El miércoles 13 de marzo de 2019, un equipo táctico de la PDI allanó simultáneamente cuatro domicilios en el sector Tucapel Bajo de Concepción. ¿El objetivo? Desbaratar parte del cartel de Los Mora, el clan más conocido de narcotraficantes de la capital del Bío Bío.
El procedimiento fue limpio. Dejó cuatro detenidos (tres de ellos pertenecientes a la familia, además de una mujer). Nadie opuso resistencia, no se encontraron armas, pero sí munición y -por supuesto- droga: 15 mil dosis de marihuana, pasta base y cocaína.
Todo fue valorado por el gobernador de Concepción, Robert Contreras, quien describió los arrestos como un “golpe al narcotráfico”. Sin embargo, éste es sólo un capítulo de la extensa historia del cartel. A continuación, el largo prontuario policial que Los Mora han forjado violentamente en casi 15 años y parte de la trama de su caso más emblemático, una especie de guerra que atemorizó a los residentes de la Villa Esperanza en Tucapel Bajo.
Los 27
Para adentrarse en el mundo del cartel más conocido de Concepción hay que entender dos cosas. Primero, la familia Mora es grande. Segundo, el negocio no es exclusiva labor de los hombres.
De acuerdo a información de la Fiscalía Regional a la que accedió BioBioChile, 27 miembros de la familia -con vínculos consanguíneos- han sido formalizados por diferentes ilícitos entre 2004 y 2019, principalmente por tráfico de sustancias ilícitas.
En efecto, se constató que 17 de los miembros enfrentaron cargos por vender droga, siendo 10 de ellos condenados a pasar tiempo tras las rejas.
Numerosos son los artículos de prensa al respecto. Por mencionar algunos casos, en noviembre de 2014 una mujer, Ana Verónica Mora Pérez, fue detenida por la PDI cuando transportaba pasta base, la que iba oculta en la caja de cambio del vehículo.
En diciembre del año siguiente, dos miembros del clan cayeron también en manos de la Policía de Investigaciones. Según se les acusó, éstos ocultaban droga y armas en casas de perro en Tucapel Bajo.
Sin embargo, el golpe más duro al negocio de Los Mora fue el ocurrido en abril de 2013, en el marco de la denominada Operación Cofradía, cuando detectives lograron el decomiso de droga más grande desde la Reforma Procesal en el Bío Bío.
En esa ocasión, se detuvo a cinco personas y se tomó posesión de más de 102 kilos de pasta base, más una pequeña cantidad de clorhidrato de cocaína (9,8 gramos). Todo fue avaluado entonces en 3 millones de dólares.
Uno de los arrestados era José Misael Mora, quien luego fue encontrado culpable por el ilícito, aunque actualmente se encuentra cumpliendo la condena en libertad condicional.
Según se dio por acreditado en el juicio, Misael encargó a Italo Bofi Cifuentes la misión de ir desde Concepción hasta Ovalle para buscar la droga que había adquirido en el norte. La petición fue aceptada por Bofi, por lo que para efectos de realizar el viaje y trasladar la droga, Mora Pérez le pasó al acusado una camioneta marca Mitsubishi, en la que Italo Bofi llevó como acompañante a Jorge Zenteno Sandoval, otro de los imputados.
Por su parte, Misael viajó en un Audi junto a su pareja, Francisca Sánchez Novoa. Tanto en el trayecto de ida al norte, como en el de regreso a Concepción, Italo recibía instrucciones y dinero de parte de Mora Pérez, así como una remesa de dinero por parte de Francisca Sánchez Novoa antes de llegar a Ovalle.
El 26 de marzo de 2013, Mora Pérez procedió a cargar la camioneta Mitsubishi que conducía Bofi, con 100 paquetes contenedores de los más de 102 kilos de pasta base. Un día después, mientras el chofer y Jorge Zenteno ingresaron a San Fernando, hospedándose en el hotel Terra Centro. En horas de la mañana de ese mismo día, Italo dejó el vehículo en la que trasladaba y guardaba la droga, en el estacionamiento “Las Garzas” ubicado al interior de la estación de Ferrocarriles de dicha ciudad, donde quedó aparcada por cuatro días.
A raíz de ello, Mora Pérez contactó a otras dos personas para que fueran a la ciudad de la región de O’Higgins a retirar la camioneta y la trasladaran a Concepción con la droga guardada en ella. Para ello, estos dos sujetos viajaron a San Fernando el 30 de marzo de 2013, sin embargo, fueron sorprendidos por personal de la Brigada Antinarcóticos de Concepción en los momentos en que abordaban el vehículo, lográndose la incautación de la droga.
Los otros tres involucrados, incluido José Misael Mora, fueron detenidos en Concepción.
Más formalizados
El narcotráfico no es la única razón por la que Los Mora han debido enfrentar a la justicia. El segundo delito más común entre los 27 integrantes por el que han sido formalizados es el hurto, con 15 miembros imputados. Le siguen receptación, con 13 y robo, con 11.
Más atrás aparecen otros cargos, como lesiones (10), conducción en estado de ebriedad (8), tenencia ilegal de armas (6), amenazas (5), incendio (4), homicidio frustrado (4), usurpación de identidad (2), homicidio (1) y ofensas al pudor (1), entre otros.
El clan, al parecer, también ha tenido una renovación: los miembros de más alta edad bordean los 60 años (57 el mayor) mientras que el menor de ellos tiene 18.
Tal como se mencionó, la presencia de mujeres es otro factor a considerar, pues de los 27 miembros, 10 de los acusados son mujeres. La participación en las operaciones no es exclusiva de los hombres en Los Mora.
Pese al amplio prontuario policial, hay un crimen en particular vinculado a la familia que sólo meses después los puso nuevamente en el tapete.
Un asesinato
El viernes 16 agosto de 2013, personal de las Fuerzas Especiales de Carabineros debió llegar hasta las afueras del Juzgado de Garantía de Concepción. El tribunal penquista se encontraba resguardado bajo estrictas medidas seguridad, pues en su interior se realizaba la audiencia de formalización en contra de Yerko Lastra Vidal.
El día antes, a eso de las 18:25 horas, el joven -de entonces 21 años de edad- había disparado a Richard Ociel Mora Pérez (28), mientras éste se desplazaba por calle Rengo con Bulnes. El miembro del clan de Los Mora murió en el lugar, debido a los dos tiros que Lastra le propinó: el primero de ellos por la espalda, a la altura de la columna vertebral y otro que impactó en el hombro.
Si bien en aquella oportunidad no se entregó una versión oficial de las causas que motivaron el homicidio, lo cierto es que existían rencillas anteriores. Incluso, la defensa del autor de los disparos alegó en la audiencia que todo había sido en defensa propia, puesto que existían amenazas previas.
Con el asesinato, sin embargo, los altercados que habían hasta ese momento entre la víctima y victimario tomó un cariz aún más violento cuando un grupo de personas incendió en represalia la casa de Los Lastra. Nueve viviendas fueron consumidas por las llamas y un anciano de 99 años de edad -bisabuelo de Yerko- murió calcinado, al no poder huir.
Quien conoce el sector de Tucapel Bajo sabe que la disposición de las construcciones no es la mejor para evitar la propagación del fuego: viviendas pareadas y de madera en su mayoría. Todo eso conspiró para que vecinos que nada tenían que ver con la disputa terminaran en la calle.
Pero… ¿qué fue lo que pasó?
El 18 de agosto de 2013, siendo aproximadamente entre las 03:45 horas y las 04:30 horas, jóvenes desconocidos -presumiblemente cuatro miembros del clan- concurrieron hasta dos domicilios ubicados en el pasaje Tucapel. En ellas, habitaban I.C.C.E, R.G.A, y P.E.C.S.
El grupo ingresó a la fuerza a dichos domicilios, causaron destrozos y golpearon en el rostro a una tercera víctima de iniciales R.G.A., provocándole una fractura del arco cigomático izquierdo sin desplazamiento y una herida nasal, lesiones de carácter menos graves.
Enseguida, dicho lesionado fue arrojado por los sujetos a la calle y huyó del lugar. A su vez, atendido lo acontecido, la víctima de iniciales I.C.C.E. aprovechó de arrancar y salir a pedir auxilio a una vecina.
Luego, los individuos, con la intención de incendiar los inmuebles de la familia ya indicados, y pudiendo prever la presencia de más personas en el interior de las viviendas, procedieron a verter gasolina en los muros y accesos de la vivienda ubicada pasaje Tucapel, prendiéndole fuego, el que una vez iniciado generó un incendio de gran magnitud que destruyó totalmente las viviendas de las víctimas.
Sin embargo, las llamas luego se propagaron y destruyeron otras cuatro casas vecinas ubicadas en la misma calle y otras tres del Pasaje Fernando Cuadra.
Producto de este incendio falleció carbonizado al interior de una de las viviendas el anciano de 99 años de edad, de iniciales P.E.C.S., padre de la víctima de iniciales I.C.C.E., quién no alcanzó a huir a tiempo de las llamas”.
Tal como se desprende de ésta y la sentencia posterior dictada en el segundo juicio (ya que se ordenó repetir), nunca se pudo comprobar ante la justicia la participación de Los Mora en el siniestro, pero no por una buena defensa de los involucrados, sino más bien por la falta de pruebas en su contra.
Como anécdota, el velorio de Richard Ociel Mora Pérez, por quien se estaría tomando venganza, se realizaba a sólo metros de las casas quemadas. En el barrio, todo es cercano.
Especie de “guerra”
Por miedo y por el clima de violencia que se vivía en el sector, ninguno de los vecinos se atrevió a declarar en contra de Los Mora, salvo una de las afectadas, hija del anciano fallecido.
“Explicó, esta deponente que, se trata de una familia numerosa, que presenta conflictos con la justicia y en el vecindario, donde se vivió, durante esos días, una especie de “guerra”, debido a la violencia con que actuaban buscando venganza; “disparos iban y venía” durante gran parte de esos días, lo que los obligaba a vivir encerrados por temor y especialmente uno de sus hijos, H., quien debió abandonar el domicilio y refugiarse en otro lugar para proteger a sus hijos, los que habían sido atacados por parientes e integrantes de la familia Mora; todo lo cual explicó, para reflejar el ambiente que se suscitaba entre los días 15 a 18 de agosto de 2013, cuando se estaba llevando a cabo el velorio de Richard Mora”. (Extracto de la sentencia dictada el 28 de noviembre de 2014).
La sensación de inseguridad obligó a las autoridades -totalmente sobrepasadas por la violencia- (horas antes del gran incendio también habían quemado un auto) a anunciar medidas -no muy concretas- para solucionar un problema ya desencadenado.
“Hemos establecido ya algunos contactos con algunos dirigentes de Tucapel Bajo con el fin de que esta semana podamos tener algunas reuniones, podamos hacer algunas coordinaciones con Carabineros, con el fin de poder evitar de que se sigan registrando hechos delictuales, invitando que puedan ellos mismos entregar información de personas que podrían en algún caso estar vinculadas con la comisión de delitos”, dijo el entonces coordinador regional de Seguridad Pública, Félix Vera.
Mitos que rodean a Los Mora
Los hechos antes descritos dieron mayor notoriedad a Los Mora, pese a que ya eran bastantes conocidos en la zona tras la operación Cofradía. Ejemplo de ello es la serie de mitos que se han tejido alrededor del clan.
En efecto, se asegura que uno de los mayores de la familia llegó una navidad a Tucapel Bajo con un camión cargado con regalos y con pino incluido para sus vecinos más pequeños.
Si bien no hay pruebas sobre si eso realmente ocurrió, las historias continúan, pues hay otros que afirman que el mismo Mora armó un asado en pleno pasaje y repartió carne a quienes pasaban por ahí.
Pese a todo eso, en el barrio no dirían precisamente que son gente querida, más bien son respetados.
“No son como el patrón del mal, que regalaba casas y la gente lo protegía”, señalan en alusión a la relación que tuvo Pablo Escobar en barrios de Colombia.
En Tucapel Bajo también llamaron la atención los funerales de Los Mora. En una oportunidad, tras el deceso de uno de los miembros, se dispuso una carpa para despedirlo. En su entrada había una gigantografía con la imagen del difunto. Incluso se dice que transmitieron por Facebook uno de los velorios. Si bien no hay registro de ello, en redes sociales sí hay una foto, donde se puede ver un cuadro del fallecido junto a una enorme cantidad de cervezas Corona. “Los velorios son en grande”, sostienen.
Como dato curioso, se dice que los menores del clan fueron “pokemones”. Se juntaban en la Plaza de Tribunales de Concepción y habrían siempre buscado “chiquillas de buenos colegios”, a quienes les facilitaban droga.