pero más allá de la irresponsabilidad del conductor y la negligencia de la Seremi de Transportes en fiscalizar, resulta increíble que la segunda ciudad de Chile, con casi 1.2 millones de habitantes, tenga una sola arteria que conecte a dos de sus principales secciones. No exagero: sobre el estero los Batros, la Ruta 160 se convierte en un enclenque puente de 3 pistas como única vía existente para más de 300.000 habitantes que se movilizan a diario desde San Pedro de la Paz, Coronel, Lota y la provincia de Arauco hacia Concepción.
Así, un recorrido que no debería tardar más de 20 minutos, se convierten todos los días en 50 si el conductor es diestro (o temerario). De ocurrir un accidente o trabajos en la ruta, suma una o dos horas.
Las medidas para paliar esta situación se han retrasado a niveles absurdos. Pese a la disponibilidad de un puente mecano desde 2021 para conectar la Costanera, su instalación se vio retrasada por los estudios de impacto ambiental y finalmente, por el anuncio de un puente definitivo que se comenzará a construir recién en 2024.
Y ni hablar de los pasos vehiculares sobre nivel que cualquier país OCDE ya habría construido sobre una vía ferroviaria que transporta sobre 42.000 pasajeros al día. Con proyectos que datan desde que el actual gobernador Rodrigo Díaz estaba en la Intendencia del Bío Bío en 2014, apenas uno de ellos se está comenzando a empezar a construir en la actualidad frente a Boca Sur, el mismo sector donde hoy ocurrió el accidente.
(Tras él sólo nos faltarían otros 7. Vamos que se puede).
Pero son dos cosas las que realmente duelen.
Por un lado, el que los habitantes de regiones en Chile sigamos siendo ciudadanos de segunda categoría. ¿Alguien pensaría en que comunas como Santiago, Providencia o Las Condes pudieran quedar aisladas por tener una única vía de comunicación con el resto de la capital? Y mientras en la Región Metropolitana se siguen trazando alegremente líneas de Metro, se subvenciona de forma impúdica el pasaje de locomoción con dinero de todos los chilenos, o se construyen nuevas autopistas urbanas que acortan los tiempos de viaje, en Concepción, Valparaíso, La Serena, Calama o Chiloé, los proyectos viales se acumulan en carpetas que sólo ven la luz durante alguna campaña electoral.
Ningún Gobierno -ni de izquierda ni de derecha- ha tenido la voluntad de revertir el agujero negro centralizador de nuestro país, pero cuesta entender más a un Gobierno que hizo del regionalismo su bandera de lucha que el ministro de Transportes, Juan Carlos Muñoz, no haya visitado durante toda su gestión a San Pedro de la Paz, pese a los reiterados llamados de vecinos a declararla una “zona de catástrofe” vial.
Pero por otro lado, duele aún más que nuestras autoridades locales sean completamente inoperantes a la hora de poner en relevancia las urgencias de sus habitantes.
Con Javier Guiñez, el alcalde de San Pedro de la Paz y copropietario de la línea protagonista de la tragedia, San Pedro del Mar, distraído por las acusaciones de acoso sexual a las que se ha visto enfrentado, dejando de lado incluso la urgencia de algo tan básico como disponer de ambulancias en su comuna.
Con Rodrigo Díaz, gobernador del Bío Bío, hoy más preocupado de salvar su cargo ante las numerosas aristas de desvíos de dinero en el caso Fundaciones en que se ha visto salpicado.
Con Félix González, un diputado ecologista preocupado de actuar en cada situación que pueda involucrar al medio ambiente, menos ante los miles de vehículos que contaminan durante horas con su pesado tránsito por la Ruta 160.
Con Daniela Dresdner, una delegada presidencial cuya inexistente gestión rivaliza incluso con la del exintendente de la UDI, Patricio Kuhn.
Y con un Gobierno que, aún luciendo por el país las ventajas de los automóviles eléctricos, parece olvidar que 1000 autos eléctricos no compensan la contaminación de 100 autos bencineros detenidos durante horas en la misma carretera deficiente, con embotellamientos y accidentes tanto o más dramáticos que el que sufrimos hoy.
Quizá ellos quieran llamar a aquellas 6 familias que ya no volverán a escuchar las voces de sus seres queridos, y tratar de ofrecerles una explicación.