En casi todas las compañías de bomberos se atesoran historias de mártires. Se trata de héroes de carne y hueso que están en el anonimato, pero que han dejado huella en su comunidad y también en una institución que en Chile cuenta con más de 160 años de vida.
Comienzos de 2001 y Rodrigo Mora González, un joven bombero oriundo de Chiguayante, partió rumbo a Houston, al desértico estado de Texas, Estados Unidos, para realizar un curso sobre sustancias peligrosas. Esta era una más de las tantas capacitaciones que se sumaban a su currículum.
La instrucción duró 3 meses y cuando acabó, Rodrigo emprendió otro viaje, esta vez al estado de Connecticut, a la casa de un amigo chileno. Allí, el voluntario se enteró por la televisión del fatídico atentado a las Torres Gemelas del World Trade Center, que cobró casi 3 mil vidas, entre civiles y personal de rescate.
Ese martes 11 de septiembre Rodrigo se encontraba a solo una hora y media de Nueva York, así que no dudó en ir a ayudar. “Fue a dos o tres compañías, pero no lo tomaron en cuenta porque allá todos son pagados y no necesitaban apoyo. Le dijeron que fuera a la Cruz Roja y que trabajara ahí”, cuenta su amigo y camarada Julio Sepúlveda.
Pero el voluntario no bajó los brazos. Buscó incesantemente hasta que encontró una compañía donde finalmente pudo trabajar en las labores de rescate durante los 5 días posteriores al ataque terrorista.
“Rodrigo era una persona intachable, tanto en el ámbito profesional como familiar”, recuerda Julio, quien con una sonrisa en el rostro añade que la intención de Mora no era solo perfeccionarse como bombero, sino también “hacer nexos con nuestra compañía y las de allá para tener distintos beneficios, como traer carros bombas a un precio menor”, comenta.
La situación bomberil en Estados Unidos es bastante distinta a la que se vive en Chile, de ahí también el interés del joven. En el país del norte los bomberos reciben una remuneración anual que va desde los USD 22 mil a los USD 75 mil, es decir, entre 14 y 50 millones de pesos chilenos; además, obtienen constantemente equipamiento y máquinas nuevas, dando de baja uniformes y equipos que no llevan ni un año de vida útil.
“Nos contaba que, a veces, daban de baja containers enteros de uniformes porque recibían otros con mejor tecnología, mientras que acá nuestro uniforme lo usamos hasta que ya no sirve”, confiesa Julio Sepúlveda.
Tragedia en Los Copihues
Rodrigo volvió a Chile en 2005. En la Tercera Compañía de Bomberos de Chiguayante, ubicada en calle Manquimávida 333, estaban todos emocionados con su regreso. El joven trajo consigo una mezcla de recuerdos. Entre los malos se encontraba el tener que haber participado del rescate de cuerpos en Nueva York, donde muchas de las víctimas fueron bomberos.
Pero también tuvo buenos momentos, por eso cargó en su maleta algunos objetos importantes para él, como uniformes y cascos que se ganó en Estados Unidos por su profesionalismo, además de una linterna que más adelante tendría un significado especial para su familia e institución.
La experiencia de las Torres Gemelas marcó para siempre a Rodrigo Mora y le reforzó la idea de seguir salvando vidas, de ser un héroe a tiempo completo con verdadera vocación de servicio. El joven, que ingresó como voluntario en 1997 cuando tenía 25 años, se convirtió en Capitán de Bomberos.
El 11 de julio de 2006 llegó una difícil misión para Rodrigo y todos sus compañeros de la Tercera Compañía de Bomberos de Chiguayante. El llamado desesperado de una vecina alertó de un posible alud en el sector Valle La Piedra I, específicamente en el pasaje Los Copihues. Rápidamente, el comandante Luis Inostroza, de la 2ª Compañía, el capitán Rodrigo Mora, el teniente Julio Muñoz y el director Julio Sepúlveda, todos de la 3ª Compañía, acudieron a evaluar la propiedad que estaba al borde del Cerro Manquimavida. Al llegar al lugar los voluntarios se percataron de que no se podía hacer mucho y que el riesgo de colapso de la estructura era inminente.
− ¡Tenemos que salir de acá porque el cerro se está comiendo la casa! – le gritó Julio Sepúlveda a Rodrigo Mora.
El piso de madera se estaba partiendo y crujía endemoniadamente por la presión que ejercía el cerro sobre la vivienda. Segundos después de que Sepúlveda y la dueña de casa salieron del lugar, un gran crujido antecedió al desplome de una parte del cerro.
Eran las 20:30 horas y el barro, las piedras, los árboles y toda clase de escombros, cayeron violentamente por la ladera hasta la mitad del pasaje Los Copihues. El pánico se apoderó de todos los presentes ese día. “Como en las películas corrí y, de pronto, el barro llegó hasta mis pies. Se escuchaban gritos. Empezamos a sacar inmediatamente a las personas que estaban vivas y que se veían”, recuerda acongojado Julio Sepúlveda, único sobreviviente de los cuatro bomberos que subieron el cerro.
El alud acabó con la vida de 10 personas, siete civiles y tres bomberos, entre ellos el comandante Luis Inostroza, el teniente Julio Muñoz y el capitán Rodrigo Mora, la primera víctima en aparecer. Un perro de rescate lo encontró a sólo 75 centímetros de profundidad en la vivienda que se dio vuelta completamente debido a la fuerza del deslizamiento.
Con Rodrigo se apagó una energía única, la de un capitán incansable, un esposo cariñoso y un muy buen padre. Al momento de fallecer, este funcionario de la Gobernación Marítima de Talcahuano tenía 34 años y una vasta carrera como voluntario de bomberos.
Un antes y un después
“Nosotros no apoyamos a nuestro hijo en su labor bomberil. Siempre nos mantuvimos al margen”, admite Pedro Mora, padre de Rodrigo y quien durante años no entendió la decisión de su hijo de querer ser voluntario de bomberos.
El compromiso de Rodrigo con su institución era tal que solía incluso pedir comida a su madre porque le contaba que “en las guardias nocturnas no tenían qué comer, porque eran de escasos recursos. A veces, a escondidas, sacaba cosas de la casa”, cuenta Mora padre.
La tragedia del 11 de julio de 2006 marcó un antes y un después para los padres Pedro Mora y Rosa González. En el caso del papá, fue tal el impacto que decidió a los 59 años de edad realizar los cursos para convertirse en bombero. Una aventura que, dice, lo ayudó a comprender mejor por qué su hijo dio la vida por el prójimo.
“Esta tragedia nos marcó como pueblo, como familia, como padres, como todo. Pero me motivó a ingresar a las filas de la Tercera Compañía de Chiguayante a tratar de cumplir las metas, sobre todo los sueños que Rodrigo y Julio Muñoz tenían para su compañía”, explica Pedro.
Para Rodrigo Villanueva, excapitán de la Tercera Compañía de Bomberos de Chiguayante y actualmente bombero honorario, lo que motivó a Pedro Mora a querer ser voluntario, “fue darse cuenta de que esta institución salva vidas sin esperar algo a cambio. Solo después de la tragedia de 2006 su padre pudo captar lo que motivaba a Rodrigo, no importando si debía pernoctar en un galpón de lata, donde había una sola cama que terminábamos siempre peleando”, dice.
La linterna
Un extraño suceso fue también determinante para que Pedro Mora optara por unirse a bomberos y con el mismo entusiasmo y devoción que su hijo. El joven voluntario había comprado una linterna en Estados Unidos que llevó consigo para el momento del alud en el Cerro Manquimavida.
“Un día llegó un señor a preguntar por mí. Me contó que era vecino del sector Valle La Piedra y que nuestro hijo se le había aparecido en sueños, seis noches seguidas, diciéndole que tenía que ir al cerro para encontrar esa linterna y pasármela a mí”, relata Pedro, quién ante ese inesperado e inquietante mensaje decidió salir en busca del aparato. No pasaron más de cinco días cuando el mismo vecino que trajo el mensaje, volvió al departamento de los padres del bombero para entregarles la linterna, la que encontró encendida entre el barrial del Cerro Manquimavida, luego de 40 días de ocurrido el alud.
“Cuando me la entregó, lloramos abrazados”, confiesa Pedro.
Contra el olvido
El 11 de julio de 2006 estuvo marcado por la tragedia, aunque no solo a nivel local. En la India, atentados con explosivos en siete estaciones de trenes dejaron 200 muertos y más de 400 heridos.
Pese al triste recuerdo que dejó esa jornada, la historia del alud en el Cerro Manquimavida de a poco va siendo olvidada con el pasar de los años.
Una historia que también alertó a las autoridades y que posibilitó a la Tercera Compañía de Chiguayante contar con un cuartel permanente que, antes del alud, el mismo Teniente Julio Muñoz diseñó y el Capitán Rodrigo Mora se encargó de gestionar a través de una carta formal al Presidente de la República de aquel entonces.
“El día en que dejemos de recordarlos, ellos de verdad van a morir”, advierte Pedro Mora.
Pero la obra heroica de estos mártires es evocada constantemente, especialmente en la Tercera Compañía de Bomberos de Chiguayante, que además lleva en el frontis del cuartel el nombre del Capitán Rodrigo Mora y el Teniente Julio Muñoz.