Tres años se cumplieron este 21 de marzo de la investidura de Juan Barros como obispo de Osorno. En 2015 se realizó una polémica ceremonia que además de dar la vuelta al mundo, cambió diametralmente el devenir de la iglesia católica en la ciudad, traspasando todas las esferas de la vida pública, tanto en creyentes como en no afiliados a una tendencia religiosa.
Pocas veces en el mundo se había visto manifestaciones violentas al interior de un templo religioso, más aún en una ceremonia que se asumía como una celebración. Las acusaciones de encubrimiento de Juan Barros de los abusos sexuales cometidos por su mentor Fernando Karadima eran algo que un sector importante del catolisismo local no aceptaban, posición que continúa incólume y que ha provocado serios costos a la jerarquía eclesiástica nacional e internacional.
El mayor de ellos se vivió durante la pasada visita papal, la segunda que un sumo pontífice realizara a Chile. Francisco no pudo revalidar el “mensajero de la vida” de Juan Pablo II y menos aún el “peregrino de la paz”, pues con las declaraciones entregadas en territorio nacional, causó todo lo contrario.
Pero, más allá del estupor que causaron tales palabras, ¿sorprenden acaso? En realidad no, pues desde tal jerarquía eclesiástica siempre se ha avalado la permanencia de Barros en Osorno, tal como lo enfatizó en su momento a Radio Bío Bío el cardenal Francisco Errázuriz,
Curiosamente, tras la partida de Francisco, el mismo arzobispo emérito salía a responsabilizar a Barros por los resultados de la visita papal a Chile. “El controvertido obispo no percibió la magnitud del problema”, decía posteriormente a la prensa, con quien Barros se mostró más que abierto a hablar.
Pero más allá de los eventos de enero de este año, el problema que señala Errázuriz está instalado en Osorno hace tres años, con una división que no sólo involucra a los fieles, sino también al clero. Se registra escasa presencia en las misas, salida de sacerdotes, jóvenes que no se quieren confirman con el obispo y se dice que incluso el pago del diezmo habría disminuido.
Dos grupos dividen a la ciudad
Pero también se ha levantado un movimiento social. Ante tal clima, la ciudadanía se preguntó ¿cómo reaccionar ante esta situación?
Por un sector la respuesta fue inmediata. Crear una agrupación -que si bien se mantenía fiel a la institución eclesiástica- demostrara su descontento con la designación de Barros y el latente respaldo que demostraba el Vaticano. Son Los Laicos Organizados, los de las velatones, cartas a la jerarquía eclesiástica, marchas y globos negros.
Su solicitud es clara: que Barros renuncie. Algo que hicieron saber “in situ” al papa Francisco, pues fueron el epicentro de su visita.
Posteriormente nació otro grupo, la comunidad de fieles cristiananos católicos de la diócesis de Osorno, que más allá de apoyar a Barros busca restablecer la tranquilidad y la conciliación del golpeado catolisismo a nivel local.
Organización que cobró notoriedad cuando anunciaron una misa en la catedral con un exorcista, la cual fue posteriormente desechada, tras acusar tergiversación de los medios de comunicación.
¿Pero qué piensan cada grupo del otro? ¿Hay posibilidad de lograr conciliación?
Desde el grupo que busca que el tema de Barros deje de afectar la práctica religiosa, según José Manuel Rosas, los Laicos Organizados nacen con intereses más bien políticos que religiosos, los cuales serían los responsables de lo que califica como un “pseudo conflicto eclesial” y que han generado el “caos” al interior de la casa de Dios.
Desde Los Laicos Organizados, Mario Vargas afirmó que el otro grupo corresponde a aquellos que no alzan la voz y siguen yendo a la misa sin reclamo alguno. Personas “invisibles”, sin organización, sin conocimiento de su propia iglesia y desvinculados totalmente de la situación que mantiene su diócesis.
Desde ambos grupos, se dice que el otro perdió el rumbo y la senda de Dios.
El silencio de Barros
El silencio desde un comienzo fue la opción de Juan Barros Madrid, que seguramente no pensó el revuelo que causaría asumir la diócesis de Osorno en medio de un episodio que dio la vuelta al mundo.
El argumento siempre fue sufrir el mismo padecimiento de Cristo por la Iglesia, claro que para muchos católicos es un contra sentido, especialmente cuando hay más preguntas que respuestas.
Juan Barros habla poco sobre el tema de su enjuiciamiento público, ya que está directamente vinculada a los abusos que mantienen hoy a Fernando Karadima condenado a una vida de oración y penitencia, pero que por el paso del tiempo, se determinó la prescripción.
De hecho, en una de las escasas entrevistas que brindó a Radio Bío Bío, aseguró que no tuvo mas contacto con Karadima y que sólo reza por él.
De la misma manera –aunque siempre en un tono afable- lamentó que su figura sea motivo constante de criticas, ya que con o sin ellas, cumplirá “el mandato del Papa Francisco y de la Virgen Maria”.
Barros dice que le gusta el fútbol, que tiene una vida privada con amigos que se han sumado al ejercicio de su obispado. El contraste es la movilización en su contra que se ha mantenido en el tiempo y ante ello, dice que está en manos de Dios y que sus designios son administrados por el papa Francisco.
El “fracaso” tras la venida de Francisco I”
Desde la comunidad han afirmado que por los dichos del Papa, la poca crítica y falta de soluciones su visita “fue un fracaso”, pero, ¿fue gratuito el fracaso de la visita papal a Chile? ¿Cómo absorbió Francisco los cuestionamientos a su forma de afrontar el problema de Osorno?
Tras su pasada por nuestro país, se ordenó al obispo de Malta, Charles Scicluna, arribar al país para investigar las acusaciones que pesan sobre el obispo Juan Barros.
Luego de realizar una serie de entrevistas con las víctimas y denunciantes de Karadima e incluso con los laicos organizados de Osorno, elaboró un informe que, según Mario Vargas, habría sido entregado este lunes en El Vaticano.
Sus resultados serán esperados en silencio por la organización que pide la renuncia de Barros.
Para conmemorar los tres años del inicio de la crisis del catolisismo en Osorno, se realizó una velatón gigante en la catedral San mateo. 1.160 velas fueron encendidas, como símbolo de la cantidad de días que lleva Barros al mando de la diócesis local.
Acá quedan varias preguntas sin responder:
¿Cuál será el destino de Juan Barros?
¿Seguirá siendo obispo de la ciudad?
¿Continuará una crisis que atraviesa no sólo a un credo, sino a toda una comunidad? ¿Se esclarecerá si acaso encubrió efectivamente abusos sexuales?
¿Podría acaso tomar alguna decisión de carácter personal el obispo?
¿Podrá la iglesia católica recuperarse de su actual pasar y recuperar la unidad?
De momento, sólo se sabe que el cuestionado Juan Barros sigue a la cabeza de la diócesis local y no pretende renunciar, según lo ha dejado claro en varias oportunidades.