Un grupo de alumnos de la Escuela Especial Marta Stowhas, en Penco, está explorando por primera vez bosques, montañas y senderos. “Ángeles de la Montaña” es una iniciativa inédita que permite a jóvenes con dificultades de movilidad o trastornos del aprendizaje acceder libremente a estos lugares.

Era la primera vez que Jorge Albornoz Mayorga recorría en su silla de ruedas los senderos de la Reserva Nacional Nonguén. Trasladarse hasta ese lugar significó un desafío. Sin embargo, la visita lo calmó; despertó sus sentidos y lo hizo admirar más de cerca la naturaleza.

“Había mucho verde y pajaritos cantando”, dice con un poco de dificultad.

Jorge tiene 23 años y padece parálisis cerebral severa, una enfermedad congénita que limita su capacidad motora, pero que mantiene su mente activa y fresca.

Si bien le cuesta un poco hablar, su rehabilitación ha sido exitosa gracias al apoyo constante de su familia, profesores y compañeros de la Escuela Especial Marta Stowhas, en Penco.

En esa misma escuela diferencial donde el joven estudia, se brinda la posibilidad a otros alumnos de explorar por primera vez un bosque, montaña o reserva natural de la Región del Bío Bío.

Una iniciativa inédita, sobre todo inclusiva, que impulsa la organización penquista “Curanderos de la Montaña” y que busca acercar a personas con capacidades diferentes a lugares de difícil acceso.

Paulo Seguel Maza
Paulo Seguel Maza

Ángeles de la Montaña

Detrás del proyecto “Ángeles de la Montaña” se encuentra Paulo Seguel Maza, montañista y kinesiólogo de la Universidad de Las Américas.  El profesional llegó en 2015 a trabajar a la Escuela Especial Marta Stowhas.

“Ahí nació mi inquietud y la necesidad de que los alumnos también tengan la oportunidad de poder conocer, aprender, enamorarse y más aún, poder crear una simbiosis entre educación, salud y naturaleza”, explica Seguel.

Pero su idea de proyecto debía tratarse con cuidado médico y con un trasfondo pedagógico, que apuntara a mejorar las condiciones de aprendizaje, ya que un cierto porcentaje de estudiantes de este establecimiento educacional, fundado en 1973, tienen enfermedades motoras de diversos grados, como parálisis cerebral y retrasos psicomotores moderados y leves.

“Mis estudios me demuestran que el deporte y la naturaleza son un aliado demasiado potente dentro de la rehabilitación”, asegura Seguel.

El proyecto “Ángeles de la Montaña” partió en diciembre de 2017 con una primera salida a la Reserva Nacional Nonguén. Desde entonces, llevan 5 excursiones exitosas por distintos escenarios naturales de la Región del Bío Bío, como el Mirador Alemán del Cerro Caracol, la Piedra del Águila en el Parque Nacional Nahuelbuta y el sector el Tranque en Penco.

“El objetivo siempre fue ver la felicidad y satisfacción de los niños y sus familias al poder recorrer un sendero de la naturaleza o al lograr conquistar una cumbre”, agrega.

Paulo Seguel Maza
Paulo Seguel Maza

Nuevo mundo

La aventura inicia casi siempre los sábados, a eso de las 11 AM en un furgón blanco, que transporta a cerca de 30 niños y jóvenes de la Escuela Especial Marta Stowhas.

Los exploradores, que son la esencia del grupo “Ángeles de la Montaña”, no sobrepasan los 28 años de edad. Marlen Pedreros, por ejemplo, tiene 15 años y nació con un déficit intelectual que la ha convertido en una adolescente de pocas palabras.

En términos cognitivos, su conciencia es de bajo nivel y tiene un reducido interés por interactuar. No obstante, al visitar la Reserva Nacional Nonguén, ubicada a 12 km del centro penquista, sus cinco sentidos despiertan al unísono.

Los paisajes son alucinantes y están repletos de nuevos aromas, colores, sonidos, fauna típica, como el monito del monte, zorro culpeo o el pudú y flora única, como robles, raulíes, peumos, pitaos, litres, avellanos, canelos, arrayanes y coigües.

Los profesores, quienes acompañan a los estudiantes a toda hora, repiten que los jóvenes actúan “como si estuvieran en otro mundo” y parecen disfrutar el bosque que cuenta con más de 17 km en senderos para ser recorridos.

Paulo Seguel Maza
Paulo Seguel Maza

Aprendizaje experimental

Las excursiones del programa “Ángeles de la Montaña” no solo están enfocadas para estudiantes con dificultades psicomotoras, también hay espacio para un grupo de alumnas, cuyas edades van desde los 17 hasta los 25 años, y que presentan distintos trastornos del lenguaje.

“No son tan buenas para hablar (…) Es más fácil para ellas contar lo que observaron y vivieron más que lo que sintieron, porque eso las complica un poco… es más cognitivo, hay que tener más vocabulario”, explica Camila Rusque Vergara, profesora de diferencial y psicopedagoga de la escuela Marta Stowhas.

La profesional dice que las actividades al aire libre producen evidentes cambios conductuales y brindan la oportunidad de aprender a través de la experimentación: “Siempre tienen algo que contar después de los paseos (…) El proceso de aprendizaje siempre es muy positivo, sobre todo porque estimula mucho el lenguaje”.

La estimulación y motivación que producen las salidas está relacionada con que la gran mayoría de los estudiantes nunca ha tenido acceso a estos páramos naturales, como es el caso de Diana González, una joven de 20 años diagnosticada con una discapacidad intelectual moderada.

Es una de las estudiantes más introvertidas de su clase; incluso se esconde tras las mesas de la sala y prácticamente no habla. “Ella es de las que no quiere volver al colegio cuando sale de paseo…está extasiada y fascinada corriendo por espacios libres y abiertos porque no tiene esa oportunidad en su casa”, recuerda la psicopedagoga.

Paulo Seguel Maza
Paulo Seguel Maza

Apoyo familiar

Las realidades de los niños, adolescentes y adultos jóvenes −que forman parte de este programa− son diversas. Por eso, el apoyo familiar juega un rol fundamental para que las salidas sean exitosas.
“Le tiene miedo a todo, sobre todo a las multitudes”, dice Adriana Henríquez, madre de Alonso Cortés, un estudiante de 18 años, de carácter introvertido y con Síndrome de Down.

A Alonso se le ve casi siempre alegre en clases, aunque no socializa mucho. Su madre lo acompaña cada vez que puede a las salidas que organiza Paulo Seguel, sobre todo cuando son paisajes prístinos.

“El Alonso tiritaba de miedo cuando fuimos al Parque Reserva Nonguén. (…) Él lo pasa mal, pero hay que integrarlo… después de conocer el lugar se relajó un poco”, cuenta Adriana Henríquez.

Una sensación similar tuvo Daniela Cáceres. La joven de 25 años tiene un déficit intelectual moderado. Su madre, Ingrid Bastidas, también la acompaña en todas las caminatas.

“Ella vuelve feliz, conoce de todo… recorrer el lugar con sus compañeros es diferente a hacerlo en familia. Ella lo disfruta más”, comenta la mamá, que espera que las salidas de este tipo se repitan con más frecuencia.

Por ahora, en promedio, se realizan 5 excursiones al año. Para salir de viaje hay que organizarse muy bien. Algunos factores como el mal tiempo y la salud de los alumnos pueden jugar en contra.

“Los niños con capacidades diferentes suelen tener un nivel de defensas fisiológicas menores a los porcentajes normales”, explica Paulo Seguel, creador del programa.

Por tanto, si hay lluvia o mucho frío las probabilidades de enfermedades aumentan. Asimismo, el mal tiempo dificulta el acceso a senderos o caminos y esto es un problema para personas con movilidad reducida o que se transportan en silla de ruedas.

Cuando el sol pega más fuerte, Paulo Seguel comienza a programar los viajes. Los estudiantes, mientras tanto, aguardan ansiosos a que los furgones pasen por ellos para emprender lo que parece ser una aventura inolvidable.