En Chile, las cifras por ciberacoso (ciberbullying) van al alza. El pasado 2018, la Superintendencia de Educación reveló que las denuncias de este tipo aumentaron un 84%, en comparación a años pasados. Los adolescentes son las víctimas propicias de esta violencia, que generalmente acecha en el anonimato.
“Me afectó caleta”, dice Pedro. El hostigamiento llegó a su vida cuando cursaba octavo básico en un colegio de la comuna de Concepción. Sus compañeros no dejaron nunca de molestarlo en la sala de clases, y luego, esos insultos también aparecieron en sus redes sociales.
El caso de Pedro coincide con las estadísticas que entregó la Superintendencia de Educación el pasado 2018. Es decir, que más del 80% de las denuncias por ciberbullying o ciberacoso se concentran entre alumnos de 7º, 8º básico y 1º de enseñanza media.
Pedro hoy tiene 21 años. Es de contextura gruesa, cabello extremadamente corto y ojos negros. El joven cuenta que las burlas del pasado apuntaron casi siempre a su peso, pues mientras estuvo en el colegio llegó a pesar 100 kilos con su metro setenta de estatura. En 2011, también decidió contar abiertamente que era homosexual. Ese fue otro motivo que usaron sus victimarios para hablar mal de él.
Los acosadores de Pedro comenzaron a insultarlo a través de Ask.fm, una plataforma con sede en Letonia, creada en 2010, y que permite a los usuarios enviar preguntas y comentarios a otras personas, de forma anónima si quieren.
En 2013, Ask.fm fue duramente cuestionada por organizaciones y activistas de seguridad infantil, luego que cuatro adolescentes en Reino Unido se suicidaran después de ser víctimas de bullying o matonaje a través de esta popular red social.
“Me llegaban mensajes anónimos por esa red social como ‘maricón’, que me matara, que nadie me quería y que era un pobre hueón (sic)”, cuenta Pedro, que siempre ha sospechado en esos mismos compañeros de octavo básico que lo empujaban e insultaban en los pasillos de su colegio.
Si bien Pedro pudo resistir el acoso que experimentó en las redes sociales, durante la etapa escolar sufrió de anorexia y hasta el día de hoy padece de problemas psicológicos. De a poco, está tratando de superar el dolor que le causaron sus victimarios.
Sufrir en silencio
Nicol fue una víctima silenciosa por varios años. El acoso partió cuando cursaba cuarto básico y perduró hasta segundo medio. En esa época, la joven asistía a un colegio católico, también de Concepción.
“Yo tenía una compañera que, además, era mi vecina. Nuestros papás se conocían de hace años, pero ella era una de las que me molestaba en el colegio y yo nunca dije nada”, confiesa.
Esa vecina −junto con otra compañera− excluyó a Nicol de casi todas las actividades extraprogramáticas de su curso, como aniversarios, reuniones y bailes. Más tarde, aparecieron también los comentarios odiosos.
“Me decían que era fea. Creo que eso me jodió la cabeza (…) La autoestima nunca se levantó. Después vinieron más insultos y me ofrecieron golpes. Aunque nunca me pegaron, sí se juntaban entre varias para destacar en lo que yo estaba mal”, recuerda.
En 2012, cuando la joven cursaba segundo de enseñanza media, su acosadora estableció, a escondidas, una relación amorosa con otra compañera del mismo curso. Muy pronto los papás de la acosadora se enteraron del “pololeo” de su hija. Desde ese momento, la vida de Nicol dio un giro, pues rápidamente se difundió el rumor de que ella era quien había destapado el secreto.
Entonces, comenzó ser hostigada casi a diario por Facebook. “Me escribían que todos sabían que yo estaba mintiendo, que me hacía la mosquita muerta, que era una maricona (sic). Yo colapsé… Me puse a llorar y mi mamá me pilló”, relata.
Nicol decidió contar de la situación a sus padres y ellos determinaron cambiarla de establecimiento, pues vieron que su hija temía ser golpeada por sus compañeros, que además ya tenían antecedentes de violencia hacia ella. “Me imaginé que al otro día me iban a sacar la ‘cresta’ entre todos y me asusté”, cuenta.
Hace un año, Nicol inició una terapia sicológica a raíz del ciberacoso que recibió en la enseñanza básica y media. Dice que hablar de la situación le ha hecho muy bien. Hoy no siente culpa hacia sus compañeros e incluso es capaz de perdonar, pese a que finalmente descubrió que su hostigadora y vecina fue la que esparció el rumor en su contra y que la terminó alejando de su primer colegio.
No solo en la ciudad
El fenómeno de ciberacoso preocupa especialmente a profesionales de la educación, que deben enfrentar y dar solución a este tipo de casos en sus aulas o incluso fuera de estas.
Las denuncias por ciberacoso aumentaron en un 84% el pasado 2018, comparado a las cifras de 2016 y 2017, de acuerdo a la Superintendencia de Educación. Dentro del grupo denunciante, las mujeres son las más afectadas, casi siempre receptoras de esta violencia anónima.
La historia de Rocío es relatada por Consuelo Garay Bahamondes, sicóloga infantil de la Universidad del Desarrollo, quien además ha trabajado en distintos colegios de la Región del Bío Bío.
“Fue un caso que partió como bullying y luego se convirtió en cyberbullying. Rocio, una menor de 10 años, llegó a estudiar a una escuela rural de Cabrero y fue acosada por otras tres compañeras”, explica.
La profesional dice que dentro de los establecimientos rurales el ciberacoso o simplemente acoso es más común de lo que se cree. Por eso, cuando Rocío llegó a su nuevo curso, de inmediato captó la atención de un grupo de tres niñas de 12 años.
“Comenzaron a molestarla; le enviaban mensajes que decían que era fea, que tenía dientes de caballo. Rocío es un poco diferente al resto de su clase. Tiene ojos azules y el pelo rubio”, detalla la sicóloga.
Rocío experimentó el hostigamiento desde su propia silla y mesa, más tarde, esa violencia se trasladó a la red. En Facebook aparecieron fotos de la menor con comentarios insultantes hacia su persona.
“Al descubrir esa situación tuve que intervenir y entrevisté a las involucradas. En paralelo, realicé talleres personalizados para todos los estudiantes del colegio enfocados en la afectividad y sexualidad. (…) La situación se frenó y hoy las cuatro son amigas”, cuenta la especialista.
Un delito
En algo concluyen los expertos: el hostigamiento siempre ha existido. El problema y el peligro para esta generación radica en que hoy en día existen más medios de propagación, como por ejemplo las redes sociales.
Según la encuesta Casen 2015, dos de cada tres niños, menores de 12 años, poseen un celular. Otro estudio, realizado por la ONG Datos Protegidos, detalló que dos de cada tres menores poseen una cuenta de Facebook, una red social que sirve, en algunos casos, para canalizar este tipo de agresiones.
Actualmente se tramita en el Congreso un proyecto que modifica la Ley General de Educación y que buscar tipificar el ciberacoso como un delito. La iniciativa define esta forma de violencia como cualquier tipo de agresión psicológica, intimidación, hostigamiento, difamación y amenaza a través de cualquier red social, medios tecnológicos e internet, de manera reiterada y de forma insidiosa.
Asimismo, el proyecto permite a los padres y apoderados de la víctima, así como también al establecimiento educacional poder iniciar acciones civiles o penales en contra del responsable o de los padres de aquellos alumnos que hostigan en la red.