El 18 de diciembre de 2016 marcó la vida de Brandon Hernández Huentecol. Ese domingo, un carabinero le disparó por la espalda, cuando intentaba defender a su hermano menor que había sido reducido por efectivos policiales en el sector de Curaco, comuna de Collipulli en La Araucanía.

El joven recibió 100 perdigones que quedaron incrustados a la altura de la cadera, causándole lesiones de gravedad, por lo que pasó más de un mes internado en la Clínica Alemana de Temuco.

Hace unas semanas se realizó el juicio oral en contra del sargento segundo de Fuerzas Especiales (FFEE), Christian Rivera Silva, quien fue declarado culpable por el delito de lesiones graves y vejámenes injustos tras haber disparado un cartucho calibre 12 de una escopeta antimotines en contra de Brandon, cuando tenía 17 años.

Por este motivo, se dictaminó una pena en su contra de 3 años y 541 días de libertad vigilada.

Carlos Agurto | RBB
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Pese al veredicto que condena a Rivera, la familia del joven sigue pidiendo justicia. ¿Los motivos? Brandon mantiene 87 perdigones alojados en su cuerpo que pueden llegar a ser mortales, vio frustrada la carrera de sus sueños, y aseguran que lo ocurrido provocó un quiebre familiar.

En este proceso, Brandon y su familia relataron a BioBioChile sus experiencias, y cómo llegaron a unirse a la causa mapuche, sin haber tenido una relación antes.

Carlos Agurto | RBB
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De la ciudad al campo

Los padres de Brandon –Ada y Diego- nacieron y se criaron en dos comunidades mapuches de La Araucanía. Sin embargo, fueron trasladados hasta la comuna de San Bernardo, en la región Metropolitana, cuando apenas eran unos niños.

Ambos pertenecían a una iglesia evangélica del sector donde vivían. Allí se conocieron y al poco tiempo después nació Brandon.

Frente al incremento de la delincuencia en la capital, el pastor de la iglesia les propuso a todos los “hermanos” comprar un terreno en Carahue e irse a vivir allá todos juntos. Los padres de Brandon aceptaron inmediatamente.

Ada asegura que para ellos la proposición fue buena, porque en ese entonces estaba embarazada de Isaías, su hijo Brandon tenía cuatro años y su hija Rebeca, dos: “El lugar se estaba volviendo muy peligroso y no queríamos que crecieran en ese ambiente”, comenta.

En 2003 se trasladaron al sur con otras 14 familias. Durante cinco años no tuvieron agua ni luz, de hecho, se alumbraban con velas y un camión municipal les entregaba agua.

“Pasamos frío y hambre porque no había trabajo, sin embargo, éramos felices, los niños jugaban”, indica Ada. Más tarde nació Israel, el menor de los cuatro hermanos.

En un principio el ambiente era muy tranquilo, pero dicen que el panorama fue cambiando, cuando comenzó a aumentar la presencia de Carabineros.

Carlos Agurto | RBB
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Estrés postraumático

Cuando Brandon recibió el disparo todo cambió, pero no sólo para él, sino que también para sus padres y tres hermanos.

Uno de los principales cambios, es que la familia ahora se siente mapuche. Si antes nunca tuvieron alguna relación con la causa, hoy es su bandera de lucha.

Esto lo explican en el apoyo que les dieron distintos jóvenes y dirigentes mapuches, cuando Brandon estuvo internado grave en la clínica.

Pero además, la familia completa comenzó a crear un resentimiento hacia Carabineros. Ada cuenta que siempre les tuvo respeto, incluso los veía como aquellas personas que velaban por su seguridad y la de todos los habitantes del país, pero ya no.

“Iba de Collipulli a mi casa, pasaba por Tribunales y veía a gente mapuche afuera. Yo decía: Las lamien de nuevo haciendo problemas (…) siempre tuve esa mentalidad de que los carabineros eran los buenos y los mapuches los malos, siendo yo mapuche”, afirma, sin embargo, una vez que ocurrió el incidente todo cambió. “Para mí Carabineros es una institución tan necesaria para la humanidad y ha hecho tanto daño, principalmente a la gente mapuche”.

Carlos Agurto | RBB
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Israel, el menor de los hermanos, también generó anticuerpos contra la institución uniformada, pero no sólo por lo que ocurrió a Brandon, sino que por un episodio de represión -que de acuerdo al relato- ocurrió cuando tenía 13 años.

Los primeros días en que su hermano estuvo en la clínica, la familia dejó a Israel en casa, al cuidado de un cercano. Una tarde, mientras veía televisión en el living, un grupo de uniformados entró violentamente a la vivienda, lo amenazaron con una escopeta, le hicieron preguntas respecto a su familia y luego se fueron. Desde momento, asegura que siente miedo y tristeza.

Asimismo, el menor de los hermanos cuenta que el impacto para su familia fue mayor: “Ahora en mi familia todos nos separamos, fue un cambio muy grande para nosotros”.

Isarel relata que ya no juegan como hermanos, como lo hacían antes, y que se siente la lejanía entre uno y el otro.

Por otra parte, Brandon comenta que sus hermanos resultaron muy afectados, ya que tuvieron que madurar antes de lo que debían. “No pasaron por esa etapa de niño, de jugar, tuvieron que vivir otros momentos… conocer otras situaciones que ningún niño debería conocer”, asevera.

Desde el punto de vista económico también se han visto afectados. Para estar más cerca de la familia, Diego no pudo seguir un trabajo de hojalatero que desempeñaba en el norte del país y ahora desarrolla distintos oficios en Carahue. Por otra parte, Ada continúa trabajando como manipuladora de alimentos en una escuela de Collipulli.

Los 80 perdigones en el cuerpo

Cuando Brandon recibió los más de 100 perdigones y estuvo más de un mes internado en la Clínica Alemana de Temuco, cuenta que tuvo fiebre, no podía mover las piernas, sentía frío y mucho dolor en su cuerpo.

“Pensé que me podía morir, no aguantaba el dolor pero intentaba calmarme y ser fuerte”, aseguró.

Mientras Brandon estaba hospitalizado, su familia dormía en sillones y comían en el recinto hasta que lo dieron de alta.

Carlos Agurto | RBB
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Ada Huentecol explica que en diciembre viajaron a Venezuela, para realizar exámenes médicos, los que demostraron que aún existen 87 perdigones alojados en el cuerpo de su hijo.

Asimismo, detalla de uno de estos proyectiles se desplazó hacia un pulmón, lo que le causa molestias y dolor a Brandon. Ella sostiene que el equipo médico les señaló que resulta prácticamente imposible extraer los perdigones, sin afectar a órganos comprometidos.

Las secuelas de Brandon son dificultades para caminar, y otras diversas complicaciones y dolores, que lo acompañarán de por vida.

Sus sueños frustrados

Debido a las secuelas físicas que le quedaron tras el disparo, Brandon no podrá cumplir su sueño de estudiar Ingeniería Mecánica Automotriz. A los 14 años le empezaron a gustar los vehículos: desarmaba motores, arreglaba neumáticos pinchados y su plan era tener su propio taller mecánico.

Sin embargo, todo se vio frustrado. Su práctica debía comenzar el día después que recibió el disparo. Nunca pudo comenzarla y hoy sus lesiones no le permiten cargar peso.

“Yo podía hacer fuerza antes, podía levantar una caja de cambio, la parte delantera del motor, pero ahora no puedo. Por eso tuve que sacar ese sueño que tenía y buscar otro camino no más”, señala.

Carlos Agurto | RBB
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Por este motivo, Brandon cambió su rumbo. Ahora quiere estudiar Administración y tener un negocio, ya que no puede hacer mucha actividad física.

“Siento mucha pena porque no es lo que realmente quería, es muy lamentable no ser lo que uno quiere. Ojalá no le pase a nadie lo que me pasó a mí, porque lo deja estancado a uno, no puede cumplir sus metas”, indica.

Brandon antes salía a cazar conejos, a pescar, podía subir árboles, recuerdan sus familiares, pero ahora se ve imposibilitado, ya que debe cuidarse mucho más.

Exigir justicia

La familia de Brandon dice que no descansará hasta que se haga justicia. Es por eso que el abogado representante presentó un recurso de nulidad ante la Corte de Apelaciones de Temuco para que se realice un nuevo juicio y se condene al sargento Rivera por el delito de homicidio frustrado, principalmente por el uso de una arma de fuego letal.

Ada Huentecol se mostró esperanzada en recibir justicia, sin embargo, asegura que la sentencia fue como rematar el daño que les hicieron. “Los jueces racistas y clasistas no hacen nada para condenar a estos asesinos”, indica.

Pese a ello, la madre señala que no se van a quedar de manos cruzadas y van a acudir a otras instancias para exigir justicia, incluso apelar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, si es que fuera necesario.

“Tarde o temprano este carabinero va a tener que pagar el daño que le hizo a mi hijo”, afirma.

Cambio de apellido

Brandon se siente muy agradecido por el apoyo que ha recibido, pero más aún por la valentía de su madre. Para él es su orgullo, la considera luchadora, una persona que nunca ha bajado los brazos.

Es por este motivo que Brandon quiere comenzar a hacer los trámites para invertir el orden de sus apellidos y pasar a ser Huentecol Hernández.

Carlos Agurto | RBB
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“En un principio no tenía idea lo que significaba mi apellido, después un lonco me dijo que era un guerrero espiritual; por eso quiero cambiarlo para que no se borre con el tiempo”, asevera.

Y agrega: “Quiero que sepan lo que pasó, que se preserve el apellido como lucha y se vaya pasando a las generaciones”.

Pese a todo lo que han vivido en estos años, Brandon se siente tranquilo y espera que acabe pronto su pesadilla para continuar con su vida. “Si pasara de nuevo lo volvería a hacer, siempre voy a defender a los míos, a mi familia nunca los voy a dejar solos”, asegura.

Esta nota se hizo con información y fotografías recopiladas por el periodista de Radio Bío Bío, Carlos Agurto.